Alejandro Félix de Souza analiza los factores por los cuales ejercemos nuestra participación en elecciones, desde los sociales hasta los sicológicos.
Por Alejandro Félix de Souza, desde Panamá.- El pasado 5 de mayo se llevaron a cabo las elecciones nacionales en Panamá, donde se eligieron simultáneamente los cuatro niveles de cargos electivos: Presidente de la República, Diputados, Alcaldes y Representantes de Corregimientos o Concejales (cargos legislativos locales). Es mi quinta elección desde que regresamos al país, y me encanta cumplir con mi sagrado deber de ir a votar.
Desde 1981, cuando en mi adolescencia me asomé con curiosidad a informarme por primera vez sobre elecciones partidarias (las francesas, cuando se eligió a François Mitterrand como Presidente de la República Francesa), no deja de fascinarme este fenómeno social de la renovación de mandatos democráticos a las autoridades a nivel ejecutivo y legislativo.
Afición que no ha cesado, antes bien, se ha incrementado y me ayuda a practicar mis cinco idiomas, ya que llevo más de cuatro décadas analizando elecciones en todo el mundo, y asombrándome por la riqueza de posibilidades que tiene esa estupenda expresión del quehacer humano que es la política (y es la razón por la que me asomé muy tempranamente a la ciencia política).
El Alejandrario de hoy, escrito con información que encontré en Internet y con ayuda de inteligencia artificial, busca precisamente ocuparse de una cuestión esencial cuando se acercan estos procesos electorales: ¿cuáles son las motivaciones y razones por las que la gente vota? Veamos algunas interesantes variantes, ya que la gente en algunos casos vota no por una, sino por múltiples razones (y lo mismo ocurre cuando no vota).
Como todos sabemos, el voto universal en las elecciones presidenciales es uno de los pilares fundamentales de la democracia contemporánea. La participación electoral nos ayuda a comprender la salud de un sistema político, y a proveer a las autoridades elegidas para cargos ejecutivos por ciclos que en promedio duran en la mayoría de los países del mundo entre cuatro y cinco años, con “mandatos” o direcciones (a veces tenues, a veces muy generales, a veces muy precisas y cerradas) remitidas por el electorado, para orientar la gestión gubernativa.
En las poliarquías contemporáneas, hemos visto que esos mandatos dan una legitimidad de origen (el mandato está legitimado por quien ha obtenido los votos de la mayoría de los electores), y, como hemos visto recientemente en casi todo el mundo democrático, esa legitimidad de origen tiene que encontrar los niveles de, como me gusta decir, “aquiescencia social” (ciertos pisos de apoyo en la opinión pública) que permitan que esa legitimidad de origen obtenga niveles sostenidos, y ojalá crecientes, de “legitimidad de ejercicio” hasta que comience un nuevo ciclo electoral.
Esta última legitimidad, la “legitimidad de ejercicio” es una de las tareas más difíciles y titánicas para que las autoridades electas puedan ejercer efectivamente su acción gubernativa, y es el objeto de un libro que estoy escribiendo sobre el rol de la comunicación gubernamental en apoyar a los gobiernos en mantener una comunicación efectiva y en dos vías con la población.
Esta comunicación gubernamental, como lo hemos visto en casi toda América Latina, si se ejerce competentemente, permite lograr sostener, y en algunos casos, aumentar, el “piso de aquiescencia social” con el que inician los mandatos, ya que los períodos de “luna de miel” entre gobiernos recién asumidos y la población, están siendo cada vez más reducidos.
Es entonces muy importante entender cómo la acción gubernativa se mantiene con un nivel aceptable de alineación con la lectura del mandato recibido, y por ello es clave entender: ¿por qué la gente vota? ¿Qué los motiva a interrumpir otras actividades más placenteras, o más egoístas, para dedicar tiempo, dinero y energía al proceso de toma de decisiones de por quién votar?
En este análisis abarcaremos aspectos psicológicos, sociológicos, culturales y económicos, donde uno puede ver todo un espectro de motivaciones, desde un ángulo donde hay mayor presencia de ciudadanos altamente comprometidos y altruistas, y pasar por variaciones que nos llevan hasta motivos muy pedestres y egoístas.
Expresión de opiniones personales y valores
Votar permite a los individuos expresar sus opiniones personales y apoyar a los candidatos y partidos que reflejan sus valores y creencias. En este sentido, el voto es un medio de expresión personal y una forma de participación en el debate público.
