Por Hugo Cox.- Corría el año 1968, mayo, y en París los estudiantes estaban en la calle y el grito era por reforma universitaria y cambios profundos en la sociedad francesa. El hoy mitificado “Mayo del 68”.
Pier Paolo Passolini se daba cuenta de que los manifestantes “tienen cara de hijos de papá, que la buena casta no engaña. ¡Yo simpatizaba con los polizontes! porque los polizontes son hijos de los pobres”. Esta experiencia nos entrega un dato relevante que, al menos en Chile, no ha sido tomado en cuenta por los sectores de la izquierda y es que el movimiento el obrero dejó de ser sujeto revolucionario. Los obreros no están en las calles y la izquierda ha tomado nuevos referentes sociales: las mujeres, los homosexuales, los pobladores y los inmigrantes. Pero estos movimientos sociales más que una transformación radical de la sociedad piden su inclusión en la estructura dominante. Ernst Jünger decía: “La mano izquierda cierra el puño, la derecha se abre para recibir su dinero; y así sigue marchando el mundo”.
Pero en torno al sujeto revolucionario está el lumpen. Ya Carlos Marx junto a Engels, en el texto “La ideología alemana”, y después en “El 18 Brumario” aterrizan más el concepto, situando al lumpen por debajo de la clase proletaria, opuesta a ésta, ya que no posee conciencia de clase, y le entregan al obrero la dinámica del cambio.
Pero con la llegada de la globalización se acaba la época de bonanza económica conocida como “los años dorados del capitalismo”. La deslocalización de las empresas a países con menores costos económicos y sociales y el desarrollo tecnológico hacen posible que cada vez sean necesarios menos trabajadores por lo que el número de personas desempleadas o infraempleadas aumenta progresivamente.
En las sociedades postindustriales se produce un empobrecimiento de la clase media y un declive de la vieja clase obrera aumentando la desigualdad; y, por otra parte, la globalización tiende a “lumpenizar” la sociedad al potenciar la pérdida de derechos sociales, la incertidumbre laboral y la inestabilidad económica que se ha vuelto endémica a partir de la Recesión de 2007. Pero no solo la dinámica actual convierte a enormes sectores de la sociedad en lumpen-proletatriado económico sino que convierte a toda la sociedad en lumpen-proletariado espiritual. Como dice Zygmunt Bauman: “Los afectados por el virus del “lumpen-proletariado espiritual” viven en el presente y por el presente. Viven para sobrevivir (en la medida de lo posible) y para obtener satisfacción (tanta como puedan). Como el mundo no es para ellos un terreno de juego local ni tampoco algo de su propiedad (al haberse liberado de la herencia, se sienten libres pero, en cierto modo, desheredados, como si les hubieran robado algo o alguien les hubiera traicionado), no ven nada de malo en explotarlo para su voluntad; para ellos, la explotación no es odiosa en la medida que tampoco lo es robar para recuperar lo que nos han robado”. Ya que no olvidamos de que el individuo en la sociedad actual no es sujeto por producir sino por consumir. Mientras consumes eres parte del sistema, dentro de los integrados; cuando no puedes consumir, pasas a ser un excluido.
La globalización ha traído un aumento de la desigualdad. La devaluación brutal de los salarios a nivel mundial trae aparejada una pérdida de los derechos sociales equivalentes. La lumpenización de amplios sectores de la sociedad es más que evidente. Cesantes o con sueldos bajos, pero siempre con el teléfono móvil de última generación en la mano, sin futuro ni objetivos más allá de lograr dinero para su próxima compra compulsiva, ya sea un viaje, una prenda de marca u otro símbolo de estatus similar. Pero sin la posibilidad de estabilidad laboral y familiar.
Existe alguna relación con octubre de 2019. Se puede apreciar que el movimiento surge desde las Universidades principales, que salen a la calle ya en 2011, y mantienen con altos y bajos su nivel de movilización. En Octubre de 2019 salen a la calle, sitiando Santiago y otras ciudades del país, pero en esta protestas no está lo poco que queda del movimiento obrero. Sí salen anarcos, feministas, ecologistas, pobladores, diversidades sexuales, es decir, movimientos identitarios, y a estos movimientos sociales se pliega en la calle el lumpen con las características que Bauman describe.
En Francia, después de Mayo, llegó al gobierno la derecha. En Chile, después de octubre, llegaron los otrora estudiantes y con responsabilidades mayores.
En los contextos actuales las herramientas propuestas para salir de la crisis son resistidas o no comprendidas porque las urgencias son otras ya largamente descritas. Nos encontramos con alianzas que no pueden ser una suma de partidos y movimientos que, como se observa a diario, actúan desafinados. Tiene que haber claridad en torno a los objetivos reales que se propongan, tanto la alianza como el comité político, actuando coordinadamente, pero lo que observamos es una permanente tensión al interior del gobierno.
En las actuales condiciones el gobierno y el Presidente debieran moderar su actuar. Pero si este último tiene lealtad con su coalición de origen y con su simbología y discurso de primera vuelta, no se resolverá el conflicto y tensionará a los dos coaliciones y a su gabinete, que deben compartir propósitos y visiones y consensuar para dar gobernabilidad.
No pueden seguir pensando en hacer “la revolución”; deben pensar en gobernar para un Chile diverso.
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