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Las múltiples hibridaciones del posfranquismo populista de Vox

Por Gilberto Aranda y Rodrigo Escribano.- A fines de 2013, el nacimiento del VOX se asemejó a un exotismo político dentro de una sociedad que cultivaba el mito de un país sin derecha radical, después del 15M y los indignados de la era podemos, que se aprestaba al sorpasso. Seis años después, los comicios de noviembre de 2019 para el Congreso de los Diputados confirmaron a VOX como el tercer partido más votado después de socialistas y populares, y ello puso fin a la supuesta “excepcionalidad” española.

El texto más referenciado a este respecto sostiene que la contención de cualquier éxito electoral de la derecha radical se basaba en la conjunción de un sistema electoral desproporcionadamente restrictivo, la perduración de una estructura de partidos tradicionales con estrechos lazos ideológico/partidistas con sus adherentes y la capacidad del partido conservador convencional, el Partido Popular (PP), para responder tanto a las expectativas de sus votantes como a las preferencias ideológicas de los sectores más tradicionalistas. Para Santana (2021), el punto de inflexión electoral fue 2015, cuando “el sistema partidista español se [fue] fragmentando y ya no [podía] definirse como un bipartidismo imperfecto o bipartidista, sino como un sistema de pluralismo extremo”. Lo anterior, aun cuando en 2011 comenzó la sangría de votos por la izquierda y solo a partir de 2018, con VOX cobrando protagonismo electoral desde la derecha. Santana lo explica en los escándalos financieros del PP, que significaron la moción de censura liderada por los socialistas en combinación con podemos y nacionalistas vascos y catalanes y que lo desalojó del poder.

La interrogante incita a este cuadro: ¿por qué la crisis financiera de 2008 y de los refugiados en 2015-2016 habían provocado un auge/crecimiento de la derecha radical en el resto de Europa, pero no al sur de los Pirineos? Sobre la base de datos empíricos, Turnbull-Dugarte et al. (2020) responden haciendo hincapié en el factor nacionalista activado por la crisis catalana de octubre de 2017, como explicativo del apoyo al neopopulismo voxista. Esto, primero, en las elecciones regionales andaluzas y, después, en las generales de 2019 (encumbrándose con el 15% de los votos y 52 de los 350 escaños del Congreso como el tercer partido español), particularmente entre votantes que advertían un impacto negativo de la política territorial seguida por Rajoy.

La combinación de sentimientos nacionalistas y el cuestionamiento de la situación política española jaló electoralmente a VOX o, como sugieren los citados investigadores, “en España, el nacionalismo, [que] cuando se ve amenazado, prevalece”, y VOX se configuró como la línea de defensa más efectiva contra todo separatismo. Xosé Núñez Seixas (2020) lo había advertido, al afirmar que, para VOX, el mayor peligro para la patria no provenía desde afuera (inmigración extraeuropea o la infiltración del islamismo radical), sino desde adentro: la ruptura de la unidad de España. Precisamente, esta recepción del nacionalismo en una concepción unitarista homogénea y sin fisuras del colectivo nacional es lo que González Cueva (2019) denomina derecha identitaria, una de la coordenadas voxistas junto a su liberalismo conservador.

A pesar de que la “excepcionalidad española” se fundamenta en fracaso electoral de las formaciones de ultraderecha, no hay que perder de vista que diversos trabajos apuntan a que dicha corriente nunca dejó de existir del todo en la democracia española. Están las tesis que apuntan a una existencia solapada previa a 2018. Esto, a partir de la transición Alianza Popular (precursor del PP), que representaba una derecha franquista evolutiva hacia lo tecnocrático, frente a Fuerza Nueva, expresión de la extrema derecha del franquismo de corte integrista-católico, defensor de las esencias unificadoras franquistas ante los nuevos cambios, que entre 1979 y 1982 tuvo un escaño parlamentario. Desde Las múltiples hibridaciones del posfranquismo populista de VOX,  Alianza Popular comenzó a matizar progresivamente su adscripción franquista, para acogerse a un constitucionalismo nacional, conservador y postindustrial. A partir de 1982, Alianza Popular se transformó en la segunda fuerza parlamentaria y la hegemónica de la derecha española, sin abandonar del todo su cosmovisión de raíces neofranquistas.

Casals i Meseguer (2021) sugiere que dicha “alma radical” de la sucesión de Alianza Popular, el PP, reemergió mucho antes de la crisis catalana, durante la última legislatura de gobierno de Felipe González (1993-1996), seguido por las movilizaciones contra el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero (2003-2008) y, finalmente, por el quiebre definitivo con el cambio de estrategia que Mariano Rajoy impuso y que condujo a la génesis de VOX (2008-2013). Hasta aquí hemos utilizado conceptos como ultraderecha, extrema derecha y radical. Según Mudde (2021), la primera categoría (ultraderecha) comprende ambas: mientras la extrema derecha rechaza la esencia de la democracia, es decir, la soberanía popular y el principio de mayoría, siendo su expresión más trágica el fascismo; la derecha radical acepta la esencia de la democracia oponiéndose a aspectos cruciales de la democracia liberal, como la protección de las minorías, el Estado de derecho y la separación de poderes.