Los votantes a menudo buscan candidatos que compartan sus puntos de vista sobre temas importantes como la economía, la salud, la educación y temas relacionados con la conducción de los asuntos de la sociedad. A través del voto, los ciudadanos pueden promover políticas que consideran beneficiosas para ellos mismos, sus familias y sus comunidades.
Influencia de los medios de comunicación y redes sociales
En la era digital, los medios de comunicación y las redes sociales juegan un papel fundamental en influir en la decisión de votar. La cobertura mediática de las elecciones y la discusión de temas políticos en plataformas de redes sociales pueden aumentar la conciencia sobre la importancia de votar y sobre las cuestiones en juego. Además, la desinformación y la información errónea también pueden tener un impacto, alterando percepciones y comportamientos electorales.
Cumplimiento del deber cívico
Una de las razones más comunes y poderosas por las cuales la gente vota es el sentido del deber cívico. Este concepto se refiere a la creencia de que votar es una responsabilidad moral de cada ciudadano para con su comunidad y su país.
En muchas sociedades, votar es visto como una parte esencial de la ciudadanía activa y un compromiso con el bienestar colectivo. Este sentido del deber puede estar influenciado por la educación cívica, la historia nacional y las normas sociales que valoran la participación en los procesos democráticos.
Percepción de que el voto personal cuenta o influye
Otro factor importante es el impacto percibido del voto. Muchos votantes participan en elecciones presidenciales porque creen que su voto puede influir en el resultado. Esta percepción puede ser especialmente fuerte en elecciones muy reñidas, o donde el resultado parece incierto. La teoría de la elección racional sugiere que los individuos evalúan los costos y beneficios de votar, y si sienten que su voto tiene la capacidad de decidir una elección, es más probable que participen.
Las elecciones presidenciales determinan quién establecerá y ejecutará las políticas que afectarán la vida de los ciudadanos en los años venideros. Los votantes participan en el proceso electoral para influir en decisiones importantes que impactarán aspectos como los impuestos, el empleo, la seguridad social, la salud y la educación. El voto, por lo tanto, es una herramienta para ejercer un control directo o indirecto sobre las decisiones que afectan la vida cotidiana y el bienestar general.
Impacto del interés económico propio
Cuando yo era joven, molestaba a algunos amigos diciéndoles que su partido era el “PIP”, el “Partido del Interés Propio”. El interés económico es otro motivador clave para votar. Los votantes suelen considerar cuáles candidatos o partidos ofrecen las mejores políticas para mejorar su situación económica personal, o la de sus negocios, algo que hemos visto reflejado en las encuestas publicadas en Panamá, notoriamente explicitado en las de Doxa y The Marketing Group, donde hay una asimetría de valores entre lo que las personas piensan que es el principal problema del país, y cuál es el principal problema de su familia o el suyo.
Aspectos económicos clave que pesan en estos electores que, en la jerga de los comentaristas, “votan con sus bolsillos”, incluyen temas de reducción o aumento de impuestos, generación de empleo, resolver el tema de la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social, el mantenimiento, reducción, eliminación o sustitución de subsidios, y otros beneficios económicos.
La percepción de que un voto puede influir en los resultados económicos favorables para una persona o para su familia, es una poderosa razón para participar en las elecciones. Y uno de los desmotivadores más importantes para que un elector se mueva a votar (es un potente desmovilizador) es la percepción de que “no hay nada que hacer, todo va a seguir igual para mi familia y para mí”.
Influencia de los grupos de pertenencia
La decisión de votar también está fuertemente influenciada por los grupos sociales a los que pertenece una persona, como la familia, amigos, colegas y grupos con los que las personas se relacionan (hobbies, aficiones, deportes, etc).
Estos grupos pueden proporcionar presión social o incentivos para votar. La teoría del comportamiento electoral sugiere que cuando los miembros de un grupo participan activamente en la política, es más probable que los individuos dentro de ese grupo también voten, debido a la influencia del grupo y la expectativa de conformarse a lo que se percibe como “pensamiento de grupo” o de “manada”.
Revisando en mi biblioteca las crónicas de una de las elecciones más emblemáticas de la historia reciente, la de Bill Clinton de 1992, recordé cómo Clinton era muy exitoso en la captación de votos de las llamadas “soccer Moms”, es decir, las mamás que llevaban a sus hijos e hijas a las prácticas de fútbol de la escuela. En Panamá, un lugar clave donde antes se hacía socialización política (y se podían tener buenos “insights” del humor del electorado), eran las mesas de gente que se juntaba para jugar dominó; hoy es más probable que los “runners”, los padeleros o los triatlonistas puedan ser un símil con las “soccer Moms”.
