Por Juan Medina Torres.- El incendio de Viña del Mar es una tragedia con pérdidas humanas y materiales que nuestro país ha experimentado muchas veces y que muestra las vulnerabilidades a que estamos expuestos.
El filósofo español José Ortega y Gasset, en una conferencia en el parlamento chileno en 1928, expresó: «Tiene este Chile florido algo de Sísifo ya que, como él, parece condenado a que se le venga abajo cien veces, lo que con su esfuerzo, cien veces elevó».
Al compararnos con el mito de Sísifo –el rey de Corinto que en la mitología griega fue condenado a cargar hasta la cima de una montaña una piedra que, antes de llegar, volvía a caer, teniendo que repetir la hazaña infinitas veces- Ortega y Gasset aludió a nuestro carácter resiliente, esa voluntad de ponernos de pie para volver a construir, ese verbo tantas veces conjugado por nuestro pueblo desde la solidaridad: yo construyo, tú construyes, él construye, nosotros construimos…
Como dice el premiado historiador chileno Rolando Mellafe, en su obra El acontecer infausto en el carácter chileno, este tipo de tragedia “obliga a toda una sociedad a enfrentarse, a través de su yo con los estratos más profundos de su existencia espiritual, con el alba de su psiquis”.
Qué nos hace resilientes
Desde el punto de vista individual podemos definir resiliencia como la capacidad personal para encontrar oportunidades en la tragedia y convertirlas en ventajas. Álvaro Medina, en su libro “Resiliencia, levantarse mil veces y seguir luchando”, señala que: “Resiliencia no es una condición que se relacione con el resultado, sino con el modo en que vivimos. No se es más resiliente por ser exitoso, sino por enfrentar las situaciones complejas” y agrega que “toda persona se ve enfrentada a situaciones y circunstancia que le prueban que no solo la fragilidad de su existencia, sino también la realidad de un universo heliocéntrico, en otras palabras, que el mundo gira en torno a otras cosas, distintas de uno mismo. Y ahí de súbito encarado a una realidad donde se hace presente lo otro y los otros se hace necesario tomar decisiones sobre los cursos de acción y se manifiesta el ser en sus capacidades”.
En un enfoque comunitario la resiliencia se reconoce por la capacidad de organizaciones de la comunidad ante la adversidad mostrando iniciativas de gestión para resolver los problemas que presentan las crisis.
Para María Rocío Menanteux Suazo en una investigación titulada: “Resiliencia comunitaria y su vinculación al contexto latinoamericano actual”, la resiliencia se constituye como una capacidad destinada a enfrentar experiencias adversas de una manera adecuada, resistiéndolas y fortaleciéndose a partir de ellas. Esta capacidad no sería innata ni adquirida, sino producto de un proceso del que forman parte tanto factores individuales, como familiares, sociales y culturales. Por ello, a pesar de que la resiliencia se presenta de manera individual, su desarrollo se ve mediado por la interacción de la persona con el ambiente en el que se desenvuelve”.
Lo expresado nos indica la necesidad de realizar un trabajo de fortalecimiento de la resiliencia comunitaria a través de organismos públicos directamente involucrados con la comunidad en el territorio: gobernaciones, municipalidades, teniendo presente los recursos y vulnerabilidades con el objetivo de disminuir los riesgos y desastres.