La célebre obra del filósofo Pierre Dardot, autor especializado en la obra de Marx y Hegel, ha enfrentado la complejidad del tema de “lo Común” desde distintas dimensiones introduciendo una perspectiva histórica de cómo ello ha sido visto en distintos momentos hasta la reconstrucción de una experiencia representativa y fáctica de lo Común. Esto le da un gran sustento a su preocupación y análisis del lugar que actualmente ocupa y que pueda ocupar lo Común en las demandas sociales y en el orden social futuro, como parte del debate político contemporáneo.
En ese sentido, la dimensión de lo Común -o la demanda de lo Común- se encontraría presente -a veces con claridad o a veces de manera más implícita- en muchas luchas sociales actuales repartidas por el mundo. En conversación con el economista, magíster en Desarrollo Urbano y Dr. en Ciencias Sociales, Raúl González, Dardot analiza qué hay detrás de los variados conflictos y disputas sociales que vive la región y el rol de un deseo presente dadas las opciones políticas previas de la comunidad valorando lo asociativo, lo igualitario y, en definitiva “lo Común”.
Dardot destaca que su acercamiento al fenómeno de lo Común señala que ha prestado atención a dos órdenes de fenómenos: primero uno más académico referido a un conjunto de investigaciones concentradas sobre la cuestión de lo común. Por ejemplo, desde la economía política a partir de los años 2000 como las aproximaciones norteamericanas como las de Ostrom y otros, que se referían a sistemas de gestión de recursos que no eran ni estatales ni mercantiles; que no era algo intermediario sino una forma o vía diferente. Allí había autogestión colectiva y había ejemplos que se tomaban como en casos de grupos de pescadores o de pastores de montaña en Suiza. Esto atrae la atención como fenómenos nuevos si bien eran formas muy antiguas y que se las toma por primera vez en un plano teórico y académico.
Agrega que hubo, por otra parte, fenómenos -que es interesante analizar cómo se combinaron con el anterior- que hacían referencia a luchas políticas, como, por ejemplo, el caso del agua en Cochabamba, Bolivia, el 2003 que han sido un referente importante para otras acciones colectivas y que ha permitido a los cientistas sociales reflexionar en términos de aproximar lo Común de manera práctica a procesos de experimentación política. Alrededor de mediados de los 2000, se dio una suerte de generalización en que se introdujo lo Común en relación a servicios públicos -como el agua- que quizás no eran del mismo orden pero que parecían ir en el mismo sentido de luchas contra la privatización de servicios sociales de base bajo la orientación neoliberal, enumera antes de señalar que a partir del 2011, estas movilizaciones dieron lugar a los “movimientos de plaza” en localidades como Madrid y otros espacios de Europa en forma de ocupaciones donde se llamó a la gente a participar y a organizarse de una manera colectiva.
“Esto fue algo que nos impresionó mucho a todos como fenómeno, ya que un par de años después, el 2013, se repitió en Turquía, donde se dieron ocupaciones de este tipo que partieron con un carácter medioambiental y de defensa de los árboles de un parque que iban a ser retirados y que movilizó en pocas horas a la ciudadanía. Se produjeron tres semanas de ocupación, con campamentos y una cierta forma de vida espontánea y replicada. Eso también nos ha impresionado mucho. El siguiente antecedente lo encontramos el 2016, en Francia, cuando a partir de lo que había sido el movimiento español y del 15M, en que se define una secuencia larga de cinco años que finaliza con la ocupación de plazas y espacios públicos junto a una enorme cantidad de hechos y situaciones en que podemos identificar un “Común urbano”, recuerda Dardot quien se encuentra de visita en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
“Todas estas acciones nos han impresionado mucho y han sido una de las causas inmediatas y directas de la cuestión de “los Comunes”. Hemos publicado un libro sobre lo común en que se exploraba este elemento de convergencia presente entre movimientos muy diferentes entre sí. Y, naturalmente, la investigación académica como en el campo de la economía política, que nos mostraba que era posible articular estos diferentes ejemplos, esas diferentes experiencias y que es el origen y base del libro Común”, señala.
En obras anteriores escritas en conjunto con el sociólogo Cristian Laval, investigador francés de la historia de la filosofía y de la sociología en la Universidad de París X Nanterre, Pierre Dardot también ha abordado cuestiones como la el neoliberalismo en cuanto praxis, ideología y su forma de afectar al Estado, organizar el mundo y la vida a partir de los comportamientos colectivos también. Han retomado para ello, planteamientos de Michel Foucault y de la reconstrucción histórica para convocar una reflexión desde “lo Común”.