La presión social para conformarse con las expectativas del grupo puede motivar a los individuos a votar, incluso si personalmente no se sienten inclinados a hacerlo. Además, en muchas sociedades, votar es visto como una actividad socialmente deseable y, en algunos casos, como una obligación moral.
Identificación con los candidatos o partidos
La identificación con un candidato o partido político también motiva a las personas a votar. Esto puede ser resultado de una alineación de valores, creencias o políticas propuestas. Los candidatos que logran conectar emocionalmente con los votantes o que parecen representar los intereses y valores de un grupo específico, pueden movilizar significativos segmentos del electorado. La lealtad partidista puede ser un factor determinante, especialmente en sistemas bipartidistas.
El rol de las campañas electorales
Las campañas electorales son herramientas cruciales para aumentar la participación electoral. A través de la publicidad, los actos y mítines, los debates y el marketing político, los candidatos y los partidos buscan no solo informar a los votantes sobre sus plataformas, sino también inspirar y movilizar a la base electoral.
La efectividad de una campaña puede influir significativamente en la decisión de votar, haciendo que el electorado se sienta más informado y comprometido con el proceso electoral.
Factores socioeconómicos
Los factores socioeconómicos también influyen en la decisión de votar. Las investigaciones han mostrado que la educación, el ingreso y el empleo están correlacionados con la participación electoral. Las personas con mayor nivel educativo, por ejemplo, tienden a votar en mayor proporción, porque están más informadas y más comprometidas con los procesos políticos. Del mismo modo, aquellos con mayores recursos, tienen más facilidad para acceder a la información y a los lugares de votación.
Motivaciones políticas, ideológicas, y de identidad
Las motivaciones políticas e ideológicas son, sin duda, determinantes clave en la participación electoral. Muchos votantes se sienten motivados por el deseo de apoyar a candidatos o partidos cuyas plataformas reflejan sus propias creencias y valores.
En contextos en los que las diferencias entre los candidatos son marcadas, y las ideologías están claramente definidas, es más probable que los individuos se sientan compelidos a votar para influir en la dirección política del país.
Un ejemplo de organizaciones que pueden movilizar efectivamente a sus votantes son los partidos o movimientos de base religiosa, o los partidos que promueven agendas de derechos.
La identidad y la representación son motivaciones significativas para votar. Los individuos que sienten que su identidad cultural, étnica, religiosa o de género está representada o amenazada por los políticos en el poder (ambos casos son válidos), pueden estar más motivados para participar en elecciones presidenciales, porque pueden pensar que de esa manera sus voces serán escuchadas y sus intereses defendidos.
Interacciones con entidades gubernamentales y nivel de educación política
La educación política y las experiencias personales con el gobierno también motivan la participación electoral. Las personas que han recibido educación cívica o que han tenido experiencias positivas o negativas con políticas gubernamentales, son más propensas a ver el voto como un medio efectivo para el cambio o la continuidad política. La percepción de eficacia política (la creencia de que su voto cuenta) es crucial para motivar a los votantes.
Factores de contexto y leyes electorales
Los factores contextuales y regulatorios, como las leyes electorales, la facilidad para votar y la percepción de la integridad del proceso electoral, también afectan la participación. Los sistemas que facilitan el voto, como el registro automático o el voto anticipado, tienden a tener tasas de participación más altas. Por otro lado, la percepción de fraude electoral o desconfianza en el proceso, puede desmotivar la participación.
En definitiva, hay muchas razones por las cuales las personas votan en las elecciones (y aclaro que este no es un inventario exacto ni exhaustivo, aunque bastante detallado). Desde el sentido del deber cívico, el interés económico personal, la influencia de los medios de comunicación, y la efectividad de las campañas, diversos factores juegan un papel en la movilización de los votantes.
Entender estas motivaciones es esencial para apreciar la complejidad de la conducta de los electores, y para fomentar una participación más amplia y significativa en los procesos democráticos.
En mi mentalidad, votar no sólo es un derecho, sino también una obligación; y la participación de las personas en las elecciones es una pieza fundamental del engranaje que sostiene las democracias contemporáneas, proporcionando legitimidad y salud a los mandatos.