La historia de Irán o más conocida como Persia hasta 1935, en un poco más de 100 años se encuentra cargada de contradicciones y movilizaciones sociales. Surgen y caen parlamentos, intervencionismos internacional, revoluciones y gobiernos se establecen en tierras donde la tradición y el progresismo no encuentra puerto.
Por Manuel Férez – Octavio Paz definió la libertad como una posibilidad que se actualiza cada vez que alguien le dice “no” al poder. Paz coloca así a la esencia de la libertad en el ejercicio y no en el discurso. Por más de un año los y las iraníes le han mostrado al mundo con su rechazo al abuso del poder, todas las grietas y contradicciones insalvables de un régimen que, por más de cuatro décadas, les ha empobrecido, cortado las libertades más básicas y sumido en una asfixiante y falsa retórica revolucionaria que, como un cáncer, invade todos los espacios de sus vidas.
La historia
El primer gran movimiento masivo en la historia moderna de Irán se registró en 1906 con la Revolución Constitucional. Dirigida por jóvenes con ideas progresistas se lograron avances entre los que destacó el establecimiento del Majlis (parlamento) y una nueva constitución como contrapeso al poder de la monarquía. Muzaffarud Din Shah Qajar, quien reinaba en ese momento, aprobó dicha constitución, sin embargo, su hijo y sucesor Mohammad Ali Mirza disolvería el parlamento y aboliría la constitución en 1908 al bombardear (con ayuda de franceses y rusos) la sede parlamentaria.
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Cuatro décadas después, en 1951, se registraría otra gran movilización social a favor de la nacionalización del petróleo decretada por el entonces primer ministro (democráticamente electo) Mohammed Mosaddegh. Estudiantes, profesores y obreros salieron a las calles a apoyar a Mosaddegh y la nacionalización. De nuevo, los deseos de los iraníes se verían frustrados pues el Shah Pahlavi, por medio de su temible SAVAK ayudada por la CIA removió a Mosaddegh del poder. Esto marcaría un parteaguas en la historia de los Estados Unidos pues, por primera vez ayudaría a derrocar a un líder democráticamente electo, lo que dañaría su imagen entre las sociedades del Medio Oriente.
La revolución de 1979 es al mismo tiempo un momento coyuntural en la historia de Irán pero también fue una revolución secuestrada. De ser un movimiento nacional transversal de repudio al Sha y su corrupción, en el que participaron iraníes de todos los sectores sociales, se convirtió, al tener éxito, en una revolución islámica liderada por el ayatolá Ruhollah Khomeini quien rápidamente la purgó de socialistas, comunistas, ateos y le dio un autoritario carácter religioso al país que ahora se presentaba al mundo como una república islámica.
Dicha república islámica, siguiendo los principios religiosos/políticos del ayatolá Khomeini, rápidamente se embarcaría en una profunda y agresiva reingeniería social para imponer normas sociales islámicas a toda la población. El régimen ha empleado para ello herramientas de coerción, intimidación y asedio social como violencia en las calles, purgas en espacios académicos, juicios y ejecuciones públicas de disidentes, homosexuales y minorías étnicas y religiosas, uso estratégico del terror y un culto potente a la personalidad de sus líderes, especialmente al legado de Khomeini y el liderazgo actual de Khamenei. A lo anterior se suma una fuerte retórica antioccidental (principalmente contra EEUU e Israel) y un apoyo de muchos países (incluidos latinoamericanos) que se dicen progresistas a los cuales ha seducido con su falsa oratoria de justicia social y hermandad pero principalmente con dinero y prebendas que llegan a bolsillos de políticos, académicos, intelectuales y periodistas que replican dicha retórica oficial iraní en nuestros países.
La resistencia
Siempre ha habido resistencia a la élite islamista iraní, de hecho la primera protesta contra el régimen islámico fue llevada a cabo por mujeres que en marzo de 1979 tomaron las calles del país reclamando los cambios a la ley de familia que instalaba, entre otras cosas, el hijab obligatorio y establecería el terror asesino del régimen fundamentalista.