El profesor del Instituto de Humanidades de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Raúl González, cita parte importante de este trabajo en conversación con Pierre Dardot. Hay algunos autores -citados por la dupla, dice- que con relación a estas luchas actuales por lo Común, intentan establecer una analogía de este tiempo neoliberal y de eliminación de lo Común que se refleja ampliamente en los inicios de la problemática campesina de precarización, de expulsión y la expoliación de sus medios de producción propios que empuja a este colectivo a proletarizarse. En tal sentido, consulta al autor francés sobre elementos similares que se repiten en la actualidad.
– ¿Ves tú, en la realidad actual una analogía con esas reacciones anti-privatizadoras y anti-mercantiles frente al neoliberalismo contemporáneo que ha llegado a reponer el credo de los mercados autorregulados?
Si bien es cierto tienen sentido algunas comparaciones y similitudes, también es importante distinguir esas situaciones del presente. Respecto de lo primero, creo que no corresponde hablar de una analogía pues eso correspondería a decir que habría una situación similar a la que existía en la Inglaterra al final del siglo XV o comienzo del siglo XVI. Época en que Tomas Moro escribió su célebre libro sobre la Utopía. Había decenas de miles de personas que eran arrojadas a las rutas que estaban en los campos, porque habían sido completamente desposeídas de toda forma de actividad, de trabajo, de sus colectivos. Todo ello comienza a ser destruido en beneficio de la industria de la lana; la crianza de ovejas y la explotación de su lana. Luego todo eso comienza a ser exportado hacia Europa. Todo ello puede ser traído al presente y establecer similitudes; pero como una analogía esto no va muy lejos.
Creo que la situación es bastante diferente. El Común de la época, las tierras comunales, era un Común que esencialmente era local, en el sentido fuerte del término. Es decir, si alguien venía de lejos o de fuera, del pueblo vecino -normalmente era la parroquia- se le decía que no tenía derecho sobre ese Común pues estaba reservado para los habitantes de ese pueblo o parroquia. Actuaba la costumbre y lo que el historiador inglés Thompson llama “la ley de Dios”. Yo creo que la situación es muy diferente hoy día desde ese punto de vista y no puede llevarse muy lejos lo similar. Al contrario, me parece con mucho sentido el paralelo entre el diagnóstico que hace Polanyi respecto del siglo XIX, entre esa creencia e imposición en el gran mercado autorregulador mencionado y el resultado de una fuerte reacción en el sentido de afirmar el control que la sociedad debe ejercer, para impedir que esa utopía llegue a ser una realidad. Yo creo que efectivamente eso se parece a la realidad actual en varios aspectos. Hoy día tenemos una utopía neoliberal que a veces tendemos a olvidarla. A veces se cree que el neoliberalismo se reduce a una política económica; pero el neoliberalismo va bastante más lejos: es la idea de una sociedad integralmente organizada o regulada por la competencia. Es decir, una sociedad donde los individuos o los grupos están completamente envueltos por esta lógica, Esto ha sido formulado por autores bien diferentes como Hayek -aunque, en otros términos, algunos van aún más lejos como los llamados “libertarios” que son aún más violentos en la manera de orientar las cosas.
Estamos frente a esta utopía liberal de una sociedad competitiva, de mercado competitivo, aunque uno pueda definir un mercado no solo desde la competencia. Es una sociedad definida integralmente desde la competencia. Y efectivamente uno puede entender que lo que hay en muchos casos es un movimiento de reacción a esa imposición neoliberal. Gente que dice “nosotros no queremos tal tipo de sociedad” sino “queremos una sociedad donde predomine un valor como la igualdad”. Yo creo que esta aproximación nos da claridad sobre la situación actual.
Ver también:
- Una mano para Ghassan: otra víctima del conflicto entre Israel y Hamás
- A propósito de la crisis político-partidista: ¿Hablemos de la derecha social
- La contracción del “nosotros” en la crisis política
- La crisis de una izquierda anti Ilustración
- La centro izquierda en su laberinto
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–Tu trabajo sobre el pensamiento de Marx con relación a lo Común analiza su idea del desenvolvimiento del capital en el tiempo y como esto va generando una socialización, una puesta en común entre quienes configuran la sociedad más allá de la sola sociedad nacional. La reproducción ampliada del capital es, entonces, una gran fuerza creadora de socialización y, finalmente de “lo Común”. ¿Tú ves la fuerza de Marx para entender esa lógica socializadora del capital, pero, a la vez, los límites de esa forma de aproximación a lo común?
