Por Samuel Fernández I.-El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, podrá gobernar indefinidamente. Ha dirigido la Federación Rusa desde 1999, directa o indirectamente, y en solitario, desde el 2012. Acaba de aprobarse la ley donde podrá continuar haciéndolo, desde el 2024 hasta el 2036, vale decir indefinidamente, pues concentra la totalidad del poder, sin oposición válida. La suerte de sus contradictores, suele ser la cárcel o la eliminación, dentro o fuera de Rusia. No es una acusación infundada. Los casos de Navalni, internamente, ahora preso; o de Litvinenko asesinado por plutonio, o Skripal, envenenado y salvado de milagro, los dos en Londres, resultan evidentes, aunque se nieguen.
Rusia es y seguirá siendo lo contrario a una democracia. Nunca la ha conocido. Desde las centurias de los Zares, o como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), jamás lo fue. Ahora con Putin, regresa a la autocracia sin control, que sigue ambos ejemplos. Lo grave es que se veía venir, paso a paso, y que al materializarse, a nadie le ha llamado la atención. Sólo tímidas advertencias de Estados Unidos con Biden, y sus calificaciones de “asesino sin alma” del propio Putin, que más provocaron burla que preocupación del ofendido. Y las demás democracias europeas, bien saben que no conviene hacerle frente, si en gran medida dependen del gasoducto y otros intercambios. Se puede afirmar que una Rusia totalitaria es la constante, y lo extraño sería que no lo fuera.
Las consecuencias se materializarán en otras situaciones. El ejemplo ruso servirá de aliciente y apoyo a regímenes autocráticos, u aspirantes a serlo. Entre otros, a Turquía, Irán, Corea del Norte, Siria, y tantos ya existentes. En nuestra región, lo son Cuba, Venezuela, Nicaragua, y lo pretenden todos quienes desean perpetuarse en el poder, a como de lugar e indefinidamente, apoyándose mutuamente, o impidiendo que las democracias puedan actuar. No es cuestión de poderío, y menos, de resultados. Los hay ricos y fuertes, aunque muchos son verdaderas catástrofes totales. Están a la vista.
La mayoría de ellos apoyados por Rusia, fervientemente, y son sus aliados. La democracia verdadera, está perdiendo en el mundo, y cambiando las relaciones internacionales. No nos extrañemos, que corre riesgo la estabilidad mundial y regional, si se extralimitan.
Samuel Fernández Illanes es abogado y académico Facultad de Derecho, UCEN