Una de las primeras mujeres que experimentaría la violencia del poder fue Farrokhroo Parsa quien fue ejecutada el 8 de mayo de 198. Farrokhroo, quien fuera la primer mujer en un gabinete de gobierno y defensora de los derechos de las mujeres, sería fusilada en Teherán ante la conmoción de la sociedad iraní y el desinterés del mundo.
Hay dos características comunes en todas las rebeliones sociales iraníes contra el régimen islamista establecido en 1979, por un lado es que han logrado ser sofocadas sólo violentísimamente, dejando muertos, heridos, encarcelados y exiliados como prueba irrefutable de la naturaleza malvada del régimen. La segunda característica común es que a pesar de esa violencia estructural con la que opera el gobierno iraní contra la disidencia, la sociedad iraní y su amplia diáspora, ha mostrado una resiliencia y alto grado de activismo político que hoy, de nuevo, hace un nuevo desafío a sus victimarios.
La revolución cultural y política que sacude a Irán desde 2022 se crea, reproduce, sostiene y transmite en las calles de ciudades y pueblos, en redes sociales, se socializa en metros, autobuses y todo espacio público en donde se entonan las canciones de protesta y se recitan los poemas irreverentes al régimen, esas son las venas y arterias que nutren este levantamiento cultural y político.
Esta revolución la sostienen artistas, estudiantes, académicos, deportistas, iraníes comunes y corrientes, esos a los que los “analistas internacionales” y opinólogos de coyuntura suelen despreciar e ignorar en sus reflexiones a botepronto sobre Irán basados en una reproducción de la narrativa oficial de un régimen que enfrenta un desafío mortal, un jaque mate a manos de sus propios ciudadanos. Sólo es cuestión de tiempo para que la dictadura de los ayatolás y mullás termine.
Fuentes como Al-Monitor han reportado detenciones de cientos de artistas iraníes, casos de violencia y censura contra todo aquel que desafíe al régimen. Al-Monitor señala los nombres de documentalistas, directores de cine y teatro, músicos, traductores, poetas, artistas que no sólo han sido detenidos y censurados sino también impedidos de abandonar el país.
Los casos de los raperos Saman Yasin y Toomaj Yousefi, los directores de teatro Amirhossein Barimani y Karamollah Soleimani, la actriz Hengameh Ghazian, el documentalista Mozhgan Inanlou y el músico Mahmoud Mirzaei son especialmente preocupantes porque algunos de ellos enfrentan cargos que podrían llevarlos a ser sentenciados a muerte.
Una reciente investigación de la CNN descubrió que el uso de la violencia sexual contra hombres, niños y mujeres iraníes que participan en las protestas es cotidiana en los centros de detención . A esto se suma la friolera de, al menos, 400 civiles asesinados por las fuerzas de seguridad del Estado de los cuales 58 son niños y niñas.
Desde el Movimiento Verde de 2009 el desencanto y rechazo a la élite islamista y a sus corruptos líderes ha ido en aumento, las protestas esporádicas de 2017 a 2021 ya alertaban a los especialistas de que, tarde o temprano se registraría un levantamiento popular de grandes dimensiones y al fin ese levantamiento ha llegado y durante más de un año los iraníes, principalmente las mujeres, nos han enseñado todas las fisuras estructurales de su régimen político.
Mientras escribo estas líneas pienso en Narges Mohammadi la activista de derechos humanos iraní y ganadora del Premio Nobel de la Paz 2023. Mohammadi, vicepresidenta del Centro de Defensores de los Derechos Humanos, que es dirigido por la también premio Nobel Shirin Ebadi, quien languidece en una prisión del régimen. ¿Qué mayor prueba del temor de la élite islamista iraní a las mujeres que el caso de Mohammadi? ¿Qué mejor ejemplo de resiliencia y determinación que el de estas mujeres que desafían a la teocracia?
Es incierto si al final los iraníes lograrán derrotar a su régimen criminal y enviar al basurero de la historia a todos aquellos que los han sometido y violentado por décadas, incluidos aquellos latinoamericanos cómplices. Lo único seguro es que los y las iraníes que luchan por un futuro mejor han ganado, no importa lo que pase, ellos, por el sólo hecho de resistir y decirle “no” al abuso de poder a la violencia misógina y fanática de sus líderes, ya son libres.