Opinión

Los posibles escenarios que se abren con la prisión efectiva de Bolsonaro

La prisión de Bolsonaro marca un punto de inflexión en la política brasileña: entre el fortalecimiento institucional y la fragmentación de la extrema derecha, se abre la posibilidad de un nuevo pacto democrático.

Por Fernando de la Cuadra.- Bolsonaro está en prisión domiciliaria, destacan los titulares de los principales diarios del país. ¿Y ahora qué puede pasar si el expresidente es efectivamente encarcelado? Según los pasos que ha seguido el proceso judicial en su contra, falta poco para que sea condenado por los delitos que él, junto a otros 33 cómplices —militares y civiles— cometieron tras su derrota electoral en octubre de 2022.

Solo para recordar, las acusaciones que pesan sobre este grupo de sediciosos articulados en torno a una trama golpista fracasada incluyen cinco crímenes:

  • Conspiración para dar un golpe de Estado
  • Abolición del Estado democrático de derecho
  • Asociación criminal armada
  • Daño calificado al patrimonio público
  • Deterioro del patrimonio histórico nacional

Si es considerado culpable por todos estos delitos, Bolsonaro podría ser condenado a más de 40 años de cárcel y aumentar su inelegibilidad política —que actualmente se extiende hasta el año 2030.

Esto no incluye otros crímenes por los cuales el ex capitán también está siendo investigado, como su conducta negligente durante la pandemia de COVID-19, que causó la muerte de más de 700 mil ciudadanos; la falsificación del certificado de vacunación cuando viajó a Estados Unidos; o la intención de vender las joyas y relojes de oro recibidos del gobierno de Arabia Saudita.

A ello se suma recientemente la conspiración internacional entre Bolsonaro, su hijo Eduardo y el gobierno de Donald Trump, para que este aplicara sanciones tarifarias a Brasil y penalizara a miembros del Supremo Tribunal Federal (STF), en especial al ministro Alexandre de Moraes.

En rigor, no existe ninguna ilegalidad cometida por el ministro Moraes que pueda ser acusada por la justicia estadounidense. Al contrario, el proceso conducido por él ha seguido estrictamente todos los pasos procesales que contempla la legislación brasileña, incluyendo el derecho a la legítima defensa y al contradictorio, consagrados en la Constitución.

Entonces, pensando en una situación —cada vez más plausible— de que se haga efectiva la prisión de Bolsonaro, cabe preguntarse por sus desdoblamientos en posibles futuros escenarios, tanto institucionales como en lo que respecta al ámbito de la extrema derecha brasileña y el bolsonarismo.

Una primera cuestión es que la prisión del expresidente y sus cómplices representa un triunfo del Poder Judicial y del principio de que “nadie está por encima de la ley”. Esto debería fortalecer la confianza ciudadana en el papel del STF y en la pluralidad de organismos de la institucionalidad democrática, sistemáticamente atacados por el bolsonarismo.

Indudablemente, Bolsonaro y sus huestes reaccionarán violentamente ante una decisión de este tenor, acusando a la justicia de persecución política y llamando a sus seguidores a tomar las calles —como el pasado 8 de enero de 2023— para exigir amnistía. Pero esta vez, con pocas posibilidades de revertir la condena. La mayoría de la población brasileña ya se ha manifestado a favor del encarcelamiento de Bolsonaro y sus secuaces.

Sin embargo, una radicalización del llamado “bolsonarismo raíz” se enfrentará con la propia división de la derecha y la extrema derecha de cara a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. En este espacio político se vislumbran varias figuras como posibles candidatos: Tarcísio de Freitas, Romeu Zema, Ronaldo Caiado y Ratinho Junior, actuales gobernadores de São Paulo, Minas Gerais, Goiás y Paraná, respectivamente. También figuran como presidenciables Michelle Bolsonaro y sus hijos Flavio y Eduardo.

En ese sentido, estos candidatos deberán asumir distintas estrategias: algunos acentuando su extremismo con adhesión total a Bolsonaro y a las medidas coercitivas del gobierno Trump, enfrentando directamente al STF para movilizar a los votantes incondicionales del ex capitán. Otros optarán por una postura más distante del bolsonarismo, buscando el apoyo de electores de derecha moderada que perciben que la solución a los dilemas del país no pasa por una mayor radicalización, sino por la conformación de un bloque conservador dentro de las reglas democráticas. Algunos podrían mantenerse en una posición “neutra”, esperando los resultados de los acontecimientos y las encuestas de opinión.

Por otra parte, sin la presencia aglutinadora de Bolsonaro —como ocurrió en las elecciones de 2018 y 2022—, es probable que se produzca una reconfiguración y fragmentación del campo de la derecha. Surgirán corrientes que recuperen su discurso liberal tradicional, otras que apuesten por una mirada tecnocrática y conservadora, y otras más radicalizadas, como las huestes ultraderechistas y neofascistas que siguen reivindicando el golpe y la ruptura democrática.

La inclinación por una u otra alternativa dependerá de la postura que asuma la mayoría de los electores respecto al encarcelamiento de Bolsonaro y de quienes lo acompañaron en la tentativa golpista.

Esto también podría implicar un repunte del presidente Lula da Silva —la carta más fuerte del momento— y de los candidatos mejor evaluados para darle continuidad a su gobierno: Fernando Haddad, Geraldo Alckmin o Simone Tebet.

En resumen, la prisión de Bolsonaro representa el triunfo de la democracia y de las instituciones jurídicas del país. También puede significar la pulverización de la extrema derecha y la oportunidad para el surgimiento de un nuevo pacto democrático entre las fuerzas políticas cansadas del clima de odio, violencia extremista y radicalización impuesto por el bolsonarismo en los últimos años.

 

Alvaro Medina

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