Por Hugo Cox.- Una de las grandes características del cine es que puede proyectar el pasado al presente, y ese pasado -transformado en presente- transformarlo en una posibilidad de futuro. El relato, unido a las imágenes, permite ver con claridad ese juego en el tiempo histórico.
Pero para que ese juego temporal se logre, es necesario que el espectador no solo mire la película, sino que la observe con atención y con espíritu crítico sobre su entorno sociocultural. Se trata de no perder de vista la historia que explica el presente y permite (si se mantienen las mismas coordenadas) dar sentido a un posible futuro.
Existen dos cintas cinematográficas de la década del 70 en el plano internacional que nos permiten acercarnos a ese futuro. Una es “El discreto encanto de la burguesía”, y la otra es “El Huevo de la serpiente”; y en el plano local, dos cineastas, que está dentro de esta categoría: uno es Edgardo Viereck con su película “Schopsui”, y Silvio Caiozzi, cuya filmografía nos entrega un relato de la historia de este país con fineza y frescura.
La película «El discreto encanto de la burguesía» (1972) de Luis Buñuel, ofrece una sátira mordaz sobre la clase alta y sus hipocresías. Varias relaciones pueden establecerse entre la vida actual y esta película, algunas de las cuales incluyen:
En síntesis, «El discreto encanto de la burguesía» ofrece una crítica atemporal y universal sobre las dinámicas de poder, hipocresía y desigualdad que continúan siendo relevantes en la sociedad contemporánea.
La película «El huevo de la serpiente» (1977) de Ingmar Bergman, ambientada en la Alemania de la década de 1920, aborda el auge del totalitarismo y la deshumanización de la sociedad. Este filme puede considerarse vigente en el contexto actual por varias razones:
En síntesis, «El huevo de la serpiente» tiene vigencia en el contexto actual por su capacidad para reflejar las dinámicas sociales y políticas que pueden conducir al totalitarismo y la deshumanización. La película nos recuerda la importancia de la vigilancia, la justicia social y la protección de los derechos humanos para prevenir el resurgimiento de tales amenazas.
En el plano nacional cabe destacar a dos cineastas, Edgardo Viereck y Silvio Caiozzi, que nos entregan las mismas pinceladas para el Chile actual.
«Schopsui» (2010)
Edgardo Viereck nos regala esta cinta con una crítica punzante en que los temas sociales en la sociedad chilena son cada vez más visibles.
La película aborda la xenofobia, el desprecio por otras culturas y las complejidades de la identidad personal en un contexto de globalización y transculturalismo, en que la característica insular del Chile profundo se hace presente.
“Te necesito, pero no me molestes” parece ser el lema de «Schopsui», un filme que desentraña las contradicciones y conflictos sociales, anticipando y reflejando los dilemas actuales con años de antelación, y al mismo tiempo nos ofreció una ventana para repensar las interacciones humanas y la aceptación de la diversidad en una sociedad cada vez más globalizada.
Por su parte, Silvio Caiozzi -uno de los cineastas más influyentes y respetados de Chile- tiene una carrera que ha dejado una huella significativa en el cine nacional. Su obra destaca por su enfoque en la narrativa y la exploración de la identidad chilena, abordando temas sociales y personales con una profundidad única.
Caiozzi tiene la particularidad de capturar la esencia de la sociedad chilena en toda su dimensión, en sus películas explora lo complejo de la relaciones personales y familiares, alejándose de aquellos directores actuales que trabajan por financiamiento gubernamental y por la obtención de algún premio.
El cine de Caiozzi conecta con el Chile profundo, con su historia y la realidad presente, captando la complejidad de la historia de este país.
En síntesis, a través de dos cineastas extranjeros y dos cineastas chilenos encontramos las ventanas de lo que ellos nos presentaron antes de que la sociedad se volviera líquida y sin bordes.
Estudiar nuestra historia y proyectarla permite no cometer los mismos errores y estos cineastas abrieron las ventanas de lo que venía, pero pareciera ser que no fueron escuchados por quienes tenían la obligación de hacerlo.
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