Señor Director:
Este es un día muy especial para muchas personas; tal vez para todos los que vivíamos en Chile el 11 de septiembre de 1973.
Yo estuve en el lado de los perdedores. Aquellos que fuimos objeto de una violencia brutal, despiadada e innecesaria. En el bando de los vencedores muchos celebraron, algunos con entusiasmo.
La gran mayoría de las victimas de la dictadura, que eran muy jóvenes, fueron detenidas, al momento del golpe y los años posteriores, en la calle, sus lugares de trabajo o en sus casas. Hubo muy pocos enfrentamientos armados el 11 y los días siguientes. Los detenidos estaban desarmados y no opusieron resistencia en la mayoría de los casos. Muchos fueron torturados, otros asesinados, en lugares adaptados especialmente para aquello.
¿Cual fue nuestro delito? Querer construir una sociedad más justa y fraterna. Creo que ese objetivo trasciende el debate legítimo, de si, como gobierno, lo hicimos bien o mal. Esta es la mirada que tenemos que rescatar, desde la ética, la moral y el humanismo.
Nada justifica las atrocidades que se cometieron durante la dictadura, con la participación activa, el apoyo y la justificación de civiles, algunos de los cuales aún cumplen funciones públicas o de gobierno.
Recordando a mi tío Enrique, mi prima, amigos, compañeros de labores y conocidos que sufrieron tanta barbaridad, hago llegar a todos un abrazo fraterno, sobre todo a las más de 1.200 familias que aún esperan la aparición de los restos de sus seres queridos.
Roberto Fernández