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Portales y el Artículo 19

Por Javier Maldonado.- Un antiquísimo refrán atribuido al muy poderoso y singular rey Salomón dice: “Todo lo que es, ya fue; todo lo que será, ya es”. Diego Portales, dizque fundador de la República de Chile moderna y también del Estado, no era políticamente correcto y sus ideas de gobierno y de respeto a las leyes y la constitución eran del todo relativas.

Es más, en alguna carta recomienda brincarse las leyes y violar la constitución si las circunstancias así los requieren. A las clases altas, que lo apoyaban y esperaban de su parte “mano dura”, les demostraba el más profundo desprecio y solía amenazarlas vigorosamente con “sacarles la chucha” (sic), si lo seguían molestando (en carta a su amigo Antonio Garfias). Era deslenguado y de genio vivo, además de otras cositas que sus historiadores han intentado siempre ocultar y anecdotizar.

De algún modo oscuro, confundió sus objetivos comerciales con sus propósitos políticos. Sus críticos, que no han sido pocos ni menores, lo han tratado de dulce y de agraz, siendo algunos, no irrelevantes, mas de agraz que de dulce. Portales era un tirano y un abusador. Fue el primer político en negar que lo fuera. Uno de sus discípulos en aquellos futuros que hoy son pasados, portaliano confeso, solía  hablar de “los señores políticos” como unos sujetos ajenos a lo que él mismo era. Hoy, que es el futuro de aquellos pasados, también hay políticos que ironizan sobre sus pares acusándoles de actuar políticamente y, curiosamente, desde el mismo sitial, es decir, el sillón presidencial. Portales era amigo de la violencia política llevada al uso extremo de las armas. Quienes le acusan sostienen que financió de su bolsillo la guerra civil de 1829-30, que le gustaban las leyes represivas, que ordenó perseguir a sus opositores, que hizo encarcelar a los señores Vicuña Mackenna, Lastarria y Bilbao por sus críticas, que clausuró la prensa de oposición, que montó los consejos de guerra express cuyos juicios era inobjetables, que metió la mano al cajón del Estado en numerosas oportunidades y que hizo negocios con platas del Estado cuyos beneficios fueron a engordar sus faltriqueras, que era amigo de la parranda y que se iba en las noches al barrio de La Chimba donde había “casas de remolienda” y en las que se juntaba con unos amiguetes a tomar vino, tocar la guitarra y bailar zamacueca. También se dijo de él que mantenía una “amante”, que era la niña Constanza Nordenflytch, con la que tuvo varios hijos y que nunca quiso casarse con ella porque era enemigo del matrimonio. Eso sí, se casó con ella in articulo mortis para que su “familia” no se quedara sin pan ni pedazo. Todo un dechado de inmoralidad social, de ética institucional, de deshonestidad comercial  y de ninguna honorabilidad empresaria. También tuvo hijos en Lima, centro comercial de importancia donde estaba la casa matriz de Cea, Portales y Cia. Ltda.

En suma, el modelo de persona, de personaje y de conducta cívica que imitará más de uno en los consiguientes futuros. Aquí cabe una pregunta mal intencionada: ¿Qué sería Portales si viviese hoy? La combinación de especulador financiero y político ambicioso ¿en qué alturas lo habría colocado? Siguiendo su modelo autoritario de gobierno, ¿qué habría hecho con la débil democracia débilmente republicana? ¿Qué laya de conflictos tendría con los demás poderes del Estado? ¿Cómo sería su relación con la fuerzas armadas? ¿Y con la iglesia católica? ¿Y con las otras? ¿Y con el movimiento feminista? ¿Qué estaría dispuesto a respetar del Artículo 19 de la Constitución de 1980, que obviamente la habría redactado él mismo así como lo hizo con la matriz de 1833?

Bueno, no mucho, poco. Tal como ahora, que a pesar de los amononamientos cosméticos del cosmetólogo Lagos Escobar y su cohorte de peluqueros, la seriedad del texto constitucional y los contenidos que quiere expresar valen hongo. La constitución del ’80, ya todos lo sabemos, no es ni republicana ni democrática. Promulgada en estado de excepción por el poder constituyente conformado por la junta militar gobernando de facto, sus contenidos son excluyentes, fuertemente cargados a beneficiar a unos pocos, siendo su objetivo esencial la franca reducción del Estado en beneficio directo de unos cuántos privilegiados. El Artículo 19 de esta constitución es clarificador al respecto. Este mentiroso texto, reza a la letra:

“Artículo 19. – La Constitución asegura a todas las personas (ojo: dice “asegura”; no dice “garantiza”):

1°.- El derecho a la vida y a la integridad física y psíquica de la persona. (Recordarán al joven Catrillanca, entre centenares de otras víctimas de la obscena violencia policial, alentada por las altas autoridades de gobierno y a Fabiola Campillay).

