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Segregación urbana y derecho a la ciudad

Por Alexis González Garrido.- Para comenzar a tratar este tema debemos, primero que todo, entender y definir el concepto de exclusión o segregación urbana, entendiéndose está como “el progresivo crecimiento y concentración de población, sobreexplotación y especulación del suelo, la segregación urbana, la deficiencia en cuanto al funcionamiento y organización y la contaminación ambiental en la ciudad, han configurado un marco de deterioro con graves consecuencias para el medio ambiente”. (Sepulveda, Toro, & Arditi, 1991)

Podría ser asumido también como: “La diferenciación social y espacial del territorio, según distribución de riquezas, dinero, poder y estándar de las redes de infraestructura de servicios, transporte y telecomunicaciones; todo lo que condiciona distintos grados de inserción del habitante y conjunto habitacional en el sistema urbano-territorial. Homogeneidad del tejido social de una ciudad, expresada en el uso del suelo por excesiva especialización funcional en la conformación de áreas residenciales, generando un desequilibrio espacial interno de los sistemas urbanos. Fenómeno resultante de un desarrollo sectorial y dispar entre distintas zonas urbanas, con deficiencias urbanísticas correspondientes a desintegración de la trama urbana, marginación, problemas de accesibilidad, desarticulación funcional de las actividades complementarias a la residencia, falta de elementos identificadores al interior de los hábitats, de definición espacial y uso apropiado, lo que deriva a anomia, desarraigo, problemas de identidad, inseguridad, e insatisfacción. La expresión física de este proceso se manifiesta en claras y evidentes diferencias de calidad urbana, estándar de urbanización, dotación de equipamientos en sus distintos niveles de jerarquía, calidad de las viviendas, habilitación de áreas verdes y esparcimientos como la estandarización de la red de infraestructura de servicios y conectividad. (El Centro de Documentación (CEDOC) del Instituto de la Vivienda , 2005)

También otros autores definen este fenómeno como la acción o efecto de separar a la población dentro de una ciudad de acuerdo a sus características socioeconómicas, étnicas o raciales. (…) Las pautas de segregación socioeconómica en la ciudad se funden con la naturaleza económica del mercado de suelo urbano, de modo que los lugares más alejados y de peor calidad es donde cabe hallar la mayor segregación urbana. (…) En forma más reciente la segregación urbana se sigue produciendo, por contenidos más sutiles como puede ser el contenido social de las barriadas o la exclusividad de ciertos enclaves y servicios.

La mejor muestra de ello lo constituye la distribución espacial del precio de la vivienda. La modalidad reciente de la segregación es la proliferación de las urbanizaciones cerradas por lo general áreas residenciales de calidad, unifamiliar, promovidas con una intención exclusivista. Son enclaves excluyentes en las periferias urbanas es un claro síntoma de la pérdida progresiva del papel de la ciudad como espacio de relación.(Zoido Naranjo, De la Vega Benayas, Morales Matos, Mas Hernandez, & Lois Gonzalez, 2000)

Es por lo antes señalado que el fenómeno de exclusión o segregación urbana debe ser abordado considerando diversas perspectivas, ya que no responde única y exclusivamente a una causa, sino que se fundamenta en una serie de situaciones que influyen en su surgimiento, correspondiendo por lo tanto a una problemática multifactorial que presenta un trasfondo de desigualdad social como base de este problema.

Es por ello, que se podría entender básicamente, no solo como un hecho social, sino como una consecuencia de una serie de procesos de acumulativos y combinados de diversos factores, que generan una seria desventaja  o vulnerabilidad social, y que pueden llegar a  afectar a una persona o un grupo de ellas, dificultando o derechamente impidiendo el acceso a los mecanismos necesarios para su desarrollo, inserción en la comunidad y acceso a los servicios  básicos y fundamentales de seguridad y bienestar social.

Ciudades desiguales y orígenes de la segregación urbana

Se debe hacer presente que, en lo que respecta a la disposición de los habitantes de las ciudades actuales, esta no responde necesariamente a un acto de voluntad o deseo de habitar un territorio determinado, sino que al acceso a una solución habitacional.

Esta situación se ve reflejada de manera trasversal en las grandes urbes de Latinoamérica, considerando que es nuestro continente en general y nuestro país en particular el que presenta mayores índices de desigualdad socio económica y donde la mayor parte de sus habitantes residen en los grandes sectores urbanos o en las principales ciudades.

Esto se refleja claramente en los paisajes urbanos que estos grandes centros urbanos presentan, que muestran y demuestran la materialización de la desigualdad social, entendiendo a partir de esto, que este factor responde claramente a la falta de equidad, en el natural deseo de acceso a las oportunidades territoriales, como respuesta a la carencia y a la falencia de espacios destinados a la habitación digna de ellos.