Sí. Es un pensamiento bastante complejo el pensamiento de Marx con relación a lo Común. Hay un Marx de 1842 que reacciona contra la criminalización del robo de madera a los grandes propietarios de tierras en Renania. Reconoce la legitimidad de derechos colectivos de campesinos. Los que viven en los bosques y de los bosques, que los habitan, son gentes que tienen derechos sobre ellos. Ha escrito algunos artículos en la gaceta renana que son extraordinarios, muy luminosos. Él lo hace desde su formación jurídica, como un abogado que establece una especie de derecho desde las costumbres para tomar esa madera y usarla para calentarse y para otros usos; también el derecho a recolectar frutos o a cazar; es la afirmación de un derecho colectivo. Luego hay un Marx más en la construcción del marxismo como doctrina y que, analizando el capital en su movimiento desde cierto punto de vista, lo verá como un agente de socialización y que como tal es conducido a crear las bases socio económicas de la sociedad del avenir, en la medida que permite al esfuerzo colectivo de reagruparse, los unos y los otros, sobre el mismo terreno. El capital favorecerá la creación de una realidad colectiva y de un desarrollo socio económico que estará a la base de la propia superación del capitalismo.
Este es un Marx que uno encuentra más tarde con relación a lo señalado sobre 1842 y en que va transitando desde 1846 o 1847 a una perspectiva que busca comprender y analizar en términos de las grandes tendencias del capitalismo, del análisis de un desarrollo orientado hacia el futuro. Y luego podemos hablar de un último Marx alrededor de 1860, 1861, que para mí es el más interesante, donde señala que hay una posibilidad para algunas sociedades de no pasar o sobrepasar el estadio capitalista, lo que parece imposible para el segundo Marx, en el que parece haber una fatalidad inevitable de etapas sucesivas. Es un Marx que, por ejemplo, dice -en una célebre carta a los populistas rusos- con relación a la sociedad rusa y a esa institución colectiva, política, que es la comunidad campesina, puede ser la base en Rusia de una nueva sociedad. Es decir, la sociedad rusa no está obligada a reproducir las etapas del desarrollo capitalista de los países industrializados de la Europa occidental. El sistema de pagos del Mir, puede ser la base de una regeneración social de la sociedad rusa que permite saltar a la sociedad capitalista. Eso es una cuestión increíble afirmarlo alrededor de 1870. Después está la comuna de París. Lo que es interesante es que el Mir y la comuna de París, en su espíritu, son muy cercanos. La comuna de París es antes que nada una experiencia política. Es la invención de formas nuevas que permite el control democrático de los elegidos por los ciudadanos.
A Marx esto le parece como una prefiguración de la nueva sociedad; finalmente es el autogobierno y es esto lo que interesa a Marx. El no nombra nunca, en sus escritos al respecto, la expresión de dictadura del proletariado durante los meses que esta situación duró, expresión que sí fue frecuente, antes, entre 1852 y 1870. Acá, lo que remarca es lo del gobierno directo. El gobierno de la sociedad por la sociedad. Esto, desde mi punto de vista, muestra una reorientación del pensamiento de Marx que es prometedora pues abre la vía a una generalización de la forma de autogobierno, lo que es fecundo y potente.
Otros aspectos interesantes de la idea de lo Común, en la obra de Dardot, tienen que ver con la manera de comprender la extensión de lo común como significado. El autor señala que en cierto periodo se ha asociado lo común con los bienes naturales y un acento en el conocimiento. Una idea que parece propia de los movimientos más progresistas de la actualidad. Una corriente a la que muchos autores se han plegado desde enfoques que abordan, a su vez, el mundo digital o virtual a partir de la permeabilidad de internet en las sociedades. El debate sobre la relación entre lo Común y los bienes y actividades en Dardot es una discusión muy importante. “Cuando el término de Común ha sido desarrollado en la investigación académica se ha tratado principalmente de recursos naturales”, estima.
