Carlos Cantero nos relata otra visión de la Navidad desde los antiguos misterios hasta la recuperación de los valores que se necesita hoy.
Por Carlos Cantero.- La Navidad es Culto a la Naturaleza, celebración vernácula que reconoce el eterno ciclo de regeneración que nos autoconstituye. Desde el fondo de los tiempos, los pueblos ancestrales y comunidades atávicas del mundo, leen en el libro de la naturaleza, reconociendo las esferas y sus ciclos, los constantes rizos anuales, de luz y oscuridad, frío y calor, verano e invierno, muerte y nacimiento.
El triunfo de la luz y energía del verano, en el constante equilibrio dinámico con el invierno y su oscuridad. La ciclicidad anual en las cuatro estaciones: sus dos equinoccios y dos solsticios, de verano e invierno, en cada hemisferio o en la diaria batalla de la naciente y la muerte del sol (poniente).
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Preparémonos para una «feliz e-Navidad»
El solsticio de invierno, marca un momentum en que el tiempo se detiene, en que cobra sentido el símbolo de las semillas, latencias que regeneran la vida desde el interior de la tierra, en un tiempo para crecer y multiplicarse.
Momento de recogimiento y meditación, en que nos reconocemos hijas e hijos de la luz, en la circularidad que alcanza nuestra vida, en el eterno retorno a la unidad, en el que uno es todo. Y todo es uno en la unicidad. Momento de interioridad, inmersión en el infinito encuentro con la esencia y sentido de la vida, del ser y estar, en la Omni: sciencia, potencia y presencia de la Fuerza Primera y Potencia Generadora.
Construcción mental en el amor, que es ethos y Logos, ética, estética y emocionalidad, sustento de certezas en espíritus, firmes, cristalinos y angulados como la Piedra Cúbica, bien pulida y trabajada que construye los grandes templos de la humanidad.
La Navidad es una Pascua, paso o cambio de un estado a otro, es el triunfo del AMOR CRÍSTICO, la luz sobre las tinieblas, la etapa ascendente de nuestro propio invierno interior, en el eterno ciclo de renovación, de continua regeneración, en el micro (personal) y macro cosmo.
Mientras el macrocosmo renueva los movimientos celestes con que las esferas y su sincrónica armonía regeneran el universo. Nuestro microcosmo simbólico, en el recogimiento de interioridad, lee la naturaleza para adicionar las leyes del espíritu: donde todo es mente y vibración; causalidad y efecto; donde reina la correspondencia, como es arriba es abajo, como es adentro es afuera; donde todo sigue el ritmo del flujo y reflujo; que resuenan en nuestro interior con la mística melodía de las esferas, impulsando la alquimia espiritual. ¡Feliz Navidad!
Carlos Cantero, Geógrafo y Doctor en Sociología