Pudiendo a partir de esto entenderse el fenómeno de la segregación urbana según lo planteado en el texto “Segregación residencial en las principales ciudades chilenas”, de Sabatini, Cáceres y Cerda, como el grado de proximidad espacial o de aglomeración territorial de las familias pertenecientes a un mismo grupo social, ya sea en términos étnicos, etarios, de preferencias religiosas, o socioeconómicas entre otras posibilidades”. (Sabatini, Caceres, & Cerda, 2001)

Una expresión de este fenómeno de segregación se puede ver fácilmente reconocidos, y con una lamentable normalidad, en las poblaciones más vulnerables que se pueden encontrar en las grandes metrópolis de Latinoamérica y en nuestro país de igual manera. Es así como se da paso a asentamientos, villas miserias, favelas, en países vecinos y poblaciones marginales, tomas de terrenos y Guetos horizontales o verticales como se estila en estos últimos años en nuestro país principalmente en la Región Metropolitana… entre otras muchas formas de ocupación territorial. Que da una solución mediática a la problemática habitacional pero que precariza la vida de sus habitantes y del entorno que los rodea.

Pero este tipo de segregación territorial no es un monopolio exclusivo de estos tipos de asentamientos humanos, sino también de aquellos con mayor ingreso o patrimonio, en ese caso al tratarse de un acto voluntario, pasa a denominarse auto-segregación o segregación elegida.

Esta situación, por tanto, ha generado una aun mayor polarización en la ciudad, sectorizándose entre barrios de pobres y barrios de ricos, vale decir los llamados barrios de similares, por lo tanto a mismas capacidades económicas, mismas posibilidades de habitar un territorio.

Esta diferenciación territorial hace aún más sentido con lo que plantea Rubén Katzman en su texto “Seducidos y Abandonados, el aislamiento social de los pobres urbanos” cuando plantea que “esta comparación social cada vez menos diversa no es exclusivamente urbana, sino que se retroalimenta con la segregación educacional y laboral”. (Katzman, 2001). Lo que deja de manifiesto que la necesidad de acceso a la vivienda en un mismo territorio o en un territorio determinado,  pretende no solo cubrir dicha necesidad esenciales, sino también y principalmente la conectividad urbana y con esta el acceso elemental a los servicios básicos que permitan vivir en sintonía a las nuevas necesidades y demandas sociales.

Segregación elegida o auto segregados

La segregación elegida o auto segregación se naturaliza en el urbanismo obsesionado por la seguridad, donde el encapsulamiento y la exclusión territorial se transforman en los primeros y más relevantes lugares destinados a la convivencia.

La lógica de seguridad, por tanto, se traslada de los ámbitos de la ciudad más allá de los residenciales, por lo mismo cada vez más los habitantes, se transforman en habitantes entre lugares, de ocio, lugares de trabajo, de estudio y de residencia, todos los que tienen como punto central y común la seguridad, transformándose en una suerte de islas que a su vez se trasforma en una especie de “archipiélagos de seguridad”, los cuales en términos prácticos, funcionan como diques que permiten mantener bajo control a grupos sociales considerados como peligrosos, grupos sociales, por cierto, identificados de manera manifiesta con ciertos sectores de excluidos y marginados. (Arteaga Botello, 2010)

Por otro lado, la ciudades de segregados, históricamente, se han compuesto por una suma de políticas no aplicadas e ignoradas por los gobiernos centrales, haciendo cada vez más evidente, notorio y prolongado el abandono a los sectores más vulnerables.

“La mayoría de las políticas públicas que se llevan a cabo en los países de la región, para elevar el bienestar de los pobres urbanos, han descuidado los problemas de su integración en la sociedad, operando como si el solo mejoramiento de sus condiciones de vida los habilita para establecer o reestablecer vínculos significativos con el resto de la comunidad” (Katzman, 2001, pág. 172) 

Para no continuar reproduciendo las desigualdades a nivel territorial resulta vital incorporar los conceptos de fronteras, siendo las más reconocibles las fronteras físicas pero a estas se les deben incorporar las intangibles, por ejemplo, conceptos como formalidad e informalidad en el aspecto económico, fronteras legales e ilegales como formas o métodos legales para la tenencia del suelo de las viviendas, y por otra parte las simbólicas, que serían las distinciones y clasificaciones que construimos sobre objetos, personas, prácticas y espacios de la ciudad.

Lo que surge de esto, responde a un claro reflejo, no de una opción, sino de una fría e indolente posibilidad de alcance o acceso a ciertos territorios, lo que manifiesta el fiel reflejo de la desigualdad de oportunidades que caracteriza nuestra sociedad actual; fenómeno que por una parte surge de la voluntariedad de alejamiento, de auto segregarse, que responde a formas de relaciones tan naturales y humanas como el deseo de sentirse distinto al resto, lo que lleva a relacionarse con los que son reconocidos como semejantes, como pares.

