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Salud en Crisis: agresiones, falta de insumos y turnos insuficientes

Última actualización: 19 de agosto de 2025 1:33 pm
13 minutos de lectura
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salud cesfam
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Trabajadores de atención primaria de salud en San Bernardo enfrentan amenazas y carencia de medicamentos, mientras 200 funcionarios atienden a 22.000 usuarios en uno de los sectores más vulnerables del Servicio Metropolitano Sur de Salud.

ElPensador.io.- Kathia Reyes se levanta a las cinco y media de la mañana todos los días para ir a trabajar. Es joven, penquista, estudió en el DUOC, está casada, tiene tres hijos adolescentes y hace un tiempo fue amenazada de muerte. Sí, leyó bien.

Jamás ella ni su familia han estado relacionados con los círculos de criminalidad. Su único pero rotundo factor de riesgo es desempeñarse como Técnico en Enfermería de Nivel Superior (TENS) en el Centro de Salud Familiar (CESFAM) El Manzano, en la comuna de San Bernardo, sector calificado como zona roja, donde se atiende a la población más vulnerable del Servicio Metropolitano Sur de Salud.

Desde hace tiempo, ese y otros recintos de Atención Primaria de Salud en el país han sido escenarios tristes de violencia y peligro debido a la extrema ofuscación de algunos usuarios.

Las asociaciones gremiales de estos trabajadores han intentado levantar la voz para exponer estas situaciones reiteradas, pero sin éxito. Nos llegaron las denuncias y fuimos a palpar en terreno lo que sucede. Una soleada mañana de agosto, Kathia nos recibe en una pequeña pero útil oficina para contarnos los detalles de lo que viven día a día.

En el CESFAM El Manzano, que opera de ocho de la mañana a cinco de la tarde —con frecuentes extensiones que llegan hasta las veinte horas— trabajan no más de 200 funcionarios para atender a un universo de 22 000 personas. Ahí, en esa desigualdad numérica, radica parte del problema.

Pero hay más. Como nos comentó la también dirigente gremial, el servicio de Farmacia es el que más sufre estos días:

“Farmacia es una sección expuesta a constantes agresiones porque últimamente hemos tenido un déficit permanente de stock de medicamentos. Como nuestros pacientes no tienen la posibilidad económica de adquirir sus remedios, ven como única alternativa que nosotros se los entreguemos. Al no tenerlos y responderles que no podemos proveer sus tratamientos, ellos reaccionan de manera agresiva. Algunas personas comprenden que esto no es nuestra responsabilidad, pero lamentablemente somos la cara visible y muchos se desquitan con nosotros. Uno entiende: es un paciente enfermo, en una situación muy vulnerable, que viene a buscar ayuda; al no contar con las herramientas ni los insumos suficientes, se genera frustración y reaccionan agresivamente.”

Una de las afecciones más recurrentes en este servicio de provisión de medicamentos son las enfermedades cardiovasculares. Reyes prosigue:

“El Programa Cardiovascular incluye a la población de adultos mayores y a un porcentaje de jóvenes. Estos pacientes vienen habitualmente porque son patologías crónicas que requieren de un tratamiento mensual. En este sentido, hay medicamentos muy importantes, como el Carvedilol, que se utiliza para la insuficiencia cardíaca, y no contar con él se transforma en algo grave para su salud.”

El Programa de Salud Mental también es uno de los más críticos, de acuerdo con la TENS:

“En este ámbito, un paciente que no tenga su medicación adecuada claramente se descompensa, y es ese grupo el que llega con una disposición agresiva.”

En cuanto a la conducción central de ese recinto de salud, hay otro punto a destacar. Si bien Kathia Reyes señaló que “actualmente tenemos una dirección bastante eficiente en su trabajo, pero obviamente las deficiencias del sistema hacen que la labor no pueda ser óptima”, otra funcionaria que prefirió mantener el anonimato manifestó lo contrario:

“Muchas veces, desde la dirección se amedrenta al funcionario y se le presiona en demasía para cumplir ciertas metas, sin conciencia de que no tenemos los recursos para hacerlo”, expresó con rabia y congoja.

Cuando la TENS nos indica que una situación similar ocurre con las siempre insuficientes horas médicas, le pedimos que profundizara, y para ello nos llevó hasta el Servicio de Orientación Médica (SOME), área administrativa encargada de proveer citas y gestionar agendas. Allí nos encontramos con Leonardo Cepeda, quien narró su día a día: “Nuestra jornada laboral comienza a las ocho de la mañana con la recepción de pacientes; otorgamos horas médicas, dentales o de la especialidad que corresponda, inscribimos a quienes pertenecen a este sector geográfico y archivamos documentación, entre otras tareas”.

Consultado sobre las dificultades que enfrentan cotidianamente en la llamada zona azul del recinto, Cepeda respondió: “Los problemas surgen cuando no hay profesionales ni horas disponibles. Entonces los pacientes quedan sin atención y, al ser nosotros la cara visible, recibimos todas esas agresiones que, hasta ahora, han sido verbales; los ataques físicos han sido casos aislados, pero han ocurrido… También hemos recibido amenazas”.

Durante la pandemia, las autoridades instalaron separadores de acrílico entre funcionarios y público. Tras la crisis sanitaria y la reducción del riesgo de contagio, los trabajadores solicitaron mantenerlos. Salvaguardar su integridad física frente a posibles ataques fue la razón evidente.