“El conocimiento tiene un anclaje material: el sitio en el Internet, todo eso está conectado. El dominio de lo común en el conocimiento y en el sitio de internet, se constituye a partir y en función de reglas que son rápidamente formalizadas. Lo que no es lo frecuente en otros dominios de lo común, en que hay un cierto ejercicio de lo común, en que se experimenta, y al cabo de uno, dos o tres años, se llega a la construcción de cierta carta que regula la relación de los comuneros. Esta es ya una diferencia considerable. Luego, una segunda diferencia necesita clarificar primero que no es lo mismo el conocimiento que la información. Cuando reflexionamos la cuestión de lo común del conocimiento se trata de algo más exigente que la información; lo Común del conocimiento significa que los elementos de información son elaborados colectivamente. De esta diferencia tenemos muchos ejemplos en Internet en donde existe una enorme cantidad de información que dispersa la atención, que finalmente distrae de lo esencial y que es diferente de una elaboración colectiva de conocimiento. Así, lo Común en el conocimiento supone reglas de compartir, esa elaboración común, lo que no tiene que ver con arrojar una enorme cantidad de informaciones hacia la sociedad”, explica Pierre Dardot.
-En el plano del “hacer”, ¿Cómo imaginas la construcción de lo Común?; ¿Cómo esta construcción de lo común se relaciona con la cuestión del Estado?; ¿Cómo esta construcción se relaciona con lo privado y con el mercado?
Esta es una cuestión que reenvía a la historia del Occidente en donde se ha generado una dualidad -que luego ha exportado- entro lo público y lo privado. Es una dualidad de la cual no sabemos suficientemente ni en occidente ni fuera de occidente. En Occidente es la división suprema del derecho y proviene de principios del siglo XVI un poco después de la reforma protestante, la reforma de Lutero. Allí habrá juristas que afirman esa división o dualidad entre público y privado como la central y la que se impone, contrariamente a la visión anterior en Roma y la antigüedad. En esa dualidad lo público es asimilado y confundido como lo estatal, el derecho público con el derecho estatal. De ahí, como un reflejo simétrico de lo público, está lo privado. Esa dualidad aparece como imposible de sobrepasar: lo que no es del orden público estatal, es del orden de lo privado, lo que no es del orden de lo privado es del orden de lo público estatal. Ha sido una división muy limitante.
Hoy día uno percibe que “lo Común” perturba esta especie de partición radical señalada. Se pueden tomar ejemplos de muchos países acerca de todo lo que se construye hoy día en materia de común. Así, por ejemplo, en Francia en el gran terreno de Notre Dame des Landes, en Nantes, definido para instalar un aeropuerto de proporciones ha significado una lucha de doce años de parte de la población. La gente se organizó en dicho lugar y ha escapado a la tiranía de esa dualidad entre lo privado y lo público. Lo importante ha sido allí la autoorganización de lo colectivo y la idea de que lo colectivo pueda representar intereses legítimos no siendo ni expresión de lo público estatal ni de lo privado de tipo mercantil. Es esto lo que durante un tiempo largo ha tenido dificultades de hacer su camino pero que hoy está comenzando a hacerlo y hay muchas experiencias en el mundo que hoy expresan esta tentativa de romper esta dualidad de lo público y lo privado.
En esto hay una gran importancia de la idea de autonomía de los colectivos con relación al estado y en que se constituye una organización del orden de lo público pero que no es del orden estatal. Es esto lo que se difunde. En este sentido podemos decir que lo común es una suerte de algo público, pero no estatal. Allí podemos reconocer un común local que expresa eso público no estatal.
El 2018 yo he conversado en Buenos Aires con alguien responsable de una cooperativa de “cartoneros” que es importante en la ciudad. Personas que recogen cartones de la calle y luego los usan en fabricación para poder subsistir. La que yo he conocido se llamaba “Correcaminos”. Esa persona me ha dicho: “nosotros somos un servicio público”; rendimos un servicio público a la ciudad. Sin embargo, a la vez, era una experiencia completamente autónoma con relación al Estado que no recibía ninguna subvención de este. Es una cooperativa que fabrica en conjunto lo que le permite subsistir sin una dependencia del Estado sino de modo autónomo. Creo que la reflexión que hacía aquel responsable o dirigente era remarcable y es que un servicio público no necesariamente es estatal. Eso es algo clave cuando reflexionamos sobre lo común. Y esto puede ser a la escala de un pueblo, de un barrio de una gran ciudad, de un territorio rural; es decir a escalas muy diferentes.
