Por Alvaro Medina Jara.- “Memorias de mi Chiloé”, es el nombre del nuevo libro que el escritor, gestor cultural y, podríamos decir, artista integral chilote, Miguel Jiménez, lanza este martes 28 de marzo de la mano de la Fundación Mágica, organización encabezada por el cineasta Silvio Caiozzi, con una larga trayectoria cultural en la isla grande y en el archipiélago adyacente.
Jiménez es, desde cierto punto de vista, objeto de su misma misión, cual es el rescate del patrimonio, de la memoria, de los valores y costumbres de un Chiloé que, para algunos está en peligro, e incluso yéndose, apagándose en algunos aspectos, como el sol en un ocaso. Y dio que es objeto de ello, porque él mismo es parte de ese patrimonio, es un hijo de un Chiloé que se forjó en la adversidad y la escasez, en la carencia y en la solidaridad, en el empeño por ser isla, pero al mismo tiempo ser parte de Chile.
Ver también:
“Memorias de mi Chiloé, un viaje al patrimonio cultural”
Este nuevo libro, dividido en dos partes que recorren la cotidianeidad castreña en los años 50 y los personajes -que Miguel Jiménez llama “enjundiosos”- son en realidad un viaje al pasado, amigable, coloquial, como introduciéndonos en una colmena llena de riqueza.
Miguel Jiménez conversó con ElPensador.io, y nos habló de su rescate, y de su gran labor de extensión cultural.
– Cuando uno escribe, normalmente uno escribe para alguien, pensando en un lector… ¿usted escribe para los chilotes o para los chilenos continentales?
– Buena pregunta. No lo había pensado. Pero creo que cuando me empecé a dar cuenta de que no había registros de lo que yo viví cuando niño, y además… En Castro, el primero que me pidió que escribiera fue el corresponsal de El Llanquihue, que me dijo: “Miguel, tú escribes bien, ¿por qué no escribes sobre temas de Chiloé?”. Y ahí me lancé, y escribí como un año, a cambio de que me regalaran el diario. Y después empecé a trabajar en la Casa Chilota y hacía eventos culturales, y escribía los comunicados de prensa que después se transformaban en artículos. Ahí me di cuenta de que podía comunicarlo al resto del país, y a su vez darlo a conocer también en el extranjero, porque mi labor no paró ahí. Esto ha llegado a los cinco continentes. He hecho mucha extensión y difusión cultural, al punto que fui nominado al Premio de Extensión de la municipalidad, pero como no estaba allá no lo gané.
– Usted ha dicho que el Chiloé de hoy no es como el Chiloé de antes. ¿Por qué es importante rescatar ese Chiloé para los chilotes actuales y los chilenos continentales?
Hace falta un rescate general para todos, porque me he dado cuenta de que Chiloé es muy querido y eso ahora se transformó sobre todo después del terremoto del 60, que yo lo viví y lo pasé muy mal, porque fue el terremoto más grande que he vivido y ya tengo cinco, a la edad que tengo. Le tengo mucho respeto por lo que viví, porque prácticamente se nos cayó todo y casi nos quemamos. Todo eso creo que se valora. Si yo lo valoro, espero que otros aprendan a valorarlo. En mi vida he tomado contacto con muchas personas importantes, por ejemplo una vez en Castro estuve con el Padre Guarda, con Walter Hanish, y les mostré mi trabajo sobre Chiloé. El padre Hanish me dijo, “Miguel, siga escribiendo, es valioso lo que usted hace”. Y aunque viviera afuera, con mayor razón. Lo que yo he hecho es extensión cultural.
– Y rescate patrimonial…
Es que he estado metido en todo. En Chiloé, donde levante una piedra aparece Miguel Jiménez.
– Normalmente la gente que trabaja en rescate patrimonial cree que el patrimonio son edificios o cosas, pero usted rescata a las personas.
El intangible también. Recuerdo a doña Marta Cruz Coke que me apoyó bastante. En mi primer libro no está la labor que yo hice en Santiago; en este (“Memorias de mi Chiloé”), sí. Cuando presenté el primero en Santiago fue éxito… tengo buena pluma y soy detallista, eso ayuda. No soy profesor de castellano, soy científico.
– ¿Y cómo parte de la ciencia a hacer rescate cultural?
Es que después hice un Magíster en la universidad en Diseño Instruccional, y eso me permite diseñar todo tipo de materiales enfocados a la educación, pero sirve igual para todo. Incluso trabajé en una empresa minera haciendo programas de instrucción. He pasado de todo un poco.
