Por Roberto Fernández.- Parece evidente que no son el bien común, ni la racionalidad, ni el sentido común los que hoy prevalecen en la búsqueda de soluciones respecto a las dificultades que enfrentamos como humanidad.
Los riesgos de una catástrofe global son innegables. El Secretario General de Naciones Unidas lo ha dicho claramente que hemos entrado en la era del caos. Una situación incluso más peligrosa que durante la guerra fría, única e imprevisible.
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Esto se expresa en todos los planos de la vida, riesgo de una guerra mundial (con varias potencias que poseen armas nucleares) y crisis climática de consecuencias devastadoras a las qué hay que sumar también inestabilidad política, económica, de seguridad y social por todo el planeta.
Se suponía que la creación de Naciones Unidas al término de la Segunda Guerra Mundial permitiría la solución pacífica de los conflictos entre las naciones, pero hoy podemos constatar que, más allá de ser un foro donde sus miembros pueden expresar sus posiciones, la ONU no tiene ningún poder efectivo para terminar con dichos conflictos.
El problema es que, en el ámbito de lo local, vemos también una pérdida de confianza en el Estado como el ente encargado de mediar y regular las relaciones sociales e individuales, de ahí un aumento considerable de la violencia en las calles y los hogares.
Ahora bien, frente a estos problemas tenemos dos opciones, aceptarlos resignadamente o -tal vez imaginándonos un mundo ideal- buscar mecanismos que nos permitan, sin cegarse frente a las enormes dificultades prácticas que implican, resolverlos.
Optando por la segunda alternativa, consideremos las únicas alternativas reales para solucionar las guerras en Ucrania y Gaza. Siempre la resolución de los conflictos armados es política, incluida la rendición de una de las partes.
Aquí hay que recalcar que este ejercicio tiene como objetivo final llegar a una paz definitiva, tanto en Ucrania con en Gaza.
La primera constatación objetiva es que ni EEUU y la OTAN, por una parte, ni Rusia, por la otra -las potencias que en la defensa de sus intereses globales están detrás de estos conflictos- pueden aparecer como derrotados.
Naciones con armas nucleares nunca van a perder una guerra, en el sentido de rendirse. Este es un dato de la realidad. Además políticamente sería inaceptable para los gobiernos implicados. El costo sería demasiado grande para ellos.
Evidentemente en la negociación final de término de la guerra los países no llegarán en la misma situación. Al parecer Rusia lo hará en mejores condiciones que Ucrania, por lo que logrará lo que considere sus intereses intransables, seguramente los territorios del Dombas que ya controlan, más Crimea y garantías fronterizas respecto a la OTAN.
Respecto a Palestina, cualquier acuerdo de paz definitivo tiene que considerar el reconocimiento de Israel como nación independiente y el respeto de sus fronteras por parte de los países árabes. Actualmente sólo hay tres que lo hacen, Bahrein, Sudán y Marruecos.
En contrapartida Israel, tiene que reconocer la existencia de un Estado Palestino (los acuerdos de la ONU son innumerables al respecto). Esto más allá de las dificultades territoriales para llevarlo a cabo.
Así planteado puede parecer muy teórico, pero es realista. Es de esperar que algún día, ojalá lo más rápido posible, dado que son demasiados los civiles y militares que están muriendo, se enfrenten estos conflictos dejando a un lado intereses locales e ideológicos y solo se busque verdaderamente la paz.
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