En este plano de las escalas, quizás sea necesario realizar una observación. Yo no pienso que esta construcción de lo Común de una manera cada vez más extendida, pueda hacerse como una forma de “muñeca rusa” en que va avanzando perfectamente desde abajo hacia arriba: primero en un pueblo, luego algo un poquito más grande, luego algo más vasto y luego se tendrá la nación, y en ocurrencia de varias naciones a la escala del mundo. No se trata de que unas escalas van envolviendo a las otras sino de un entrecruzamiento de escalas. Un entrecruzamiento significa, por ejemplo, que una pequeña empresa cooperativa puede tener relaciones con la vecindad inmediata -que responde a una realidad social y geográfica- pero que también genera y mantiene relaciones con otras empresas cooperativas; pero que no son de ese territorio sino están más allá de esa localidad y región; y que presentan un mismo tipo de proyecto, aunque no necesariamente producen lo mismo. En este ejemplo tenemos la combinación de lo local y lo transversal. Esto ayuda a comprender la complejidad de lo común y no a simplificar su construcción y a entender junto a lo territorial esto de la transversalidad.
-Respecto de la relación entre lo Común y lo comunitario, ¿Crees que se trata de la misma tradición y perspectiva o crees que diferencias? ¿Dónde crees que debemos situar la comparación entre lo Común y lo comunitario ya sea en un plano teórico o en un plano práctico?
Es necesario ser bien prudente sobre esta cuestión. Hay ciertas ambigüedades en cuanto a denominaciones y referencias; a veces se pasa de lo uno a lo otro. Cuando hemos comenzado investigaciones con Christian Laval teníamos desconfianza de “la comunidad”, lo que provenía de la aproximación desde la sociología en qué comunidad aparece como un todo totalizante, integradora o integrativa, con el riesgo de la opresión, del ahogo, del individuo. Luego de ver varias experiencias en diferentes países, hemos visto que la realidad era bien diferente a ello y que la tradición que era designada como comunidad si bien era parecida, vecina, no era idéntica. Tomo dos ejemplos. En el caso de Quebec, en Canadá, con una tradición de economía social y solidaria bastante importante y una tradición cultural francesa, no se duda en utilizar la noción de comunidad y de fenómeno o aproximación comunitaria, y no dan a esas expresiones un sentido peyorativo; al contrario. En mi conocimiento más directo de América latina desde 2016, comenzando por Chile y luego otros países, yo he percibido que la idea de comunidad es una idea que es valorizada y no depreciada; distinta a esa aproximación continental de donde la expresión viene y que es más bien esa aproximación de desconfianza, de sospecha. A partir de ello yo me he dado cuenta de que todo depende de cómo es entendida esa noción; la forma en que la gente la percibe.
El 2018 en la séptima conferencia internacional sobre psicología comunitaria en Chile, yo estaba un poco sorprendido a propósito de esta noción de psicología comunitaria: ¿Qué significaba eso?; yo tenía un poco de temor. Pero luego me he dado cuenta de que todo depende de qué es lo que uno pone detrás del término de comunidad. Había quienes pensaban que la comunidad era algo ya dado; que no era necesario construirla o dotarla de reglas, etc. Al contrario, había otros que pensaban que era más que un proceso espontáneo y que había necesidad de un esfuerzo por construir, por mantenerla, para mejorarla y para ello era necesario dotarla colectivamente de reglas; esa acción colectiva debía estar permanentemente siendo relanzada; una actividad instituyente permanente. Yo me he sentido muy cerca de esta idea.
Esto ha sido un gran objeto de debate en esa conferencia de psicología comunitaria. Por ejemplo, quienes entendían un barrio como algo que es una unidad de habitación y ya dado como comunidad y quienes entendían que a través de una aproximación que se podía denominar “psicoterapia institucional” se entraba más bien en un proceso de construcción de esa comunidad barrial; es decir se necesitaba un proceso instituyente; de psicoterapia institucional. Y esta se entendía que era la definición de comunidad, en el buen sentido del término. Para mí eso clarifica enormemente el punto y alejaba una idea de comunidad como algo opresivo, que es coactiva; que ahoga al individuo. Al contrario, la dotaba de un sentido muy positivo y elimina esa desconfianza o temor respecto de ella.
-Sabemos que en cada momento histórico en que se discute la cuestión del cambio social va a surgir la cuestión de quiénes pueden realizar o tendrían interés en realizar ese cambio. ¿Quiénes podrían ser esos actores que tengan como referencia una construcción social en que lo Común se hace más importante?
