Categorías: Opinión

Un futuro esplendor

Por Francisco Chacón Poblete.- Así, se lee en el título, versa una de las frases que describe nuestro país en el himno nacional, tal vez una especie de augurio y deseo del autor, Eusebio Lillo para Chile. Situar esta expresión en el contexto actual, puede despertar dos experiencias opuestas, una resignada desesperanza aprendida o renovadas esperanzas para el futuro. Para la primera, sin duda motivos sobran, desigualdad, crisis de las instituciones, desconfianza, una deteriorada salud mental y, como si ello fuera poco, inmersos en una pandemia. Sin querer ser ingenuos, sino más bien, movidos por la convicción del evangelio, la invitación es a acercarnos a la realidad nacional desde una observación lúcida, crítica y abierta a los aprendizajes, lo que trae como consecuencia, asumir las luces y sombras que ello implica, para apropiarnos de una actitud que nos invite a vivir con renovada esperanza.

Esperanza en el actual proceso constituyente, que ha sido fruto de un largo camino de manifestación y demanda social. La experiencia vivida en 2019 fue expresión de cómo decantó la presión, la desigualdad, el cansancio generalizado y cómo detonó la crisis en nuestra sociedad. Aunque esto no estuvo exento de episodios de dolorosa violencia por las diferentes partes implicadas, es necesario contextualizarlo para comprenderlo y mirar más allá de los hechos en cuestión, pues, como consecuencia de esta realidad, el sistema en que estamos insertos venía normalizando actos que atentan contra la integridad de las personas y merman su calidad de vida. En ese sentido, haber tenido un proceso democrático, el más participativo en los últimos años, para elegir la opción de tener una nueva constitución y luego a quienes serían los encargados de redactarla representando a la ciudadanía, son signos elocuentes de disposición y apertura, más allá de las innegables diferencias de nuestra realidad nacional. Por lo tanto, tenemos la posibilidad de aprender y hacer de Chile un lugar con más y mejores oportunidades, especialmente pensando en quienes están más postergados y se han visto más empobrecidos ¿No es acaso motivo de esperanza el hecho que, de una profunda crisis, surja una oportunidad, un deseado nuevo horizonte?

Esperanza en un tiempo de reencuentro, la pandemia nos ha dado una tregua, no se ha ido del todo, ni es un momento para vivir como si así fuese; sin embargo, tenemos la posibilidad de recuperar espacios para compartir con quienes queremos, para ser comunidad y valorar lo bien que nos hace el nosotros y la reciprocidad. Vivir restringidos y confinados no es propio de nuestra condición humana, pero en bien del colectivo, el autocuidado y la prevención han sido necesarios para cuidar, especialmente, a quienes han tenido menos posibilidades de tomar estas medidas preventivas. Hoy recuperamos el espacio de celebración -con el resguardo necesario- que tanto caracteriza estas fiestas en nuestro país, un signo de alegría luego de un largo tiempo de tensión, incertidumbres y dificultades.

Esperanza de vivir hoy, desde los aprendizajes que nos va dejando la experiencia de la pandemia. Cada familia y cada persona han vivido este tiempo desde su propia realidad, con sus propios conflictos y enfrentando una serie de necesidades, y desde ahí, a todos nos tocará resignificar este proceso; sin embargo, este momento de nuestra historia también nos invita a incorporar aprendizajes como sociedad y como país. La pandemia ha acontecido en medio de una cultura en la que domina el individualismo y la indiferencia, los intereses propios sobre el bien común, el rendimiento sobre la conciencia de sí y de los demás… Hoy es más visible la realidad de tantas personas que requieren ser reconocidas y validadas; personas mayores que experimentan soledad y abandono, niños, niñas y adolescentes que asumen responsabilidades del mundo adulto, gente empobrecida por falta de oportunidades e injusticias; todos necesitados de cercanía, acompañamiento y comprensión. En esta realidad, surge la oportunidad de humanizar y humanizarnos, de aprender a ser con otros y vivir corresponsablemente.

Con todo, tenemos la oportunidad de vivir con renovada esperanza, en miras a un futuro esplendor que comienza hoy, asumiendo desafíos y haciendo eco del testamento espiritual del Cardenal Raúl Silva Henríquez, que nos exhortó y nos dejó como legado reconocer que “Cada ciudadano debe dar lo mejor de sí para que Chile no pierda nunca su vocación de justicia y libertad.”

Francisco Chacón Poblete realiza trabajo pastoral en la Universidad Cardenal Raúl Silva Henríquez

Alvaro Medina

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