Por Daniela Montes Arenas.- Hace dos años, en estas fechas veraniegas por primera vez muchos de nosotros escuchábamos en los medios de comunicación el nombre de la embarcación #openarms y es que justo en ese tiempo, en su expedición número 65, estuvieron prácticamente un mes entorno a las doscientas personas navegando a la deriva en buscar de tierra firme, siendo náufragos sin tierra huyendo del infierno.
Para quienes no sepan lo que es el @openarms, son una ONG que se dedica únicamente a proteger en el mar a aquellas personas que intentan llegar a Europa huyendo de conflictos bélicos, persecución o pobreza; y también de informar y formar en tierra para conseguir que las personas que migran puedan tomar sus decisiones con total libertad y conocimiento.
¿Cuánto tiene que sufrir una persona para que lo más seguro que tenga sea jugarse la vida en el mar? Desde organizaciones como esta y otras como son ong sea watch, mediterranea, médicos sin fronteras con el barco Geo Barents y Aylan Kurdi (si es el nombre del menor que murió y apareció su cuerpo en una playa turca) se dedican a la vigilancia y salvamento de las embarcaciones de personas (las pateras en lenguaje coloquial) que necesitan auxilio en el Mediterráneo central y proteger la vida de los más vulnerables en la emergencia en tierra. Estas organizaciones son la luz de esperanza para el cementerio que es el mar Mediterráneo. Da miedo pensar que mientras tú te bañas y disfrutas del mar y la arena, hay personas cuyas historias acabaron en eses mismo mar que a ti te refresca del calor, pero que para ellos fue un auténtico horror y pérdida.
Náufragos sin tierra, es el título del libro que da nombre a esta entrada, está escrito por Yolanda Álvarez, reportera desde el año 2015 del programa En Portada, corresponsal de guerra y noticias internacionales, ganadora de varios premios como el Premio Libertad de Expresión, el Premio Derechos Humanos y el Premio Turia a la Mejor Contribución de Medios de Comunicación. ¡Vaya! un sinfín de cosas más que podéis leer en la reseña de su libro. Por mi parte, yo os diré que tengo el placer de conocerla y que me siento agradecida porque una persona con tanta calidad humana esté en mi vida, Yolanda es de estas personas que son luz.
En fin, también es la única reportera que estuvo todos los días en el Open Arms, donde pasó casi un mes relatando la misión y dando voz a todas las personas que estaban a bordo. Según ella, lo que hizo no fue dar voz a los que no la tiene, sino potenciar las voces de aquellos que merecen ser escuchados. Visibilizó el horror de todas aquellas personas que arriesgan su vida en el Mare Nostrum para llegar a una Europa que no los quiere, que les criminaliza, y les utiliza como moneda de cambio política (esto no lo dice ella, lo digo yo eh)
Como ya expuse en la entrada ¿Crisis migratoria o crisis de humanidad?, para mí el principal problema radica en la externalización del control fronterizo, Europa ha subcontratado la responsabilidad fronteriza a los países receptores y a los emisores de inmigración creando un efecto embudo que sólo ha potenciado el tráfico humano, la explotación y una total violación de los derechos humanos.
Es más, esto en cierto modo ha otorgado a países como Marruecos, Argelia o Libia el poder de la amenaza ante la cooperación. Lo digo con conocimiento de causa o si no, ¿Qué fue lo que hizo exactamente Marruecos en mayo con España?
Está claro que de política internacional sabemos poco y queremos saber menos, porque si de verdad quisiéramos saber se habrían pedido responsabilidades sobre lo que pasó hace dos meses (te recuerdo que 8.000 personas cruzaron la frontera de Ceuta en dos días) y los 30 millones de euros que desembolsó es estado español para el aumento de la policía en ambos lados de la frontera.
Lo que resalta la historia de Náufragos sin Tierra es el tira y afloja de poderes y como un presidente dejó literalmente a la deriva a más de 150 personas con su política de cierre de fronteras. Con ello se demostró que hace mucho que no se pone encima de la mesa a las personas, se nos olvidó que eran personas y sus vidas las que estaban en juego, decidimos mirar hacia un lado cuando es el sufrimiento del otro y no el mío propio, lo hacemos cuando sabemos que en Libia existen centros de explotación, hay compra y venta de seres humanos y el promedio de gasto de una persona es de 3.000 euros por “jugarse a morir en el mar”, ¿no sería mejor que directamente llegaran y lo gastaran en el país?
Está claro que por mucho que no queramos verlo aún hay clases de seres humanos y el lugar de origen y color de piel, determina mucho nuestras posibilidades. ¡El color del pasaporte no debería de determinar nuestra calidad humana!, pero lo hace, es más, hay personas se la juegan aun sabiendo que no tienen garantías legales (ni las conocen), tienen derecho a ser reconocidas como personas potenciales solicitantes de protección internacional, desde menores no acompañados, a mujeres víctimas de violencia o personas del colectivo LGTBI y/u otras minorías.
Para mí, el libro de Náufragos sin tierra y el reportaje de en portada que te dejo a continuación ha sido la oportunidad de “poner cara” y de legitimar las historias que hacen que las personas por supervivencia se enfrenten a la incertidumbre del mar.
Dos años después y una pandemia de por medio, las personas siguen jugándose la vida en el mar porque no tienen más opciones, porque la idea del “sueño europeo” es más grande que sus necesidades, porque el sacrificio será recompensados y porque siempre se puede alcanzar la felicidad. ¡Ay! Si es que al final todas las personas queremos lo mismo, algo tan simple y complicado tener un lugar en el mundo que te reconforte y consigas tu paz interior (¡Ojo! que esto es muy personal porque depende mucho de las expectativas de vida)
Sin duda, para estas vacaciones mi recomendación es leer el libro Náufragos sin tierra, ver el programa de en portada y acabar leyendo el libro de “el viaje al país de los blancos” de Ousman Umar (o es lo que he hecho yo durante esta semana) te da otro prisma y sobre todo, otro valor al privilegio de tu vida.
En lo que va de año 632 personas han muerto, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Ahora, finalizando esta publicación también lo hace la misión 83 #Astral de la organización Open Arms, esta vez han salvado la vida de 400 personas, por medio de 15 operaciones de rescate. Son 400 vidas, historias, personas que ahora comienzan otra etapa en el camino, la de hacerse un hueco y cumplir un sueño en una tierra que no les quiere.
Daniela Montes es Migrante colombiana en España. Trabajadora social especialista en Migración, Máster en Trabajo Social Comunitario: Gestión y Evaluación de Servicios Sociales.