En tanto, por otro lado, el fenómeno que se genera no de la voluntariedad, sino desde la necesidad habitacional, desde el deseo de sentirse digno, siendo un factor secundario el hecho de saber o no saber quién viviría en la vereda o puerta del frente, ya que de seguro, el factor de unión se generara desde la necesidad ante la carencia, desde la segregación urbana que los representa, y que ha llevado, desde la necesidad, a la generación de comunidad y de organización barrial, como base del surgimiento de los movimientos sociales de lucha por viviendas dignas y otras manifestaciones de la comunidad civil organizada, que ve en estas demandas, la base de las grandes luchas sociales que históricamente han dado los segmentos más vulnerables de nuestra sociedad.

Teniendo siempre en cuenta que frente a estas demandas que buscan siempre la igualdad de oportunidades o reconocerse como iguales en derechos, pero siempre considerando, que debido a la falta de equidad que caracteriza nuestra sociedad, siempre hay algunos más iguales que otros.

Derecho a la ciudad

Poner en práctica esa ruptura de fronteras impuestas o autoimpuestas, podrían generar alternativas para tener así una ciudad más democrática, más diversa y heterogénea. Un posible camino para concretar este anhelo, podría encontrarse en la materialización del derecho a la ciudad.

Henri Lefebvre construye a esto con una propuesta política que parte de la ciudad para reivindicar la posibilidad que la gente volviera a ser dueña de la ciudad. Frente a los efectos causados por el sistema neoliberal, que ha llevado a la privatización de los espacios urbanos, el uso mercantil de la ciudad, la predominancia de industrias y espacios mercantiles, se propone una nueva perspectiva política denominada derecho a la ciudad.

Debido a que la ciudad la ciudad fue tomada por los intereses del capital y, por lo tanto, dejó de pertenecer a la gente, es que Lefebvre aboga a través del derecho a la ciudad por “rescatar el hombre como elemento principal, protagonista de la ciudad que él mismo ha construido” (Lefebvre, 1968).

El derecho a la ciudad es entonces restaurar el sentido de ciudad, instaurar la posibilidad del “buen vivir” para todos, y hacer de la ciudad “el escenario de encuentro para la construcción de la vida colectiva”.

Esto lo traduce David Harvey en las siguientes palabras: “Conquistar el derecho a cambiar y reinventar a ciudad, de acuerdo con nuestro deseos, hacen del proceso de urbanización el ejercicio del poder colectivo y de su reinvención”. (Harvey, 2013)

Barrios en riesgo

Al analizar todo lo planteado sin lugar a dudas el fenómeno de la segregación urbana es una realidad en todo el continente y nuestro país no es la excepción, más aún si consideramos que Chile está calificado entre los países de la OCDE, como uno de los países con mayor desigualdad en los ingresos económicos, lo que evidentemente genera que el proceso de segregación social y puntualmente urbana se dé casi en forma natural.

Pero este fenómeno no partió recientemente. Tiene sus orígenes hace varias décadas con la erradicación de campamentos que se encontraban, en el caso de Santiago, en sectores que bordeaban el Zanjón de la Aguada, entre otros sectores que se transformaron no solo en focos delictuales, sino también base territorial de la resistencia popular en los tiempos de la dictadura, lo que género que las futuras demandas populares por una vivienda digna se solucionaran, pero no construyendo donde se encontraban emplazados estos campamentos o tomas de terreno, ya que el valor del terreno era bastante más rentable sin la presencia de estos pobladores instalados en ellos.

Es por esta razón que la solución entonces fue construir viviendas sociales, pero en la periferia de la ciudad, dando soluciones habitacionales basadas principalmente en los bajos precios del suelo, lo que comenzó a formar en las periferias de la ciudad de Santiago y otras grandes ciudades del país, focos de segregación urbana que se agudizo aún más durante los 80 y 90, épocas en que se continuó con dicha política de segregación pero esta vez sumado al sacrificio de la calidad de construcción en función de la cantidad de viviendas emplazadas al margen de los principales centros urbanos.

Estas políticas públicas destinadas a subsanar las carencias habitacionales de miles de chilenos radicó, con el paso del tiempo y de su implementación, en el surgimiento de los denominados guetos urbanos, los que por esencia están cargados de injusticia social, con mala calidad en la construcción y estrechez de las viviendas, espacios comunes deteriorados o deficitarios y muchas veces inexistente, sumado a la falta de bienes públicos como de seguridad, de equipamientos como luminarias y servicios básicos, una paupérrima calidad del transporte público que va de la mano con una mala conectividad y con los tejidos viales internos que obstaculizan el libre tránsito de las personas dificultando a la vez la llegada a los sectores más alejados; además del difícil acceso a la salud y a la educación, debido justamente a lo antes descrito, la falta de conectividad.

