Por Pedro Salinas.- Años atrás, en Inglaterra, se trató de hacer extensivo el uso del término “herstory” en lugar de “history” por parte de algunos grupos feministas, en protesta a lo que consideran la omisión de las mujeres de fuentes de conocimiento y tradición culturales por una cultura patriarcal. El juego de palabras proviene de que “history” (historia) sería literalmente “his-story” (el relato de él). “Her-story”, consecuentemente, sería «el relato de ella».
La crítica a la historia documentada por parte de grupos feministas tendría base en las ideas de Robin Morgan, quien parece haber sido la primera mujer quien creó el neologismo “herstory” en un libro de 1970 llamado “Sisterhood is powerful”.
Desde distintos ámbitos del conocimiento probablemente sea una realidad cierta el que muchas mujeres notables de la historia fueron limitadas y omitidas, no solo en sus oportunidades sino también en sus reconocimientos por el hecho de ser mujeres. Poco se sabe, por ejemplo, que la actriz Hedy Lamarr (1914-2000), denominada en su tiempo como “la mujer más bella del mundo” fue también precursora y coinventora de lo que hoy conocemos como las tecnologías bluetooth, inalámbrica o wireless, siendo reconocida solo recientemente en el año 2014 en el National Investors Hall of Fame.
Sin embargo, la pregunta que podemos hacernos es si, efectivamente, solo en consideración de los atributos del lenguaje y sus variantes, ciertas realidades sociales y culturales que hoy consideramos como obsoletas o aberrantes pueden ser modificadas. Los lingüistas se han esmerado en demostrar que el lenguaje tiene “vida” y que por lo tanto continuamente se modifica, crea y transforma. Tan solo en el 2021 la Real Academia de la Lengua Española (RAE) incorporó 3.836 modificaciones, considerando nuevos términos, enmiendas y acepciones.
Hace algún tiempo me tocó apreciar un discurso donde la persona encargada de la palabra se refirió a una audiencia de hombres y mujeres como “todes nosotres”. El llamado “lenguaje inclusivo” que ha llevado a querer suprimir el uso generalizado de genitivos en el lenguaje como el “todos”, “nosotros” o “niños”, fue rechazado por la RAE el 2018. ¿Podrían esas tentativas generar cambios concretos tendientes a equilibrar el rol de hombres y mujeres en la trama social y cultural compleja que hoy vivimos? Ciertamente el lenguaje tiene la capacidad de crear realidades, pero eso no implica que siempre tenga la capacidad de suprimir otras. En idiomas donde no existe una diferencia de género en los pronombres, por ejemplo el “We” (nosotros o nosotras) de las culturas angloparlantes, se aprecian por igual situaciones relacionadas al machismo y la violencia de una cultura que podemos definir como ciertamente de tintes “patriarcales”.
Pero el lenguaje, como tal, en su complejidad ha ido evolucionando en favor de ganar complejidad y no perderla, básicamente porque tiene la capacidad de connotar y denotar cosas, y el lenguaje efectivamente denota que hombres, mujeres, niñas, niños, no somos -afortunadamente- iguales. En este caso el “todes” vendría a denotar a un grupo de personas que no se sienten parte de una cultura que consideran “binaria” y por tanto a ese grupo en específico. En consideración de ello, más allá de generar un lenguaje que omita las diferencias, creo que lo importante que el lenguaje se haga parte de la diferencia, podamos convivir con ellas y dar un lugar de valor, horizontal y no verticalmente, al hecho de efectivamente somos humanamente distintos biológica, social y culturalmente. La altura de la “Herstory” o la “History” que podamos escribir en ese caso, ya no dependerá de un reemplazo de letras, sino de las voluntades y conciencias puestas en crear una sociedad más justa y equitativa que respeta y valora la complejidad humana que nos constituye.
El Dr. Pedro Salinas Quintana es psicólogo y académico de la Universidad Central