VOX comparte este camino, cuyos hitos fueron la elección de Donald Trump, el Brexit, el ascenso de la Reagrupación Nacional en Francia de Marine Le Pen y La Lega con Salvini en Italia, que son expresiones de la nueva derecha radical o populismo de derecha. Su carácter populista puede ser consignado en Mudde (2007) cuando sugirió que las características de los nuevos partidos populistas de la derecha radical eran nativismo, autoritarismo y, finalmente, populistas en el sentido de contraponer élites y pueblo.

No se puede olvidar que el especialista en fascismos, Roger Griffin, lo distingue de la “derecha radical populista […] que suele emplear una forma de política intransigente, pero democrática y no revolucionaria” (2019, pp. 130 y 131), lo que la diferencia de la típica “dimensión revolucionaria” del fascismo.

Trabajos recientes subrayan la presencia no central de un estilo populista que no sería definitorio, sino suplementario. Por la compresión voxista del pueblo, en términos nacionalistas, antes que populistas, se consigna que los individuos más populistas prefieran VOX al PP, por lo que inclinaciones populistas son el elemento diferenciador que distingue a los votantes vox respecto de los del PP, el partido más damnificado con el ascenso electoral de la formación.

Sin embargo, la cuota de antielitismo —común al campo ideacional de todo populismo junto al antipluralismo— se expresó en la desconfianza hacia las tecnocracias al frente de las instituciones europeas, motejadas de eurocracia. En nuestra opinión, sería algo más que un añadido, sino clave respecto a la impugnación de una parte del Orden Liberal de pos-Guerra Fría, complementario al nacionalismo y su secuela xenofóbica, sustentado en bases empíricas sobre la pertinencia de actitudes negativas hacia los inmigrantes y el proceso de integración europea. Lo hace primero un “nacionalismo” de corte populista, antes que protestatario al sistema en su conjunto, dirigido contra “los del frente” no nacionales.

Establecidas estas premisas, VOX como partido de derecha radical, nacionalista y enseguida con dosis populistas, este artículo pretende sintetizar diversas tradiciones prepolíticas y corrientes políticas que le antecedieron, bajo la forma de una reinscripción palimpséstica de las ideas del conservadurismo español del siglo XIX y el nacionalismo de parte del siglo XX. El resultado es una doble hibridación cuya síntesis es un neotradicionalismo admisible a la democracia liberal representativa de hoy.

Este artículo examina las continuidades y rupturas ideológicas apreciables en el nacionalismo centralizador de vox desde sus precedentes intelectuales en el seno de un conservadurismo tradicionalista, vertebrado a partir de la construcción del moderno Estado español (1834-2020). Este artículo pretende identificar algunas de las raíces modernas del radicalismo de derechas voxista, atendiendo al debate acerca del papel de las culturas políticas finiseculares del XIX y del XX o, en su lugar, a la reacción coyuntural a los desafíos que ha enfrentado la democracia española desde la crisis de legitimidad impulsada por el separatismo catalán.

Para responder, optamos por una comparación transtemporal de las ideas sustantivas de las derechas españolas en torno a la unidad de la comunidad nacional. Para ello establecemos tres tesituras que consideramos esenciales en la organización de los imaginarios políticos del conservadurismo español.

La primera es el periodo que hay entre 1824 y 1848, germinal del nacionalismo derechista español, tanto en su versión liberal-conservadora como en la versión tradicionalista. Es posible identificar  dos tendencias que se enlazan de forma desigual con el argumentario voxista: una es la de las corrientes comprendería las culturas políticas agrupadas bajo el impreciso adjetivo de antiliberales. El antiliberalismo, a su vez, bifurcado entre el neocatolicismo de signo tradicionalista y el monarquismo de signo secular y estatista. Otra tendencia es el moderantismo o liberalismo conservador. Este contexto (1824-1848) se caracterizó por la definición de los  imaginarios nacionales del arco conservador como consecuencia de una contienda episódica que  los enfrentó a los proyectos democratizadores y descentralizadores que el progresismo, el republicanismo y el autonomismo cubano proponían para la Monarquía imperial española.

La segunda tesitura nos aboca a la coyuntura que contempló el accidentado final de la Segunda República española y el desarrollo del primer franquismo (1934-1953). Este periodo está signado por la transformación de las tradiciones intelectuales del nacionalismo conservador, consecuencia del desafío inferido por los nacionalismos periféricos, el anticlericalismo de las izquierdas españolas y el contexto de conflictividad internacional.

