Categorías: Mundo Académico

No se trata de obligarlos a asistir al jardín infantil

Por María Victoria Peralta.- Diversos artículos y seminarios han alertado sobre la baja matrícula y asistencia de niños y niñas a los jardines infantiles y sus efectos negativos en los aprendizajes. Lo bueno es que, gracias a la sicología positiva y a las neurociencias, también conocemos la enorme plasticidad, proactividad y capacidad de recuperación que tienen los párvulos en sus aprendizajes, es decir, no existen los determinismos en la formación humana, salvo casos especiales. Los ambientes familiares, culturales y naturales también aportan en otros aprendizajes, entregándoles seguridad y abriendo las puertas adecuadas.

Lo dicho es sin desmerecer lo que entrega un “buen” jardín infantil, sobre todo si responde a características de la pedagogía posmoderna, donde el niño o niña explora, juega, transforma, crea, goza, inventa, ama y es amado. En síntesis, donde es feliz holísticamente. Esta visión del jardín infantil, lamentablemente no es la que comparten muchos directivos e incluso ciertas familias, que tienen una mirada sobreescolarizada de la educación parvularia.

Por tanto, si analizamos las causas de por qué no se matricula a los párvulos, encontramos muchas razones; entre ellas, temores de los padres por el COVID 19, fragilidad de salud de los infantes en invierno, pero también porque el jardín infantil no es la respuesta válida como programa para todas las familias. En efecto, para muchas de ellas, los denominados programas no-formales o diversificados responden mejor a sus características y necesidades; por ejemplo, para las guaguas o familias en sectores lejanos o de población dispersa, son mejores aquellos con educadores a domicilio o en la comunidad, potenciando el rol educativo de los padres, apoyados por diversos medios de comunicación (radio, TV, internet) y material gráfico.

Programas de este tipo hay muchos en el mundo y en Chile; los desarrollan JUNJI, Integra, Chile Crece Contigo, municipalidades, universidades, etc. El problema es que aún no son reconocidos como programas “educativos” a pesar de las positivas evaluaciones de ellos.

Por ello, el problema no es obligar a las familias a que vayan sus hijos a los jardines infantiles; la obligación es para el Estado de ofrecer una gama de programas, desde aquellos no-formales, con las cualidades formativas de una educación realmente “buena” que responda a las necesidades actuales, junto con las características de los niños y niñas y sus familias, entre ellas las culturales, aún tan poco consideradas.

María Victoria Peralta es doctora en Educación, Premio Nacional de Educación y académica de la Universidad Central

Alvaro Medina

Entradas recientes

Así mataron la presunción de inocencia

La manipulación de un sistema judicial con denuncias falsas revela la fragilidad de la presunción…

4 días hace

Marx y el sueño de la Tierra Prometida: una lectura secular del mesianismo

Aunque Marx rechazó la religión, su visión del comunismo como destino histórico guarda sorprendentes paralelos…

4 días hace

Los posibles escenarios que se abren con la prisión efectiva de Bolsonaro

La prisión de Bolsonaro marca un punto de inflexión en la política brasileña: entre el…

4 días hace

Mercado laboral al Debe

Bajo el peso de la inteligencia artificial, las reformas laborales y un crecimiento global lento,…

4 días hace

El corolario Trump

La imprevisibilidad de Trump como espectáculo político atraviesa fronteras y reconfigura la diplomacia de la…

4 días hace

Trabajadores condenan amenazas contra alcalde de San Bernardo

Los trabajadores de la salud de San Bernardo enviaron una declaración conjunta condenando las amenazas…

6 días hace