Por Juan Medina Torres.- Este 18 de septiembre será diferente a todos los 18 de septiembre que tengamos memoria, porque la pandemia del coronavirus, nos obliga a celebrar las Fiestas Patrias en nuestra casa y con un número reducido de asistentes. Así es difícil armar una ramada, una chingana o una fonda para zapatear una cueca de pata en quincha como lo hacían nuestros abuelos.
Ramadas, chinganas y fondas forman parte de nuestras tradiciones folclóricas que surgen justamente para Fiestas Patrias constituyéndose en la memoria social de nuestro pueblo. Cristian Salazar Naudón, en su obra “La vida en las riberas” señala que ”es una curiosidad el que, hasta hoy, los chilenos sigamos haciendo sinónimos a los conceptos ramada, chingana y fonda esparciendo con ello una confusión que ha perdurado largo tiempo en nuestra sociedad”, y agrega que estos términos no son lo mismo y nunca lo han sido. De hecho “una antigua “cueca de rotos chimberos” titulada Las chinganas son salones da cuenta de las diferencias de estos locales de fiesta y bailes nacionales:
Las chinganas son salones
Y las fondas catedrales
Fue la obra de Carrera
Que siguió Diego Portales.
Es bien sabido que los hermanos Carrera y Diego Portales les agradaba asistir a cuanta ramada, chingana o fonda se instalaba en Santiago, para celebrar dignamente las Fiestas Patrias.
René León Echaiz y Guillermo Feliú Cruz, en algunas de sus obras, hacen observaciones que permiten distinguir las ramadas de las chinganas y de las fondas.
En efecto, las ramadas eran levantadas en los alrededores de las ciudades o poblados con materiales ligeros o matorrales, en forma muy precaria. Con el desarrollo urbanístico desaparecieron los sitios eriazos donde se levantaban las ramadas y comenzaron a surgir las chinganas. Zorobabel Rodríguez en su Diccionario de Chilenismos, indica que las chinganas eran locales donde los parroquianos además de comer y beber podían oír y cantar tonadas en arpa y vihuela y bailar cuecas, resbalosas o sanjuaninas. Lo que hace suponer, entonces, que las chinganas eran lugares más sofisticados que las ramadas porque debían tener un espacio para músicos y bailarines además otro donde comer y tomar chicha (“sangre de parra”), vino, mistela o aguardiente. La música estaba a cargo de hombres y mujeres y funcionaban en primavera y verano, especialmente los fines de semana.
Las tomateras eran de padre y señor mío y el ausentismo a la pega el día lunes se constituyó en una institución. Oreste Plath en un artículo publicado en la Revista En Viaje, cita los versos del poeta popular Bernardino Guajardo:
Yo trabajo la semana
Y el día Domingo me la tomo,
El lunes tomo a mi gusto,
Y el martes le pongo el hombro
José Zapiola en “Recuerdos de treinta años”, editado por Zig Zag, alude a uno de estos famosos lugares del siglo XVIII, ubicado en la calle de Las Ramadas, actual calle Esmeralda, cuya dueña doña Juana Carrión, con el fin de atraer más clientes a su chingana ofrecía como novedad artística, la actuación de su hija que interpretaba contagiosas tonadas con pícaras letras que eran muy celebradas por los pijes santiaguinos asistentes al lugar.
Finalmente, las fondas pasaron a ser construcciones más estables con materiales más sólidos que las ramadas y las chinganas y podían hasta hospedar a los visitantes que llegaban a Santiago de lugares lejanos. Con el tiempo, estos lugares de fiestas estables fueron desapareciendo y las fondas fueron adquiriendo el carácter provisorio de ramadas y chinganas.
Entre los lugares de fiestas y celebraciones permanentes, no debemos olvidar las famosas quintas de recreo surgidas posteriormente. Famosas fueron El Rosedal y las Higueras ubicadas en La Cisterna y otras en San Pablo con Matucana, donde, como dice la cueca “toman los huasos en damajuana”.