Esta realidad generó, y genera, altos impactos y costos para la estabilidad de la sociedad en su conjunto, como también debilita y en ocasiones imposibilita directamente, el ingreso de las personas a las oportunidades de progreso que ofrecen las ciudades.

Resulta urgente y necesario reconocer la exclusión urbana como una grave amenaza para la sustentabilidad de la democracia y de nuestra sociedad. El Estado chileno se basa en un sistema altamente centralizado en materia de asignación de recursos y fuertemente centralista en materia de inversiones públicas, haciendo muy difícil construir espacios de ciudad más equitativos e inclusivos sin una mirada descentralizadora de la realidad que estas comunidades presentan.

Se debe por lo tanto privilegiar en forma prioritaria la visión y las metas sectoriales por metas y visión a nivel macro o país, de conjunto de comunidad. La mirada global e integral es una urgente necesidad en la planificación urbana por parte del Estado, pero principalmente en la asignación de recursos para la concreción de estos proyectos.

La complejidad de un barrio está dada por la multiplicidad de factores que inciden en su estado de deterioro, lo que tiene repercusiones en la calidad de vida de sus habitantes: hacinamiento interior y exterior, como se dijo anteriormente, la mala calidad de las viviendas, déficits de infraestructura institucional y de servicios básicos. Situaciones que terminan influyendo claramente en las malas relaciones entre la comunidad, sumado a la sensación de inseguridad, sentimiento de abandono,  y ausencia de la figura de autoridad o de gobernabilidad territorial.

Por eso se requiere una intervención que resitúe la relación entre iguales, con la autoridad y el resto de la sociedad o comunidades vecinas. Para ello se requiere de planes y proyectos que aborden el problema global, desde la seguridad pública en forma prioritaria, con el objetivo de restablecer la presencia de la autoridad del Estado a fin de garantizar uno de los derechos básicos como es el derecho a vivir en paz en un barrio seguro, y que la autoridad sea garante de esta tranquilidad y de la equidad en primer lugar, pero considerando la mejora en las condiciones de vida, que permita restablecer formas de convivencia adecuadas y estables.

La soluciones posibles a esta gran problemática social que arrastra nuestro país hace décadas, pasa necesariamente por generar un plan de intervención de carácter integral, que trate las temáticas desde la problemática social pero también desde la realidad urbanística que estos sectores presentan, realizando un trabajo destinado a fortalecer la convivencia entre los pobladores bridándoles las herramientas que les permitan organizarse y auto gestionar a fin de subsanar sus necesidades, en un trabajo mancomunado con la autoridades comunales y del gobierno central, a fin de lograr el desarrollo social y económico esperado, con el fin último de ofrecer mejores oportunidades a las familias que viven en estos sectores marginados, impidiendo la proliferación de la exclusión social, posibilitando el desarrollo y convivencia comunitaria, generando el sentido de pertenencia y responsabilidad de parte de los pobladores con su barrio y que estos, logren a su vez, sentirse parte del tejido social urbano, pero principalmente que logren reconocerse como ciudadanos.

Bibliografía

Arteaga Botello, N. (2010). Consolidación de los archipiélagos de seguridad en América Latina. Espiral: Estudios sobre Estado y Sociedad, 163-195.

El Centro de Documentación (CEDOC) del Instituto de la Vivienda . (2005). Segregación urbana. Obtenido de https://infoinvi.uchilefau.cl/glosario/segregacion-urbana/

Harvey, D. (2013). Ciudades Revldes: el derecho de la ciudad a la revolucion urbana.

Katzman, R. (2001). Seducidos y abandonados: el aislamiento social de los pobres urbanos. Revista CEPAL 75, 171-189.

Lefebvre, H. (1968). Le droit à la ville. Paris.

Pallares, F. (Octubre-Diciembre de 1988). LAS POLÍTICAS PÚBLICAS: EL SISTEMA POLÍTICO EN ACCIÓN. Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), 158-159.

Sabatini, F., Caceres, G., & Cerda, J. (2001). Segregación residencial en las principales ciudades chilenas.

Sepulveda, R., Toro, A., & Arditi, C. (1991). Vivienda Social:Tecnologias apropiadas y proceso de cambio residencial. Boletin del Instituto de la Vivienda, 11-25.

Zoido Naranjo, F., De la Vega Benayas, S., Morales Matos, G., Mas Hernandez, R., & Lois Gonzalez, R. (2000). Diccionario de Geografia Urbana y Orientacion del territorio.