Opinión

Los símbolos perdidos del estallido

El estallido social de 2019 redefinió símbolos y liderazgos en Chile, pero el fracaso constitucional y la polarización han impulsado un retorno al centro pragmático, dejando un vacío político que la extrema derecha ha sabido explotar.

Por Hugo Cox.- El estallido social en Chile, que comenzó en octubre de 2019, marcó un quiebre significativo en la política y la sociedad chilena, generando una simbología y discursos de carácter reembolsable.

Estos elementos, que buscaban transformar las bases del país, han tenido un impacto complejo y evolutivo desde entonces.

Si bien ha pasado poco tiempo para hacer un análisis más exhaustivo, si se puede realizar un acercamiento al fenómeno, en que se pueden destacar dos momentos: el primero, que parte con los estudiantes saltando los torniquetes del Metro y que después desemboca en una marcha multitudinaria de los sectores medios en conjunto con estudiantes, dando cuenta de la asfixia económica de esos sectores.

El segundo momento se produce cuando los sectores de una izquierda radical se unen al lumpen urbano provocando el caos ya conocido y ampliamente descrito (Lucy Oporto realiza un muy buen análisis al respecto).

La simbología del estallido social se manifiesta en diversas formas, tanto en las calles como en las redes sociales. El “No son 30 pesos, son 30 años” se convirtió en uno de los mensajes más emblemáticos, simbolizando el descontento no sólo por el alza del pasaje del Metro, sino por el modelo económico desarrollado en Chile heredado de la dictadura de Pinochet y profundizado en la post-dictadura. No obstante, esto es una verdad a medias, porque dentro de los gobiernos de la Concertación hubo una serie de reformas que permitieron bajar, por ejemplo, los índices de pobreza en el país.

El eslogan, entonces, apuntaba a la frustración acumulada por un modelo económico y político en su conjunto.

Los “Nuevos rostros”

El estallido visibilizó una nueva generación de líderes sociales y políticos, alejados de la élite tradicional. Figuras como Gustavo Gatica o Fabiola Campillai, que perdieron la vista por disparos de la policía, se convirtieron en símbolos de la injusticia del sistema. Sus historias personales representaban las heridas profundas de la represión estatal.

La “Plaza de la Dignidad” (antes Plaza Italia) se transformó en el epicentro de las protestas. Rebautizado por los manifestantes, simbolizaba un lugar de encuentro, de resistencia y de lucha por un futuro más justo. Se llenó de grafitis, pancartas y performances artísticas que comunicaban un deseo de cambio. La plaza se convirtió en un santuario cívico para el movimiento.

Los pueblos originarios, en particular el pueblo mapuche, fueron un actor fundamental en el estallido. La bandera mapuche se hizo omnipresente, volviéndose un símbolo de la plurinacionalidad y la demanda de reconocimiento. Este elemento, junto con los cánticos en mapudungun, representaba la crítica al estado unitario y el deseo de una nueva estructura política que integrara la diversidad cultural de Chile.

¿Qué pasó con ellos?

Con el tiempo, la fuerza de estos discursos y símbolos se ha debilitado, pero no ha desaparecido. La Convención Constitucional fue el principal motor de la materialización de estos discursos, pero el rechazo a su propuesta en 2022 marcó un punto de inflexión. El fracaso a una iniciativa que fue vista por muchos como radical y alejada de las demandas populares, provocó una sensación de desencanto y de un necesario retorno al pragmatismo.

El debate político actual en Chile se ha vuelto a centrar en temas de seguridad, economía y reformas más graduales. Muchos de los discursos fundacionales han sido reemplazados por un enfoque más conservador y gradualista, que busca reformar el sistema en lugar de reemplazarlo por completo. La crisis económica y la delincuencia han reorientado las preocupaciones de la ciudadanía, desplazando el foco del debate político.

¿Retorno a la tradición de centro?

La pregunta sobre si Chile es un país de tradición de centro es compleja y tiene múltiples respuestas.

Visión histórica: Tradicionalmente, Chile ha sido considerado un país con una fuerte tradición de centro. Durante gran parte del siglo XX, la Democracia Cristiana dominó la política, ejerciendo como un puente entre la derecha y la izquierda. La Concertación, que gobernó por 20 años después de la dictadura, se posicionó como una coalición de centro-izquierda, implementando políticas de libre mercado con una fuerte agenda social.

La polarización reciente: El estallido social y los procesos constitucionales demostraron una fuerte polarización. Por un lado, surgió una nueva izquierda con discursos radicales y transformadores. Por otro, la derecha tradicional y los nuevos movimientos de ultraderecha se fortalecieron, capitalizando el miedo al cambio y la insatisfacción con el proceso constituyente. Esta polarización generó un silencio en el centro político, que perdió fuerza y ​​representación.

El presente: Actualmente se observa un retorno al pragmatismo y al centro. El rechazo a la propuesta de Constitución, la crisis de la delincuencia y la economía han moderado las posturas de muchos actores políticos. La necesidad de consensos amplios para resolver problemas urgentes ha llevado a un giro hacia el centro. No obstante, esta vuelta no implica la desaparición de las posturas más extremas, sino un reposicionamiento del eje político en un punto intermedio, priorizando la estabilidad y la gobernabilidad sobre los cambios refundacionales

En conclusión, el estallido social y sus discursos refundacionales tuvieron un impacto profundo, pero han evolucionado y se han moderado con el tiempo. El fracaso de la vía constituyente y la crisis actual han empujado a Chile de vuelta a una posición de centro pragmático, buscando soluciones más graduales a los problemas del país.

Estamos todos atrapados en nuestras propias fuentes de información, nuestros propios lenguajes, nuestros datos y conclusiones diferentes, cada vez más consolidados. Cuando dejamos de contemplar las paredes de la torre y miramos a los ojos del otro, lo que vemos nos resulta completamente extraño.

De lo anterior que queda pareciera ser un gran hueco político del que se ha aprovechado la extrema derecha populista, y que Chile una vez más desaprovecha las pocas oportunidades que tiene para desarrollarse.

Alvaro Medina

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