Por Hugo Cox.- El país está en un momento político y social altamente conflictivo y con una marcada polarización ideológica, que ha ido complicando cada día más los problemas sociales. Esto se ve agravado por un momento económico complejo, ya sea por factores internos y por variables externas.
El gobierno ha hecho suyas las posiciones conservadoras presentes en algunos sectores de país, y que de cara al plebiscito constituyente han aumentado su discurso del miedo, ampliado por los medios de comunicación afines a ese sector, lo que ha permitido que desarrollen una estrategia destinada a provocar un fuerte enconamiento en el país.
En este escenario se torna muy necesario la acción de la política con letras grandes.
El profesor Agustín Squella en carta dirigida a El Mercurio el 9 de enero indicaba: “Resulta cuando menos curioso que muchos de los que declaran que hoy no existen condiciones para decir “SI” a una nueva constitución hayan dicho “SI” a la constitución actual de 1980, en circunstancias de que entonces no había registros electorales, ni partidos políticos, ni libertad de expresión, ni libertad de prensa, ni libertad de reunión, ni libertad de asociación, ni tampoco apoderados que pudieran controlar la emisión y el conteo de votos.”
Estos mismo sectores son lo que se beneficiaron con la liquidación del Estado (léase privatización de las empresas) y la resolución de los problemas sociales a manos del mercado.
María Olivia Monckeberg en su libro “El saqueo” (2015), expresa cuestiones de fondo que dicen relación con la situación de privilegio de que gozan sectores privilegiados. En su investigación, la periodista da cuenta de que los grupos económicos actuales son los mismos que nacen en la dictadura y que operan en el modelo impuesto por esa misma dictadura, sin ninguna transparencia, y se encuentra hoy con grandes fisuras y puntos críticos. Al leer este libro se podrá entender dónde está el origen de la crisis y quienes hoy defienden dicho modelo a ultranza, no entendiendo la actual fase de desarrollo de la sociedad Chilena, y se quedan en la elaboración de un discurso basado en el miedo.
Ulrich Beek (Escuela de Frankfort) en su manifiesto “Cosmopolítico” hace un diagnóstico, a mi parecer, bastante acertado en términos globales, en que producto del actual estado de desarrollo de las sociedades de la mano con la globalización, el modelo capitalista en su versión neoliberal, y acompañado de un fuerte cambio de tecnología, aparece el actual Estado Nación que no es capaz de fijar las condiciones básicas de la convivencia y la seguridad y, por lo tanto, no puede buscar el acomodo en una globalización vacía, sino que este conflicto debe ser solucionado en una concepción cosmopolita, con un valor central que es el reconocimiento de la diversidad. Esto obliga a repensar el progreso asumiendo lo diverso de Chile, asumiendo las grandes fracturas presentes en la sociedad, asumiendo los temas ambientales, y asumiendo las lógicas que representan las lógicas transnacionales. Para lograr esto es condición básica la acción de la política, conversar con “adversarios” -ya que los enemigos solo cabe su derrota-. Por eso lo peligroso de plantear las cosas en términos bipolares (amigo-enemigo). El hablar de “guerra” es hablar de enemigos, es eliminar al otro, y esos sectores se olvidan que es aquí donde todos habitamos y convivimos.
En síntesis. los actuales conflictos que hay que abordar: educación, impuestos, precariedad, reducción de la desigualdad, la sostenibilidad, la revolución digital, cambio climático, y un largo etc. Estas son reformas que requieren de un amplio consenso, donde la lógica amigo-enemigo dificulta los acuerdos y, por lo tanto, como lo he sostenido en varias columnas solo se puede transitar a su solución con más política y democratizando la democracia. En Chile debemos transitar a una mayor democratización para así recoger la expresión de lo diverso y a su vez es la mayor expresión de dignidad.