ElPensador.io.- El senador Juan Pablo Letelier ha alegado que las vinculaciones que se han hecho sobre su participación en el escándalo del Poder Judicial en la Región de O’higgins, especialmente en lo que se refiere a tráfico de influencias, es una “operación política” orientada a “sacarlo de la política”.
Es una explicación aventurada, por decir lo menos, que intenta distraer del hecho inexplicable referido a reuniones indebidas con magistrados, encuentros no registrados sin que hasta ahora nadie pudiera informar de qué se trataron.
No es la primera situación de este tipo. El mismo Fiscal Nacional del Ministerio Público, Jorge Abbott, llegó al cargo rodeado de un aura de reuniones secretas con senadores, de modo tal que -sin explicación oficial, pero dentro de toda lógica- al asumir hizo desaparecer como por arte de magia las causas de financiamiento ilegal de la política. Tampoco en esa ocasión se informó el motivo de las reuniones.
Hace poco se informó de reuniones del ex ministro Laurence Golborne -que actualmente ocupa un sitial en el directorio de SQM- en la Región de Los Lagos con autoridades de Obras Públicas. Tampoco quedó en acta, aunque se le transportó en vehículos fiscales por la región.
¿No deberíamos estar cansados de reuniones secretas e impropias? Si, impropias, sobre todo cuando se trata de encuentros entre miembros de diferentes poderes del Estado. La connivencia entre quienes se supone que deben controlarse mutuamente contiene peligros graves para la democracia y el Estado de Derecho.
Cuando quienes detentan grados de poder hacen la vista gorda o, peor aún, participan de situaciones moral, ética, penal o administrativamente incorrectas, sin que ni siquiera les remuerda la conciencia, es grave.
Senador Letelier: ni la reunión con los magistrados ni la escapadita a El Cairo cuando se suponía que estaba en misión oficial parlamentaria en Qatar, constituyen actos probos. Son una forma de corrupción. Así de simple. Y a costa de los chilenos.
Señor Fiscal Nacional: reunirse con parlamentarios para ser electo no es un acto probo, al igual que impedir la investigación en casos que hoy tienen al Estado chileno acusado y procesado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Chile ya no puede soportar ni convertir en natural este tipo de comportamiento, por más que quienes detentan un poco de poder lo hagan. La corrupción no es natural.