La tercera tesitura se enmarca en el contexto de emergencia del VOX. Aparece en una coyuntura crítica a escala global que ha influido sobre la legitimidad de la monarquía constitucional y la democracia de dicho país. Podemos aseverar que el desafío separatista del soberanismo catalán y la consecuente pérdida de confianza de amplios sectores de la ciudadanía en el modelo de gobernanza territorial fijado por el Estado de las Autonomías han sido los detonantes inmediatos de la irrupción de VOX en el mapa político español. Como explica Carles Ferreira, la lucha política voxista se orienta a contender con toda organización que sostenga una visión distinta a la de la centralización territorial de España.

Aquello atendiendo a que en el último decenio proliferaron grupos de derecha radical europeos que tomaron distancia de la derecha conservadora clásica, de cuño más elitista que los primeros. Esta emergencia populista de derecha radical fue precedida por la centralidad de los valores posmaterialistas en un mundo cada vez más cosmopolitita, tolerante a la diferencia y cooperativo. La emergencia nacionalista voxista comparte con otros populismos europeos la creciente  desafección ciudadana a las partidocracias tradicionales, la deslocalización económica derivada de la hiperglobalización y de las políticas neoliberales, la crisis migratoria generada por la inestabilidad geopolítica en Oriente Medio y el fortalecimiento de posiciones eurófobas, que ligan las cesiones de soberanía a Bruselas, con el empeoramiento de las condiciones de vida y el problema de la inmigración.

En cada uno de estos momentos críticos se entiende que la unidad de España se constituye en un campo de pugna semántica de larga duración en el seno de los nacionalismos españoles, “identitarios” por reacción. Una aproximación sistemática a dicho campo de disputa conceptual permitirá el estudio del pensamiento de VOX en términos palimpsésticos.

Para abordar la dificultad de un estudio de largo plazo, proponemos responder a una historia intelectual contextualista. Desde el enfoque de Armitage (2012), aunamos las teorías de la historia de los conceptos, a la nueva historia de las ideas, que el contextualismo ha marcado como contextualismo serial: “By this I mean the reconstruction of a sequence of distinct contexts in which identifiable agents strategically deployed existing languages to effect definable goals such as legitimation and delegitimation, persuasion and dissuasion, consensus-building and radical innovation, for instance” (Armitage, 2012,p. 499). Se plantea una identificación de los cortes sincrónicos que permita analizar momentos estratégicos de significación de una idea, atendiendo a una línea diacrónica de desarrollo que evidencia cambios y usos contextuales en el largo plazo.

Esta aproximación es coherente con las teorías etnosimbolistas del nacionalismo, para las cuales las narrativas de nación consistirían en un ejercicio constante de reinvención de las tradiciones. Desde las aportaciones de la neurociencia también se ha diagnosticado que las narrativas nacionalistas responden a formas de pensamiento provistas de metaestructuras ficcionales, argumentativas y conceptuales invariables que permitirían una constante mutación en sus contenidos concretos.

Esta aproximación palimpséstica ocurre sobre una idealización (retrotopía) de una comunidad imaginada, la nación, y sus enemigos. Así, se diseña un neoculto que rescribe su guion político sobre las huellas del trazado antiguo (el palimpsesto), sedimentados en los imaginarios tradicionalistas de las viejas derechas. Esta sobreescritura la hace admisible al canon de la democracia-liberal, articulación histórica que ha experimentado transformaciones coyunturales a favor de democracias mayoritarias y delegativas, si no francamente iliberales (Zakaria, 1997).

Como otras nuevas derechas radicales, VOX no es declarativamente afín a un neoautoritarismo, aunque al sincretizar distintos legados, conserva aspectos de dichas experiencias. Así, en ciertos nacionalismos y populismos euroamericanos existen precedentes populistas, fascistas y liberal-conservadores.

Desde luego, existe una amplia literatura que conecta el populismo con el fascismo en versión post, otra recalca la especificidad de la derecha radical contemporánea (Paxton, 2019), sin olvidar que el nacionalpopulismo de VOX recoge parte del ideario liberal-conservador dieciochesco.

En este último caso se han priorizado enfoques coyunturales centrados en periodos específicos (revoluciones liberales, Restauración, franquismo, democracia) o perspectivas de corte holístico.

Este artículo corresponde a la introducción del artículo completo de Aranda Bustamante, G., & Escribano, R. (2022). Las múltiples hibridaciones del posfranquismo populista de vox. Desafíos, 34(2), 1-36. Para verlo completo, puede acceder desde aquí https://doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.co/desafios/a.11063

Alvaro Medina

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