Por Juan Medina Torres.- La tercera edad es una etapa de la vida difícil de enfrentar para muchos. Esta etapa se desarrolla en condiciones radicalmente distintas a las otras del ser humano: la mayoría de los proyectos de vida ya se han cumplido; los objetivos de desarrollo profesional y personal generalmente ya fueron logrados y, si no es así, muchas de estas personas consideran que ya es tarde para hacerlo; los hijos ya han sido educados y ya han formado sus propias familias o se han independizado económica y físicamente. Todo esto mantiene muchas veces a este grupo etario en un sin sentido, sin proyectos y sin motivaciones.
Muchas personas mayores, al verse enfrentados a ese vacío, viviendo la situación del “nido vacío”, empiezan a presentar estados depresivos u otras alteraciones del ánimo que pueden redundar en enfermedades psicosomáticas que se agudizan con el aislamiento social. Una de las causas de la depresión es el aislamiento social.
Lo importante es que todo este marco en el que viven las personas de la tercera edad puede ser resignificado de una manera positiva, desde una perspectiva resiliente, porque no es más resiliente la persona que es exitosa en la vida, sino el que enfrenta las situaciones complejas y toma decisiones que le permiten mejorar su calidad de vida.
Cuántas luchas por diversas causas han enfrentado los adultos mayores. Han sufrido pérdidas, crisis, fracasos, postergaciones, enfermedades, tiranías… y muchos continúan. Un ejemplo de lo expuesto es Joe Biden, quien con 78 años se convierte en el Presidente de mayor edad en la historia de los Estados Unidos. Muchos dirán que Biden con esa edad no escogió vivir una vida junto a su familia y evitar el desafío político que significa estar frente de la nación más poderosa de la tierra. La respuesta estaría en que Biden es una persona resiliente con un código de valores, como señala Álvaro Medina, en su obra: “Resiliencia, levantarse mil veces y seguir luchando”. Es un código, que según Medina, “orienta la acción y que diferencia lo correcto de lo incorrecto, código en el cual la medida de todas las cosas, de todas las decisiones y de todas las acciones no es uno mismo, sino un propósito de largo plazo que se instala como un faro orientador”.
Pienso que en Chile, las políticas implementadas para los adultos mayores son de asistencialidad sin considerar las capacidades resilientes de este grupo etario muchos de los cuales, con una disciplina indomable han logrado alcanzar su propósito o bien superior.
Creo que faltan políticas con programas de desarrollo donde los adultos mayores pongan en valor su experiencia, es decir sean actores de iniciativas y puedan convertir a las organizaciones en las que participan en entidades con potencial de crecimiento y resistencia.
Se me ocurre que uno de los campos donde la experiencia del adulto mayor sería de extraordinaria importancia es la educación con implementación de talleres sobre el patrimonio, por ejemplo. Los talleres serían una estrategia educacional innovadora que reuniría a los adultos mayores con estudiantes para conocer y saber más sobre el patrimonio de sus barrios y ciudades.
Las nuevas corrientes pedagógicas señalan que aprender implica descubrir, construir, crear y, en esta perspectiva, el adulto mayor acompaña al alumno poniendo a su disposición todo su conocimiento sobre el patrimonio de sus barrios, de su comuna, fomentando en el alumno la necesidad de investigar asumiendo la importancia que tiene el patrimonio en su formación educacional.
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