Por Mariana Schkolnik.- Recuerdo como un rayo de luz que me iluminó y me dio total claridad sobre lo inevitable de mi género, en una importante reunión ministerial en los noventa en que de pronto comprendí que todos los presentes estaban totalmente involucrados y yo era la única cuya mente se movía de un problema a otro, me preocupaba si le habían dado el remedio al hijo en mi casa. Mientras veía procesión de cafés y galletas y reflexiones larguísimas sobre cada tópico. Todos estos afortunados tienen esposa, pensé con rabia, y los pensaría miles de veces en los años siguientes. Y hasta ese día entendí que de liberada yo no tenía nada, que compartir el lavado de platos con mi marido no eximía a mi mente programada, ¿afortunadamente? para proteger a los míos.
El año 2019 fue un año bastante épico. Revuelta nacional, entre otras cosas, revuelta similar a las de otras épocas, con su cuota de violencia y poesía callejera. La sociedad entera corre sus límites un poquito más allá. Y asi ocurre de tanto en tanto, mayores demandas sociales, cambios institucionales, interpelación a la clase política, inercias, defensa de parcelas de poder, negociaciones, en fin, historia que avanza.
Pero tal vez lo más impactante y que, sin embargo, aparentemente no ha tenido tantas implicancias visibles, fue la performance de Las Tesis. Estoy segura de que está fresco en la memoria de todos nosotros, aunque no se hable de ello o mucha gente mayor ponga cara de disgusto, vuelve y seguirá volviendo a las mentes de hombres y mujeres de todas las edades por mucho tiempo.
Las Tesis, mujeres de esta generación que hacen la revolución al presentarse semidesnudas, tatuadas o con una estética desafiante, antítesis de los cánones de moda y de las concepciones de belleza actuales, despojadas de los artilugios de la feminidad. Sus performances afectan visualmente, ensucian y dañan el paisaje, espantan a la estética en uso, atentan contra los oídos de los moralistas y bien educados.
Un choque cultural, un mundo desconocido que emerge con fuerza y lo quiere todo. Una contracultura que las nuevas generaciones lideran y que nos asusta y nos cuesta entender. Son unas guerreras sin tapujos y de una guerra larga y desconocida que empezó hace mucho y ahora ya es difícil callar.
En mí tuvieron un gran impacto. Nunca imaginé ver a las mujeres tan fuertemente empoderadas, tan duras e intransigentes, feroces y temibles. Nuestras abuelas pudieron ser más o menos oprimidas, finalmente llevadas desde la infancia al matrimonio, más o menos liberadas y muchas veces confundidas con libertinas, y acalladas o escondidas (tantas Teresas Wilms Montt en esa generación). Nuestras madres muchas emancipadas por el deseo o necesidad de trabajar y tener una profesión, empleos siempre inferiores o precarios, obligadas a encontrar al protector, al proveedor principal, desde una posición de inferioridad. Y, finalmente, muchas postergando su vida profesional por la realidad de los hijos y la crianza.
Nosotras mismas partimos de una base superior de exigencias, obviamente trabajar al ver los sueños rotos de nuestras madres, tratar con más fuerza de ser autosuficientes, pero siempre soñando con los frenos puestos, enarbolando como gran logro compartir las tareas del hogar con un hombre comprensivo. Siempre desde una posición de sumisión, de inferioridad, pedir ser bien tratadas, pedir ser respetadas, pedir ser valoradas, como si no naciéramos con esas condiciones.
Nunca en mi vida pensé ver el desafío planetario que fue Las Tesis. A lo largo de la historia hubo muchas luchas, cientos de combates, encarcelamientos y muertes, por mejores salarios, derecho a voto, derecho al aborto, derecho a comandar nuestro propio cuerpo, derecho a justicia, derecho a ser representadas en el poder político. Todas, demandas desde nuestra posición de inferioridad, de supeditación. Pedir otro pedazo de la torta, otro espacio en el mundo.
Pero nunca vi algo tan desafiante: Lo quiero todo dicen las Tesis. Quieren el poder de cambiarlo todo, y no lo digo sólo por las chilenas, sino por todas las jóvenes del mundo que no piden nada, quieren tomárselo todo. Buscan el fin de una Era, de una sociedad, de un sistema con una estructura machista que afecta a mujeres (y hombres). Buscan el fin del machismo institucional, legal, global. Lo exigen, no lo piden.