En los tiempos de Marx esto podía plantearse como una oposición directa de clases, a partir de una clase constituida. Aunque en realidad en Marx la cuestión era bastante más compleja pues también está la visión de que la clase se constituye en y por la lucha. Hay allí dos tradiciones en el marxismo: una en que la clase es definida básicamente por la posición en las relaciones de producción y luego, una segunda que me parece más fina e interesante, en que la clase no preexiste sino se constituye en el conflicto; a través de la lucha. Pero aún si consideramos esta segunda acepción, a la que en todo caso hay que prestarle mucha atención, es necesario liberarse de la idea de que habría fronteras claramente delimitadas para identificar un “sujeto de la emancipación” desde la partida por la posición que ocupa en las relaciones de producción. Creo que no es una aproximación muy fecunda e interesante. Hay hoy día experiencias muy diversas en el mundo. A propósito del movimiento de los chalecos amarillos –gilets jaunes– en Francia. En una mesa redonda a fines de 2019 alguien me señaló que la derecha en Chile hablaba de ese movimiento para oponerlas a lo que había pasado aquí, en referencia a “El estallido social”.
Yo me he sorprendido y me he preguntado qué significaba esa comparación. Reflexionando he percibido que había una instrumentalización de aquel movimiento para combatir el espíritu del estallido. Se utilizaba la protesta de aquellas personas allá, que eran muy modestas, contra el aumento del precio de los carburantes, como algo acotado y distinto al caso del estallido en que hubo el punto de partida que fue el aumento de precios del metro en 30 pesos, pero fue mucho más lejos. En realidad, lo que había era un desconocimiento profundo del movimiento de los chalecos amarillos.
Lo que había existido aquí era una gran invención colectiva que no se ve pues la vista queda solo en la reacción al aumento del precio de la gasolina. Pero hubo barreras de peaje a la entrada de las autorrutas, puntos seguidamente ocupados por los chalecos amarillos; también rotondas; esos constituyeron dos puntos simbólicos de las ocupaciones donde la gente se agrupaba y se reagrupaba. También ha existido otro aspecto, que la prensa nacional e internacional ha callado, que han sido las asambleas locales. No puedo decir que sean los equivalentes de los cabildos que surgieron en Chile, pero algo de eso había. Eran asambleas locales convocadas por los ciudadanos mismos; por los actores mismos. Y luego hubo tentativas de federar esas asambleas locales para llegar a formar asambleas regionales que tuvieron lugar en dos o tres casos. Y aun con la idea de asamblea nacional; es decir asambleas de asambleas.
Lo que me interesa de este ejemplo, es reconocer que hay gentes, que no responden claramente a una categoría social. Son personas que van al trabajo; que tienen necesidad de movilizarse unos 30 a 40 kilómetros por día en auto; son de provincia de pequeñas ciudades, no de grandes ciudades. Esas fueron las personas que se agruparon. No es una clase social propiamente tal. Lo que me interesa es advertir cómo a partir de una acción e invención colectiva se pueden poner en contacto a personas de condiciones sociales distintas. Eso me parece absolutamente extraordinario. Eso ha permitido a gente de categorías sociales diferentes encontrarse, discutir libremente, proponer soluciones e iniciativas. Es decir, había orígenes diversos, situaciones diversas; pero, a la vez, constituían un sujeto colectivo porque había una subjetivación colectiva a partir de actores que eran socialmente diferentes. Eso también estuvo en Chile: una subjetivación colectiva que se expresó en espacios como los cabildos. Es decir, un sujeto no está dado sino se construye en un quehacer colectivo.
El autor de “La memoria del futuro: Chile 2019-2022”, ha recalcado que su investigación e interés por las movilizaciones en Chile no suele centrarse en la búsqueda de causas, sino las dinámicas e interacciones de movimientos sociales, feministas e indígenas a partir del 18-O y el devenir de este proceso. “Me pareció muy interesante el principio de la deliberación colectiva porque la verdadera democracia es deliberativa y conflictiva. Lo que significa que los puntos de vista de unos y otros en la negociación son elementos irreemplazables, ya que si bien la deliberación puede llevar a la confrontación, puede, eventualmente, derivar en un acuerdo sin estar subordinada a la exigencia del consenso”, precisa Dardot.
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