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Los argumentos de la miopía política

Por Edgardo Viereck.- En el reciente artículo “Los escenarios para salir del terremoto social”, publicado por ElPensador.io, su autor, Hugo Cox, ensaya correctamente lo que puede decirse, a modo de síntesis, acerca de las salidas al conflicto que ha vivido el país en los últimos días. Valgan las conclusiones allí aportadas como una aguda fotografía que propone una mirada con teleobjetivo a la crisis, develando sus componentes básicos: desconexión y falta de empatía del gobierno con el sentir ciudadano, demora en la toma de las decisiones, falta de gobernanza y miopía política. Detengámonos en esta última. Asumamos lo que ha ocurrido como un relato, una narrativa susceptible de revisión tanto en el plano de lo que nos cuenta como de lo que nos elude, es decir lo que subyace y también se esconde en los intersticios de lo no dicho, lo no explicitado, lo sutilmente evitado o derechamente (léase al modo en que suele hacerlo la derecha política chilena) ocultado.

La miopía política de nuestra derecha recuerda a ese avestruz que esconde la cabeza porque puede ver y oír, pero no quiere. No se trata de una imposibilidad, sino de una acción premeditada. De una estrategia para conseguir objetivos cada vez que el viento arrecia, lo que incluye pedirle a otros que hagan el trabajo sucio si es necesario. En este ejercicio, que la derecha chilena realiza cada tanto, se afirman cierto argumentos tipo que conviene revisar:

1) Chile necesita mano férrea. Un Presidente que sea él y nadie más que él quien defina lo que se legisla.

2) La sociedad civil sólo quiere tranquilidad para poder seguir trabajando. El poder ya está democratizado y no se requiere mucho más.

3) El modelo funciona. A pesar de todo, funciona.

4) En este país ya se pagan muchos impuestos, incluyendo los más ricos.

5) En este estado de cosas los pobres pueden salir de la pobreza.

6) Chile está modernizado. Todos queremos Orden y las Fuerzas Armadas están disponibles para defenderlo.

Pero en este ejercicio no solo se insiste en tales supuestos, sino que deja afuera otros, por ejemplo:

1) El Estado vale la pena: la experiencia de las Cajas de Previsión de las FF. AA. y las Cooperativa de Carabineros y otras similares, que gozan de excelente salud hasta el día de hoy, son perfecta demostración de ello.

2) El motor de muchos sectores de la economía privada ha sido el Estado: a través de Corfo, del Banco Estado y muchos otros instrumentos de fomento y subsidio sectorizados y proyectados desde diversos ámbitos del Estado hacia la sociedad civil, como es el caso de los Municipios y Corporaciones de Derecho Público que son expresiones del aparato público en su misión de construir país. Hasta el día de hoy la eficiencia del modelo no fue capaz de sacarse de la solapa la caspa que significa tener que aceptar que casi un tercio de la riqueza de Chile proviene de Codelco, una empresa pública nacionalizada y estatizada durante la Unidad Popular; valga recordar el costo político que pagó por esto el gobierno de Salvador Allende.

3) La ciudadanía sabe algo más que sólo trabajar y consumir: y bien puede abrirse la puerta a considerarla no solo como votante-cliente sino como un cuerpo con iniciativa legal y por cierto constitucional. El “chorreo” bien puede incluir un poco de poder a las comunidades, y eso no es otra cosa que reconocer, en el plano político e institucional, una realidad que este mismo gobierno ha declarado como parte de su ideario a través del discurso de la modernidad, el uso de las tecnologías de la información y la comunicación digital. La sociedad horizontal es algo que el neoliberalismo ha promovido. Bien podría convertirlo en capital político y consagrarse como EL impulsor de esta nueva forma de democratización llamada sociedad del conocimiento.

4) Distribuir conocimiento es mejor que distribuir riqueza: porque es la mejor riqueza ya que las formas convencionales de la acumulación no ofrecen un campo de sentido muy interesante en la era digital. Abandonar el sesgo oligárquico permitiría poner broche de oro al anhelado proceso de liberalización material y espiritual del sujeto individuado para que acceda a un estadio superior de desarrollo, que no es otro que el de convertirse en ciudadano.

Como se puede apreciar, esta miopía está hecha, además, de una peligrosa falta de consideraciones históricas. Considérese, por mero ejemplo, que hace una semana el vocero del Ejército a cargo del Estado de Emergencia decretado en el país, declaraba no estar en guerra con nadie develando que la desobediencia al poder civil tenía doble sentido, es decir no solo para sobrepasarlo sino para defender el orden constitucional incluso a pesar del gobierno de turno. Exijo una explicación, como diría Condorito. Esta escena, inimaginable para muchos, estaba ahí, oculta debajo de la alfombra desde los hechos de 1891 (que desencadenaron una guerra civil), esperando su momento para develarse y sugerir que mucho más puede haber que se nos pierde en el subtexto de este relato que hoy nos convoca. Una miopía peligrosa no solamente para los intereses del sector que la promueve sino para todo el país. Una ignorancia que puede llevarnos a este terremoto en el que ya estamos e incluso más, a un cataclismo que deje poco o nada en pie. Es esta misma miopía la que le impide al gobierno ver varios elementos que podrían servirle para salir de la encrucijada en que libre y espontáneamente ha decidido meterse y, de paso, meternos a todos.

Pero claro, no es tan simple porque todo esto implica, en definitiva, cambiar el modelo que se ha jurado defender.