– ¿Qué cosas han cambiado desde el Chiloé de antes al Chiloé de ahora?
Ha cambiado mucho. Te iba a decir que en el terremoto coincidió que a Chiloé le dieron la franquicia aduanera, por su relación con Punta Arenas. No era puerto libre, pero todo el mundo le llamó puerto libre porque iban de Santiago a Chiloé en forma precaria, y allá compraban todo barato y exquisito, porque todos eran productos de Europa, de excelente calidad, que no había en otra parte. Y ahí, después del terremoto, la gente empezó que había algo en esa isla que era como mágico. Había un panorama, un paisaje, que eran distintos. Y cada lugar tiene su magia, tiene su gente, su cultura y su lenguaje. Entonces, yo voy a Chiloé, me reciben muy bien, tengo muchas amistades, yo me entiendo con ellos y puedo hablar hasta en chilote.
– ¿Hablar en chilote? ¿Cómo se habla en chilote?
“Chico, qué cosas tenías…”. Con el cantito y todo. Por ejemplo, cuando iba en el trencito, un trencito de trocha angosta, chiquitito, y el maquinista ve una señora a la vera con una bolsa en la cabeza, porque así se estilaba, no se llevaban las cosas colgando como ahora… “Señora”, le dice, “la llevamos”. “¡Calla tu boca, chico, qué cosas tienes! Yo voy apurá… chao, gracias”. Eso es una respuesta en chilote.
– ¿Y en términos valóricos? ¿Cómo es el Chiloé de antes comparado con el actual?
Creo que me quedo con el antiguo, porque era sufrido, esforzado y muy sano. Porque vivíamos con las cosas mínimas. Yo tuve una infancia bastante desastrosa en salud, y en los inviernos prácticamente botado por el asma, y mi madre con una vela, con cero asistencia médica. Así viví por muchos años, pero eso no quita que yo no rescate muchas cosas. Además tengo memoria… Conocí y compartí con las personas de mi vecindario, y los entusiasmé para que me enviaran fotos, como dos años estuve en eso, (para recatar esa memoria). Y lo que no me gustó es que la gente nueva que está llegando a la municipalidad, no valora. Por ejemplo, cuando voy a Castro, a la biblioteca (a la que salvé, perdóname, la salvé del cierre, porque me enteré que la iban a cerrar porque no tenían presupuesto)…
– ¿Qué pasa con la cultura frente a la urbanización o la continentalización de la isla? Estoy pensando, por ejemplo, en el puente (sobre el canal de Chacao)…
Siempre los chilotes reclaman que ha llegado mucha gente, que el puente se va a llevar la cultura. Yo no estoy de acuerdo. Es una isla unida con un puente al continente…
– ¿Va a seguir siendo la Isla de Chiloé?
Para mí lo ha sido. Ahora, la gente de afuera se adueñó un poco de todo eso y ha tratado de cambiarlo, pero la cultura chilota es muy fuerte, entonces ha resistido y se sigue manifestando. Eso es lo que me gusta.
– Le pregunto por el puente porque usted menciona en su nuevo libro a un personaje que fue uno de los primeros en proponer un puente sobre el canal de Chacao…
El loco Garay, yo lo conocí e incluso con un pintor he hicimos una maqueta de un puente, porque fue a Estados Unidos y se enamoró del Golden Gate… tengo hartas historias para contar de eso también. Y resulta que él murió sin saber que después se aprobó, se desaprobó, y luego con Piñera se empieza la construcción y todavía no lo vemos. Pero también está la politización de todo este asunto.
– Usted mencionaba que uno de los valores del Chiloé de antes era el sufrimiento, ser sufridos. ¿cuánto ha marcado a Chiloé el sufrimiento?
Nosotros aprendimos a vivir en forma precaria. No había teléfono, no había televisión. Escuchábamos la radio a galena… era vivir en el oeste americano en versión chilena. No había esas cosas que trajo la modernidad, como la delincuencia. Lamentablemente ahora en la plaza de Castro venden droga, ahí en la plaza, están metidos en los colegios, y se matan igual, y ahora con la doble vía, se matan ahora, chocan de frente en una carretera angosta, y la gente joven con copete, esa es la realidad de hoy. Ahora, es una cultura rica, digna de destacar, como dijo la Margot Loyola. Para mí, eso es lo importante, rescatar la rescatar la esencia de la cultura chilota, tanto lo tangible como lo intangible, hay monumentos vivientes todavía. No quiero nombrar a algunos y dejar a otros afuera.
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