Ni siquiera me había dado cuenta del hastío, del agotamiento, de la irritación que me provocaban los chistes machistas y misóginos, el dominio escondido en el paternalismo y la protección machista, los agarrones y cariños machistas, la prepotencia machista. Y, sobre todo, esta opresiva división de roles impuesta que impide a los hombres gozar a sus hijos, y a nosotras realizarnos sin culpa. Que impide a los hombres escuchar sin prejuicios a las mujeres, sus colegas, compañeras e iguales, en reuniones, y situaciones de poder, empobreciendo la toma de decisiones, las discusiones basales y finalmente afectando negativamente nuestro propio mundo.
Y de pronto irrumpen las Tesis e iluminan esas partes oscuras de nuestra mente y vivencias, esos resentimientos y malos recuerdos y nos hacen reflotar los sueños guardados. Y dan ganas de levantarse y gritar como ellas, “el violador eres tú”, y disipar todas esas nubes negras que nos persiguen desde nuestra niñez, desde el odio al vestidito rosado que “no puedes ensuciar” y las niñitas se sientan con las piernas cerradas, aprende a cocinar y coser, mientras los hombres saltan libres. Hasta el “estudia secretaría que la ingeniería no se lleva con faldas”.
Violaste mis sueños, te reíste de mis pretensiones, minimizaste mis opiniones, invisibilizaste mi trabajo, te apoderaste de él. Convenciste a nuestros hijos y a mí misma que era yo la que no cumplía mis obligaciones cuando llegué tarde y no hice de comer, cuando no atendí a tus amigos adecuadamente, cuando lloré de impotencia superada por la maternidad. Me convenciste en la oficina que lo que yo escribía no era suficiente para poner mi nombre en portada. Violaste mi orgullo con la palmadita en mi hombro, en lugar de pagarme un salario justo.
En la juventud todas nos sentimos atemorizadas por los abusadores de la calle, de las universidades, de los trabajos. Fuimos apocadas, ridiculizadas, cosificadas y humilladas. Los mijiteos, los linda, golpe al ego cuando tratas de hacer valer tus estudios y conocimientos.
Maltratadores pasivos en las casas y oficinas, voyeristas de mujeres en asambleas y seminarios. Muchas sufrimos intentos de violación o violación en fiestas y encuentros sociales, agarrones, maltrato y acoso en las calles y en las clases, fuimos ridiculizadas por pedir respeto en reuniones, tildadas de exageradas, histéricas, inestables y enrolladas. Y finalmente muchas geniales, destacadas y creativas acalladas para siempre.
Desde chica soñé con conquistar el espacio, llegar a la luna y a todos los planetas, supongo que sirvió la literatura, la ciencia ficción Asimov y Huxley. Soñé con revoluciones proletarias, gracias a los textos. También me inspiraron la Marie Curie para estudiar e investigar y soñé con ser profesional y sobresalir. E incluso la Simone de Beauvoir copó mis pensamientos de mujer libre, entonces luché por la autonomía, por no perecer a los amores románticos, por tener un proyecto propio y luchar por él. Pero nunca, nunca se me pasó por la cabeza, conquistarlo todo, acabar con todas las formas de opresión machista. Jamás soñé con exigir el poder de decidir todo lo que queríamos, con matar violentamente al sistema patriarcal, aunque fuera con las palabras. Nunca soñé con esta revolución la del atrevernos a exigirlo todo, comérselo, espantar al mundo, aterrorizar al mundo.
Y estoy segura de que en la vida de todos fue un golpe fuerte, a todos nos quedó en la retina, en la memoria, el shock de ver y oír: el violador eres tú. Las Tesis son la revolución de las mujeres, de las ciudadanas, de todas las oprimidas, las jóvenes, las viejas, las libres, las profesionales. Es una revolución y es violenta.
Asi son las revoluciones con su cuota de terror.
Esta es una revolución y es violenta porque asusta, interpela, acosa, arrincona, amenaza y acusa al sistema patriarcal, y sus derivaciones machistas en todas sus formas. Es violenta y permanece en la memoria porque se representa con imágenes, canciones, bailes, actitudes y todo tipo de simbologías confrontacionales, duras y rupturistas. Posee una estética fuerte y guerrera.
No, para nadie son fáciles de olvidar, permanecen en la retina de todos nosotros en Chile y el mundo. Junten miedo machistas-opresores, las nuevas guerreras estan aquí para quedarse y ser conciencia permanente.
Interpelan a que todos nosotros cambiemos para cambiarlo todo. Y cuidado que sea rápido, las nuevas generaciones nos demandan.
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