Por Roberto Fernández.- Mirado lo más objetivamente posible, este país está atravesando una crisis de proporciones, la que todavía no se ha manifestado totalmente.
Realmente son tres crisis que confluyen: Una de salud; una político/social; y una económica.
No hay que ser un genio para darse cuenta que estamos viviendo una situación difícil y, potencialmente, muy peligrosa para estabilidad del país.
El cómo se desarrollen las cosas, dependerá de las decisiones que tomen los actores políticos, económicos y sociales. Pero no existen muchas alternativas.
Podemos reducirlas a dos: las institucionales, y las extra institucionales. Comenzaremos por las segundas.
Hablamos de la posibilidad de un estallido social generalizado, descontrolado y permanente. Un escenario así hace difícil proyectar las salidas posibles. No sería fácil vivir en el caos consecuente.
Una derivada de este escenario sería una aventura militar con el objetivo de imponer un gobierno autoritario.
Aunque es difícil de prever sus consecuencias, lo más probable es que no lograría dar estabilidad al país. Estaría aislado internacionalmente y el boicot que generaría en todo el mundo a los productos chilenos sería significativo; sin contar con la disminución de la inversión extranjera y las fuentes de financiamiento externo.
Lo más probable es que sería una solución de corto plazo.
Respecto a las salidas institucionales, podemos decir que la primera, que todo siga igual, aparece como la menos viable. Significa más de lo mismo. De alguna manera sería como esconder el polvo bajo la alfombra, que si bien es una de las características de nuestra idiosincrasia, no haría más que complicar las cosas.
Las crisis están en curso, no han llegado aún a su peak. Se parecería a sentarse en el patio a mirar la crecida del río que se va a llevar la casa.
Lo más razonable frente a lo que estamos viviendo, parece ser la salida político institucional.
Es difícil negar la sensatez de esta alternativa, pero en Chile tiene una enorme dificultad para ser implementada: el descrédito, rechazo y desconfianza que los ciudadanos manifiestan respecto al gobierno, al Parlamento, al Poder Judicial, los empresarios, los partidos políticos, la iglesia, entre otros. Todas tienen una credibilidad bajísima.
Como se puede ver la situación es muy compleja.
Vislumbrar una salida
Para comenzar a pensar una solución política, se tiene que considerar el estallido social de octubre y las causas que lo originaron. Que sólo estamos en un paréntesis, dado que esas causas no solo se mantienen, sino que se han agudizado con la epidemia.
El 1% de los chilenos concentra el 26,7% de la riqueza, y si consideramos al 10% más rico, posee el 66,5% de la riqueza.
La concentración de la riqueza, la pobreza y las desigualdades siguen incólumes. Y para la mayoría de los chilenos son inaceptables.
La salida política requiere, además de hacerse cargo de esto y ofrecer soluciones viables y creíbles, de acuerdos que expresen a una mayoría de la población.
La gestión desastrosa de la epidemia por parte del gobierno, que al inicio de esta tenía 6% de apoyo, no ayuda en nada a la búsqueda de soluciones en el marco de la institucionalidad. Es muy probable que en unas semanas más hayamos doblado el número de contagios de países como Alemania, Italia, España y Francia, que nos duplican y hasta triplican en población.
El número de fallecidos, según todas las proyecciones serias, llegaría al menos a 17.000 al final de la epidemia.
La insistencia de las autoridades de que lo han hecho bien y el apoyo de buena parte de la derecha a su gestión, los aísla más respecto a la gente, y agrega problemas a la búsqueda de consensos.
Difícilmente la oposición podía aparecer ante la opinión pública apoyando al Presidente Piñera. Sería un suicidio político. En este contexto las alternativas tampoco son muchas.
La Constitución prevé la renuncia del presidente por razones de salud y el camino a seguir en tal caso. El presidente Piñera tiene claramente problemas al respecto. Sería tranquilizador para todos que se diga cuál es su enfermedad y sobre todo si es inhabilitante.
La realización del plebiscito el 25 de octubre, ofrece también una salida política a las crisis. Por lo menos le quitaría presión a la situación actual y daría más tiempo en la búsqueda de soluciones de más largo plazo.
Como se puede ver enfrentamos una realidad muy compleja y potencialmente muy riesgosa. Es de esperar que la racionalidad y el sentido común se impongan.