Por Bernardo Javalquinto.- Quien asuma la presidencia en el próximo período no heredará simplemente un país con problemas, sino una nación dañada en sus fundamentos económicos y sociales. El legado incluirá probablemente una profunda desconfianza institucional, heridas sociales sin sanar, sistemas de protección social fracturados y una economía vulnerable a los shocks externos.
En este contexto de reconstrucción nacional, la elección del líder se convierte en una decisión terapéutica. No se trata de elegir entre un técnico o un estratega, sino de encontrar un estratega con las herramientas técnicas adecuadas para sanar las bases del país. Desde esta perspectiva, el perfil idóneo es el de un líder que piense como un economista de formación mixta —clásica y liberal— con experiencia global, templado en el manejo de crisis en organismos multilaterales como el Banco Mundial o el FMI, pues su experiencia es precisamente la de diagnosticar y rehabilitar economías dañadas.
La admirable habilidad gerencial del ingeniero comercial —orientada a la maximización de utilidades, mínima inversión y reducción de costos— resulta insuficiente para una tarea de esta envergadura. Un país puede parecer una empresa, pero no lo es: es una administración de políticas monetarias, fiscales y tributarias que debe ser reorganizada para la eficiencia; es un organismo complejo que requiere sanación estructural.
El próximo mandatario deberá equilibrar el trilema casi imposible de reactivar el crecimiento, recomponer la cohesión social y restaurar la sostenibilidad fiscal en un escenario de recursos escasos y altas expectativas. Aquí, la experiencia en organismos multilaterales es invaluable. Quien ha trabajado en el FMI ha sido entrenado para entrar en economías en crisis, diagnosticar fracturas profundas —déficit fiscal insostenible, volatilidad cambiaria, sistemas de pensión quebrados— y diseñar planes de estabilización creíbles bajo intensa presión internacional y de mercados.
Esta formación es la más adecuada para abordar los “pacientes de alto riesgo” que conformarán la agenda doméstica. El rediseño de un sistema de pensiones que ha perdido su legitimidad, la reforma de una salud pública bajo presión constante, y la gestión de tarifas de servicios básicos en un contexto inflacionario son más que problemas de gestión: son crisis de gobernanza que exigen una comprensión profunda de los trade-offs, los incentivos y los impactos sistémicos.
Un líder con experiencia global no ve una reforma tributaria solo como un instrumento de recaudación, sino como un mecanismo con efectos en la inversión, la distribución del ingreso y la confianza de los agentes económicos. Su enfoque estaría orientado a diseñar políticas que no curen una herida abriendo otra. Inflación, desempleo, delincuencia e inmigración son parte del cuadro clínico.
Finalmente, la tarea de reconstruir un país dañado se realizará en un escenario global volátil, moldeado por la administración de Estados Unidos. Las decisiones en Washington sobre tasas arancelarias, política comercial y seguridad energética determinarán el costo y la disponibilidad del financiamiento externo crucial para cualquier plan de recuperación.
Un presidente formado en las entrañas de este sistema global posee una ventaja crítica: la credibilidad para negociar con los acreedores y los organismos internacionales, la capacidad para anticipar shocks y la red de contactos para atraer inversión productiva y no meramente especulativa. Puede transformar la vulnerabilidad en una oportunidad para reinsertar al país en la economía global sobre bases más sólidas.
En conclusión, la magnitud del daño heredado demanda mucho más que un administrador; exige un arquitecto de la recuperación nacional. La próxima presidencia será un ejercicio de medicina económica y social de alta complejidad. La experiencia práctica en la gestión macroeconómica de crisis, adquirida en el campo de batalla de las instituciones financieras globales, proporciona el kit de herramientas de diagnóstico y tratamiento más robusto para esta titánica tarea de restauración. El electorado —consciente del desafío— podría bien privilegiar la competencia y la experiencia en resolución de crisis sobre cualquier otro atributo.
Dr. Bernardo Javalquinto Lagos, PhD, Associate Prof., UVM
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