Por Alvaro Medina Jara.- La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) entregó un nuevo reporte denominado Panorama Social en el que se afirma que la pobreza en América Latina se mantuvo estable en 2017 y (aunque aumentó la pobreza extrema, alcanzando su nivel más alto desde 2008), la desigualdad se ha reducido «apreciablemente» desde 2000.
La cifra, elaborada por economistas, entre papeles y números, esconde una preocupante conformidad social y no revela la verdad de la desigualdad, especialmente en el caso de Chile.
Para empezar, la basa en el índice Gini, donde efectivamente se ha mostrado una caída en la diferencia de ingreso que hay entre el primer quintil y el quinto quintil, es decir, entre el 20% más pobre de la sociedad, y el 20% más rico, desde 0,51 a 0,45. Esto, en términos económicos, significa que los más pobres han aumentado su ingreso en mayor proporción a los más ricos. Así, la medida es proporcional, no absoluta, y todos sabemos que un crecimiento de un punto porcentual de un ingreso de 100 no significa lo mismo que un punto porcentual en un ingreso de 10.000.
El índice Gini, además, es un promedio de ponderaciones de desigualdad. Uno de sus factores es la desigualdad en la posesión de activos financieros, los medios que pueden producir y generar más riqueza. Ahí, Chile tiene un índice de 0,72, lo que significa que el 20% más rico concentra infinitamente más medios para producir riqueza que los más pobres, cuya fuente de aumento de ingresos es su trabajo y las asignaciones sociales, de acuerdo al mismo informe de la CEPAL. De hecho, destaca que Chile y Uruguay son los países de América Latina que más recursos han aportado en políticas sociales desde sus respectivos aparatos estatales.
Es más, señala el informe, en las políticas públicas destinadas a crear empleo, los dos ítemes en que más gasta Chile son capacitación y creación directa de empleo desde el Estado. Esto nos dice que la caída en el promedio de la desigualdad en nuestro país no se debe fundamentalmente a una economía pujante que impulsa el desarrollo de las personas, el emprendimiento o la creación de empresas. No, se debe a la asignación directa de recursos desde el Estado para crear empleos u otorgar pensiones, pero no a la redistribución de los activos financieros (quizás a través de impuestos). El mercado no funciona solo en este sentido y en perfectamente imperfecto en la distribución de los recursos.
La prueba está en que, de acuerdo con la CEPAL, el primer quintil (los más pobres) apenas participa en el 8% del ingreso nacional, mientras que el quinto quintil (los más ricos), concentra el 45%, con mayor concentración en el 10% superior, que tiene el 31% de las riquezas. Esto significa, que por cada 10 pesos que produce nuestra economía, 3,1 los retiene el decil más rico del país. Peor aún, se señala, la participación de la masa salarial (el conjunto de los trabajadores que gana un sueldo) en el PIB de Chile sólo llega al 3%.
Hablar en serio de desigualdad, por lo tanto, implica no quedarse con el discurso conformista de los promedios que circulará en estos días gracias al informe de la CEPAL. Debe haber un debate en serio respecto del impulso al emprendimiento y una reforma tributaria que grave los activos financieros, como punto de partida al emparejamiento de una cancha que en la actualidad genera más inequidades.