(…) (…)

-Se prohíbe la aplicación de todo apremio ilegítimo. (Recordará usted que lee esta cita literal, los jóvenes torturados en una comisaría de carabineros de Peñalolén, entre muchos otros).

2°.- La igualdad ante la ley. En Chile no hay persona ni grupo privilegiado (Digamos que este texto dice que el señor Sebastián Piñera Echeñique, que los señores Penta, Matte, Said, Saieh, Angelini, Yarur, Solari, Luksic, y otros, por supuesto que no son privilegiados tanto personalmente, como sus empresas). (…) Hombres y mujeres son iguales ante la ley ni la ley ni autoridad alguna podrán establecer diferencias arbitrarias. (Cabe aquí recordar que las mujeres ganan, en promedio, un 30% menos de salario que los hombres, sólo por ser mujeres y que la ministra del Trabajo les ha quitado el Post natal de Emergencia, para que no sea de cargo del Estado sino a cuenta de sus fondos de cesantía).

-Ni la ley ni autoridad alguna podrán establecer diferencias arbitrarias (Los presos políticos post pronunciamiento social contradicen este torcido derecho)

3°.- La igual protección de la ley en el ejercicio de sus derechos. (…) Y aquí viene la primera contradicción al número 2° que dice que “no hay persona ni grupo privilegiados”.

-Tratándose de los integrantes de las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública, este derecho se regirá, en lo concerniente a lo administrativo y disciplinario, por las normas pertinentes de sus respectivos estatutos.

(Esto significa que los oficiales de carabineros que estafaron al Estado en la jugosa suma de 35 mil millones de pesos, no pueden ser juzgados por las leyes que se aplican a los demás chilenos, sino “sólo por las normas pertinentes de sus respectivos estatutos”).

Y así, suma y sigue.

La deconstrucción del poder presidencial y su influencia permite llegar a conclusiones dramáticas: gobierno, parlamento y justicia de mercado. Institucionalidad política en franco deterioro; organizaciones esenciales del Estado corruptas y corrompidas hasta la médula, vale decir los ejércitos, las marinas, las fuerzas voladoras, la policía política, la banca, las organizaciones gremiales de los empresarios, los bomberos, los boyscots, las girlscouts, la Cruz Roja, el Colo-Colo y, como remate espectacular, el nada de honorable Senado de la República. Portales estaría como chancho en el barro, empinando el codo con sus pares, sus compadres, sus consejeros, y perreando guarachas y cumbias en los establecimientos ad-hoc de Vitacura, Huechuraba y Valle Escondido, para celebrar la decadencia de esta sociedad, y estaría estimulando a algún otro a que pensase una nueva, con su respectiva constitución. De hecho la República Conservadora de Portales con su democracia derivativa sólo duró hasta 1861, treinta años cumplidos. La que vino después, destacando liberales, radicales y conservadores, duró hasta 1891, treinta años cabales.

Dando cuenta de la certeza de las palabras del rey Salomón, el gobernante actual también parece confundir, como sus modelos referentes portalianos, sus intereses especulativo-financieros personales con los negocios del Estado, él con sus compinches, qué duda puede caber. En otro tiempo paradigmático, el príncipe Giuseppe Tomasso de Lampedusa, también conocido por los que saben de estas cosas y personajes como el Gatopardo, estaría también aquí en su salsa. En su momento lo estuvieron Tomás “Lord” Cochrane, Bernardo O’Higgins y la viuda María Graham, amenizando sus fiestuzas en el Merry Hill porteño, celebrando los saraos gubernamentales. Neruda (Pablo, no Jan) preguntaría … “Y el pueblo ¿dónde estuvo?”. Ocupadísimo, organizando su pobreza de modo tal que nunca sus nietos, bisnietos y los otros que siguen, pudiesen salir de ese estado que tanto les gusta a los demagogos, a los teóricos insurgentes, a los ricos, a los economistas de feria, a los nostálgicos del siglo de los chacareros, a los yes men del siglo de los subalternos, y a los pinganillas de la primera década del siglo de las oscuridades. Por último, sin sangre en el ojo y en la mejor onda, para los que se lo merecen, un deseo de fin de año: ¡Que la Fuerza los abandone!