Por Juan Mihovilovich.- “Sé que desde el punto de vista jurídico nadie puede inquietarme. Yo soy mí solo acusador y no hay necesidad de otro…” (Los endemoniados-Fedor Dostoievski). Siempre me llamó la atención en don Juan Guzmán esa actitud de serena templanza. Su mirada tibia, envolvente, ese andar pausado que parecía perderse en la muchedumbre y que, sin embargo, lo hacía destacarse noblemente en ella. No tenía esa falsa impronta…