Por Hugo Cox.- Existe un texto en la literatura mundial del escritor norteamericano John Reed publicado en 1921 titulado “Los diez días que conmovieron al mundo”. En este libro, el autor (destacado periodista) realiza una crónica testimonial de los acontecimientos de la Revolución Rusa de octubre de 1917.
En el caso de nuestro país, podríamos titular “Los 17 días que han conmovido a Chile”, porque las distintas expresiones de rebeldía con diferentes intensidades, tienen a la nación impactada y conmovida por la profundidad de las expresiones que son transversales a la sociedad y que dan cuenta del profundo malestar que se incubaba en el seno de la ciudadanía, malestar que apunta a la materialidad y las relaciones establecidas al interior de la sociedad, que se han ido desarrollando en forma lenta y que terminaron con explotar, situación que se expresado en las marchas continuas exigiendo el término de las relaciones asimétricas establecidas en la sociedad.
Mucho se ha escrito y hablado al respecto, pero se hace necesario que se decante el polvo para que asomen las consecuencias que este estallido tendrá.
Una aproximación a la crisis se orienta a concluir que ésta ya no es una crisis de coyuntura sino estructural, ya que se ha instalado en el imaginario colectivo la necesidad de establecer primero un nuevo trato en la sociedad entre los diferentes actores pertenecientes a este Chile y, por otra parte, se ha establecido como exigencia perentoria eliminar las grandes brechas salariales, y una mejor provisión de bienes públicos.
La crisis actual, tiene dos lados: en uno se pone de manifiesto el fracaso del equilibrio que se podía alcanzar por el “Libre Mercado”, que en términos prácticos no existe y que jamás podrá regular procesos que son fundamentales en toda sociedad; en el otro, ha aflorado un manejo mediático de la crisis que es impresionante, porque intenta confundir a las personas para justificar la violencia en las relaciones y la deficitaria intervención del Estado en favor de la supervivencia del capital financiero, con tal de impedir la crisis sistémica que según ellos nos destruiría a todos.
El actual debate social no ha estado focalizado solo en lo que dice relación a la materialidad del modelo como son el trabajo, pensiones, salud, etc., sino también en cómo son las relaciones con la autoridad, y con los otros, y esto está en directa relación con el quiebre muy acelerado de los fundamentos subjetivos de la ideología neoliberal hoy imperante, que son el logro, la competencia, la movilidad social, la rápida satisfacción de necesidades reales o creadas por el mercado del consumo.
Surge en medio de esta crisis el reencuentro con el ethos histórico de la sociedad chilena, es el reencuentro con una parte de la identidad de la sociedad y que dice relación con los valores de igualdad, solidaridad, el no verse como enemigos ni competidores, que son valores permanentes, este es el debate que politiza en la actualidad a la sociedad chilena.
En síntesis hoy Chile se encuentra en un estadio desde el cual puede iniciar un salto hacia adelante, donde primen en la sociedad los valores humanistas, con una democracia como sistema político que sea inclusivo, que garantice bienes públicos abiertos y, por lo tanto, más igualitarios, pero también se corre el riesgo de una involución política, como ya ocurrió con el golpe de estado del año 1973, o simplemente un cambio para que nada cambie.
La salida que ocurra va a depender en gran medida de cómo la sociedad civil vaya aprehendiendo y aprendiendo de las miles de batallas que ha dado, y cómo enfrente la desinformación y la batalla por la mantención del modelo ideológico neoliberal.