Hugo Cox analiza los nexos entre el uso de las emociones y el nihilismo en la construcción del discurso en la generación woke.
Por Hugo Cox.- Mucho se ha escrito con respecto a la actual generación en el poder. La gran mayoría ha apuntado a que es una generación que va desde las asambleas universitarias directamente a gobernar, sin pasar por los múltiples escollos que hay que sortear, sin tener que enfrentarse con el país real y elaborar soluciones concretas con equipos técnicos realmente capacitados tanto en la administración del Estado como en la elaboración de políticas públicas que den cuenta de la realidad concreta que se quiere abordar.
Llegaron al poder con un discurso que tiene un acercamiento en sus soluciones con el Chile de los años 70, recargado de elementos emocionales, con una puesta en escena muy propia de esos años, apelando en sus discursos a lo que fue el gobierno de la Unidad Popular.
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La emoción es un elemento central en ese discurso, especialmente en contextos donde se busca movilizar a la ciudadanía. Los discursos que logran conectar emocionalmente con las personas tienen el poder de inspirar, motivar y generar acción. Este fenómeno se explica porque las emociones actúan como un puente entre las ideas y la acción: cuando un mensaje despierta sentimientos profundos, las personas tienden a involucrarse más y a comprometerse con una causa.
Este tipo de discurso cala hondo en la coyuntura de una crisis que se evidencia con la revuelta de octubre de 2019, en una sociedad que busca mejores perspectivas de vida, y ellos llegan al poder producto de un Chile que exige satisfacer expectativas insatisfechas, cuestión por la que culpan al poder económico y a los políticos. Tras ese razonamiento, concluyeron que necesitábamos gente joven y sin los vicios de los políticos.
Incorporan a su discurso las emociones en que necesitan:
- Narrativas poderosas: Contar historias reales o simbólicas que conecten con las experiencias, aspiraciones o temores de las personas puede despertar empatía y resonancia emocional.
- Lenguaje evocador: Palabras cargadas de emoción, metáforas y frases inspiradoras son herramientas efectivas para generar impacto.
- Apelación a valores compartidos: Invocar valores universales como la justicia, la libertad o la solidaridad fomenta una conexión emocional entre el orador y su audiencia.
- Expresión genuina: Un orador que se muestra auténtico y emocional en su entrega genera confianza y empatía, facilitando la movilización.
- Generar identidad colectiva: Las emociones como el orgullo, la esperanza o la indignación pueden unir a las personas bajo una causa común.
- Inspira a la acción: Cuando la emoción es intensa, como la pasión o el enfado, puede motivar a las personas a salir de la apatía y actuar, ya sea participando en marchas, campañas o movimientos sociales.
- Fomenta el sentido de urgencia: Emociones como el miedo o la ansiedad bien canalizadas pueden resaltar la necesidad de actuar frente a un problema inmediato.
En conclusión, la emoción en el discurso no sólo moviliza a la ciudadanía, sino que también puede transformar ideas abstractas en una fuerza tangible para el cambio social.
Pero por otra parte, en tanto que generación woke son en esencia nihilistas. Si bien es cierto que compararlos con el pensamiento de Nietzsche es complejo de por sí, existen algunos puntos similares, como por ejemplo:
- Desconfianza hacia las narrativas dominantes: cuestionan las grandes narrativas y los valores tradicionales, buscan deconstruirlos para revelar las estructuras de poder.
- Ética de la sospecha: Ambos comparten una actitud crítica y escéptica hacia las instituciones y las ideas establecidas, promoviendo una constante revisión y cuestionamiento (como el Cambio Constitucional).
- Búsqueda de nuevas formas de valor: Tanto el movimiento woke como Nietzsche buscan redefinir los valores y crear nuevas formas de entender el mundo y las relaciones humanas.
Pero hay diferencias:
- En sus objetivos: el movimiento woke busca la justicia social y la igualdad, mientras que el nihilismo de Nietzsche es más una filosofía existencialista que cuestiona la existencia de valores universales.
- En su metodología: el pensamiento «woke» suele basarse en la identidad y la experiencia personal, mientras que el nihilismo de Nietzsche es más abstracto y filosófico.
- En su visión del poder: si bien ambos cuestionan el poder, el movimiento woke busca subvertirlo para crear un mundo más justo, mientras que Nietzsche ve el poder como una fuerza inherente a la vida que no puede ser eliminada.
En resumen, la relación entre el mundo woke y el nihilismo de Nietzsche es compleja y ambigua. Ambos comparten una actitud crítica y una búsqueda de nuevas formas de valor, pero sus objetivos y metodologías son diferentes. Es importante destacar que no se puede reducir uno al otro, ya que son fenómenos históricos y culturales muy distintos.
Claramente en este análisis hay algunos puntos clave a considerar. Por ejemplo, el contexto histórico, porque el nihilismo de Nietzsche surgió en una época muy diferente al del movimiento woke; en la diversidad (ambos pueden ser abordados desde múltiples vertientes) y en su evolución, pues tanto el nihilismo como el wokismo no son estáticos sino que están en constante cambio y adaptación.
Pese a ello, es claro que las actuales generaciones son una mezcla entre Nietzsche y Foucault y apelan a un discurso cuyo anclaje está en el siglo XX y, desde la emoción, se combinan con temas identitarios, y con la falta de soluciones para el siglo XXl.