A la conversación se sumó otra trabajadora, Gloria Almarza, quien también fue amenazada de muerte con un arma. Este tema no lo elude, pero prefiere centrar su relato en otras limitaciones, como la falta de espacio personal para trabajar y otras variables: “Tenemos una cantidad enorme de usuarios y no damos abasto con los profesionales que hay. Nos faltan las condiciones mínimas para atender a los pacientes. Basta con mirar los contenedores”, señala con angustia.

En las afueras del centro se han instalado depósitos de color blanco ante la escasez de boxes de atención, pero que, según nos indican, tampoco cumplen con la normativa. Al preguntarle por un anhelo para desarrollar sus funciones de mejor manera, Gloria respondió: “Está más que claro: tener muchos más boxes para que nuestros profesionales atiendan cómodamente. No es posible que un profesional use un box por la mañana y deba compartirlo con un colega por la tarde. Eso es terrible, tanto para los usuarios como para nosotros, porque no podemos ofrecer una respuesta eficiente y digna. Se supone que somos Atención Primaria, los primeros en dar respuesta a los pacientes y, lamentablemente, estamos en desventaja. Atendemos a la población más precarizada de San Bernardo y no podemos decirles ‘no los vamos a atender porque no hay un box’, aunque hayan llegado a las cinco de la mañana porque el doctor no tiene dónde recibirlos”.

Por otra parte, Almarza destacó otras fragilidades severas de la infraestructura: “El casino no alcanza para todos; faltan sillas. No podemos almorzar juntos; tenemos que dividirnos. Algunos comen en sus puestos de trabajo y otros, incluso, afuera”, aludiendo a un comedor improvisado que acondicionaron en un patio de luz. “Es inaceptable que tengamos que dividirnos por sector porque el otro está en mal estado”, se lamenta.

Cuando nos preguntamos cuál sería la opinión de los pacientes en torno al funcionamiento de este CESFAM, la atención, la espera, la gestión y los pasajes de agresiones que no se pueden soslayar, acudimos a tres usuarias representativas.

Mirna Astudillo, de 61 años, padece hipotiroidismo, diabetes e hipertensión, y viene con regularidad a retirar sus medicamentos. Nos dijo: “La atención aquí es buena. A veces hay mucha gente y uno tiene que esperar nomás. En general no tengo nada malo que decir de nadie porque hasta la señorita que atiende en Informaciones es un amor”.

Por su parte, Gladys Herrera, que usa muleta tras sufrir dos derrames cerebrales, tiene un angioma en el cerebro y crisis de epilepsia, agregó: “Si llegas con buenas palabras hacia el personal, el personal también te va a tratar bien. Pero si vienes con prepotencia, obvio que no te van a tratar tan bien. Estas cosas de violencia no son culpa de quienes nos atienden; siempre se dice eso, pero no es verdad: ellos atienden bien”.

Juana Orellana, hipertensa y con artrosis crónica, refrendó esta percepción: “Aquí tenemos que esperar —por algo nos dan un numerito, ¿no?— y hay que tener paciencia. Pero hay gente a la que no le gusta esperar, quieren llegar y que los atiendan altiro, y eso no puede ser. Ese es el problema: cuando algunas personas se ponen agresivas sin justificación”.

Volviendo al caso de las amenazas de muerte y golpes que sufrió Kathia Reyes en el servicio de Farmacia, ella desglosó: “En esa oportunidad, yo siendo funcionaria, fui amenazada por una paciente porque no tenía el medicamento por falta de stock. Ella me acusaba de llevarme los remedios y me dijo que me cuidara en mis horarios de ingreso y salida porque, en cualquier momento, me iba a pillar con toda su familia y me iba a matar. Sentí impotencia porque no puedes responder igual; me sentí muy vulnerada y asustada. Fue la primera vez que viví algo así. Quise llorar. Luego quedas obligada a atender de nuevo a esa persona, y queda esa sensación de impunidad: uno tiene que tolerar cualquier agresión por deber laboral”.

Una vez ocurrido esto, se activó un plan familiar: su suegro la recogía en un vehículo dentro del recinto, ella no salía caminando y los guardias permanecían atentos. Kathia dice que sintió acompañamiento desde la dirección, pero no presentó denuncia formal por desconocimiento —llevaba poco tiempo y no sabía que la amenaza era un delito grave—, y la agresora finalmente no recibió sanción.

Pese a todo, Kathia sigue aferrada a su vocación: “Me gusta mi trabajo; al final el medicamento u otro servicio es un derecho del usuario y yo estoy vulnerando ese derecho al no tener los insumos necesarios para brindar una atención de calidad”.

En un tono gremial, hace un llamado urgente a las autoridades: “Todo se basa en ordenar las prioridades, y eso corresponde desde el Presidente de la República hacia abajo, pasando por la Dirección de Salud, el municipio y todas las cadenas de mando”.

Sin duda, estamos ante una realidad cruda pero modificable y mejorable. Es imprescindible que quienes toman decisiones actúen con premura por protección y en beneficio de toda la población, incluyendo pacientes y trabajadores de la salud. Se trata de una urgencia, una auténtica urgencia humana.

 

ETIQUETADO:salud
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