Por Jadille Mussa.- El último tiempo todo lo vinculado al cambio climático ha puesto de manifiesto la importancia de los árboles para la disminución del calentamiento global, uno de los factores de cambio más críticos que ha causado esta crisis climática en el planeta.
Desde 1969, hace más de 50 años, cada 28 de junio se celebra el día del árbol. Pero es recién el 2018 que la Red de Arbolado Urbano presentó al Ministerio de Agricultura de Chile una propuesta legislativa, que dio como resultado el Proyecto de Ley de Arbolado Urbano, más conocida como “Ley Arbolito”, término peyorativo que no hace juicio a la importancia de los árboles al medio ambiente, considerando la gran cantidad de valores ecosistémicos, oxígeno, disminución de temperatura, regulación climática, contención de la tierra por sus raíces, aporte de materia orgánica a los suelos o hábitat para la fauna e insectos, que representan los árboles.
El año 2020 se generó una propuesta de Ordenanza Municipal para fortalecer la “Infraestructura Verde” del país, la que fue solicitada por más de 60 Municipalidades de ocho regiones de Chile. No puedo dejar de mencionar que el año 1998, el ya fallecido Senador Antonio Hovarth presentó otro Proyecto de Ley que hacía mención a la “Valoración y Protección del Árbol”. Pero al parecer toda esta historia legislativa y la coincidencia transversal de todos los sectores que confirman la importancia de los árboles, en especial para las ciudades, no ha sido suficiente para la promulgación de dicha Ley.
La gran importancia de contar con esta legislación es para que no exista la actual inequidad territorial de comunas con vegetación y otras con muy poco, donde la Organización Mundial de la Salud ha determinado que las personas deben habitar en ciudades con al menos 9 m2 de áreas verdes, con árboles urbanos e infraestructura verde asociada que sustente cumplir con el objetivo N° 11 ODS. Solo así lograremos ciudades más inclusivas, seguras, resilientes y sostenible.
Hoy en día se estima que el 50% de las personas viven concentradas en las ciudades, lo que genera un gran consumo de energía para calefaccionar, cobijar, alimentar y una serie de condiciones que requerimos como seres humanos para nuestra subsistencia. Pero el costo es que con esto generamos Co2 y otros Gases de efecto invernadero. Desde la Revolución Industrial se han extraído recursos naturales para nuestro confort económico, donde la pérdida de bosque y biodiversidad se encuentra en uno de los impactos más significativos que, sumado a los incendios, ha provocado pérdidas incalculables de árboles. En este punto la clave es reforestar las ciudades y provocar un impacto positivo a tanta pérdida, en especial si se centra en árboles nativos y que aporten alimentación a los habitantes, que seguiremos esperando con ansias la aparición de La Ley en el diario Oficial.
Jadille Mussa es arquitecta del Paisaje y Ecóloga, Máster Internacional en políticas del trabajo