Opinión

Partido Socialista de Chile, el más desleal con Salvador Allende

Al interior del Partido Socialista se propiciaban los cambios para nuestro país de manera mucho más rápida de lo que deseaba Allende.  El PS se precipitó con una propuesta audaz y hasta temeraria, dice Miguel Mendoza.

Por Miguel Mendoza.- Conmemoramos un nuevo aniversario del Golpe de Estado, donde una junta militar encabezada por el general Augusto Pinochet sacó del poder al Presidente Salvador Allende.

Por cierto, fue un golpe duro a la democracia y podemos conjeturar mucho en torno a sus causas, lo que explica que sigan apareciendo libros, escritos, ensayos, documentales y material muy diverso en torno al tema.

Sin embargo, esta vez nos centraremos en el papel jugado por el Partido Socialista, la colectividad del Presidente Allende, un partido con 90 años de historia, como eje político que ha mutado, se ha dividido, fraccionado en tendencias y hasta se ha modernizado en el transcurso de los años.

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No obstante, a despecho de esas divisiones y crisis -al igual que el Partido Comunista- no ha desaparecido, lo que sí ha ocurrido con otras colectividades que –en su momento- se convirtieron en sus más enconados opositores.

Cuando yo era un joven estudiante, en el colegio muchos profesores nos decían que la historia la escriben los vencedores, los héroes se hacen inmortales y trascienden a muchas generaciones, y esto lo sabe bien el Partido Socialista, que tiene como su mártir y héroe, al mismo tiempo, a la figura de Salvador Allende, una figura incuestionable, incorruptible, un gigante en un mundo globalizado al que nadie pone en duda respecto a sus errores y aciertos. Son muchos los epítetos que se pueden proferir hacia el extinto presidente.

Lo cierto es que Allende fue un hombre que cometió errores políticos garrafales, que fracturaron a Chile por mucho tiempo, aunque en el Partido Socialista traten de omitir o cambiar el tema desviándolo hacia la dictadura y sus cómplices pasivos (palabra acuñada por Sebastián Piñera); y culpan a la oposición de esa época o a los Estados Unidos por lo acontecido.

En este tema suele cometerse un error cardinal: comparar a un gobierno con el otro, en circunstancias que el primero, fue consecuencia del segundo. La frase lapidaria de Eugenio Tironi en el sentido que “sin un Allende no habría existido un Pinochet”, es fuerte y le ha costado muy caro al sociólogo y ex MAPU, pero en ello hay bastante de razón.

Muchos militantes del Partido Socialista de finales de los 60’s ya estaban cansados de Allende. Otros encontraban que no tenía llegada con la juventud. Había perdido tres elecciones presidenciales y postularlo a una cuarta elección presidencial (1970) era arriesgar demasiado. Las encuestas de la época daban por ganador al DC Radomiro Tomic, pero Allende logra un triunfo inesperado, victoria que es ratificada por el Congreso Pleno y con acuerdo de la Democracia Cristiana. Sobra decir que en aquella época no existía la llamada segunda vuelta.

Al interior del Partido Socialista se propiciaban los cambios para nuestro país de manera mucho más rápida de lo que deseaba Allende.  El PS se precipitó con una propuesta audaz y hasta temeraria. Su lema “avanzar sin transar”, los discursos incendiarios de parte del secretario general de esa colectividad, Carlos Altamirano y el supuesto motín de marinos pro-UP para bombardear Valparaíso (confirmado en entrevistas por Altamirano), son antecedentes que no se pueden soslayar a la hora de juzgar los “Mil días de Allende”.

El Partido Socialista tenía estrechos lazos con el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) agrupación que abogaba por la vía violenta para hacerse del poder. Su líder, Miguel Enríquez -el “Che Guevara criollo”- y sus seguidores estaban inspirados en el guevarismo y la revolución cubana. Al interior de sus filas se encontraba el propio sobrino del presidente, Andrés Pascal Allende.

Para el PS y el MIR, la vía armada al socialismo era mucho más factible y rápida que la vía democrática, aunque también hay que ser ecuánimes: vivíamos en un contexto historio muy distinto al actual. Era el período llamado de la Guerra Fría.

Por otro lado, la derecha también contaba con grupos armados, como por ejemplo Patria y Libertad.

En este clima de hiper ideologización, en nada ayudaba a la unidad el hecho de que Allende contara con una especie de guardia pretoriana, el famoso GAP (Grupo de Amigos Personales) en su mayoría compuesto por militantes del PS.

Lo paradójico es que, en las propias filas del PS a Allende se le arrinconaba y hasta se le llegó a quitar el piso, como cuando el presidente quiso llegar a acuerdos con el Congreso. La presión hacia el fallecido mandatario fue tan intensa que el propio Allende pensaba que su destino estaba trazado, como se lo confesó a su amigo Víctor Pey. El jefe de Estado percibía que sus propios colaboradores ya lo estaban traicionando y sus credenciales democráticas le impedían avanzar al ritmo que propiciaba la mayoría del partido socialista.

Al mirar la historia con mayores antecedentes y dejando de lado la euforia pasional, queda claro que los más leales con el presidente fueron los comunistas. Ese partido había una mayor cantidad de intelectuales y hombres de avanzada edad y –por lo mismo- más duchos a la hora de actuar estratégicamente.

Actualmente, en la calle París 873, en el hermoso Barrio París-Londres de Santiago, el Partido Socialista mantiene una mística en la figura de Salvador Allende, su héroe inmortal, el que dio su vida por Chile.

Allende, para los actuales jóvenes de izquierda (actual Frente Amplio), es sinónimo de admiración sin reparos, aunque muchos de ellos no habían nacido en los años que gobernó el “Chicho”. Pero esa mística que encandila a muchos jóvenes de izquierda, incluido el presidente Gabriel Boric, debe ser escrita de una forma más objetiva en lo tocante al rol de Salvador Allende, con sus virtudes y defectos.

En sinopsis, Allende no fue un héroe ni tampoco el mejor político de este país. Fue un político que llevó a Chile a una catástrofe política, económica y social. Esos hechos desembocaron en un Golpe de Estado y la peor dictadura de nuestro país, donde fueron perseguidos, exiliados, torturados, ejecutados y desaparecidos miles de compatriotas por pensar distinto al régimen dictatorial de Pinochet.

Ello ha marcado a nuestro país con una herida que está lejos de cicatrizar. Paradojas de la vida: Allende “vive” en la sede de su partido político. Sí, la misma colectividad que le dio la espalda muchas veces en su vida política.

Miguel Mendoza, Tecnólogo Médico, Conductor del Manos Libres en El Pensador.io

Alvaro Medina

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