Por Roberto Fernández.- En el plebiscito del 4 de septiembre próximo las chilenas y chilenos solo tendrán, constitucionalmente, dos opciones a votar: mantener la actual Constitución o cambiarla. No hay más. A pesar de todos los esfuerzos de la derecha y los amarillos al plantear que existiría una tercera vía, eso es una falsedad y una forma de confundir a la gente para darle un carácter neutro al rechazo.
Desde esa perspectiva el triunfo de la derecha implicaría una sutil, pero efectiva legitimación histórica, política y ética del golpe de Estado. Por algo, sus partidos, mayoritariamente, en el plebiscito de entrada, llamaron votar rechazo, o sea, a no cambiar la constitución actual, ya que esta expresa claramente su visión de la sociedad, sus intereses y privilegios.
Pretender que la propuesta de Constitución de la Asamblea Constituyente será perfecta (como si la actual lo fuera), que no tendrá vacíos ni errores, es absurdo.
Evidentemente habrá que definir los mecanismos necesarios para corregirla y perfeccionarla. Para ello existen las instituciones del Estado que lo permiten. Esto demuestra que se puede perfectamente votar Apruebo sin excluir la posibilidad de cambiarla posteriormente.
La élite de este país, expresada políticamente en la derecha y los amarillos, tiene una desconfianza brutal a la participación de la gente en las decisiones que les afectan. Le molesta profundamente que “los de a pie” opinen y decidan respecto a su futuro. Junto a la defensa de sus intereses y privilegios, esta es la razón profunda de su furibunda y vehemente campaña contra el Apruebo. Implícitamente dicen, “nosotros somos los dueños de este país y nosotros decidimos cómo debe funcionar”. La diversidad política, social, cultural, profesional de la Asamblea Constituyente les parece horrorosa e inaceptable y lo manifiestan sin pudor. A pesar del poco apego que estos sectores tienen a la democracia, el proceso constituyente ha sido profundamente democrático:
La derecha obtuvo el 20% de los votos y la misma proporción de los constituyentes en el plebiscito de entrada. Cuando firmaron el acuerdo del 15 de noviembre del 2019 no se les pasó por la mente que no lograrían el tercio que les permitía vetar todo lo que estimaran necesario. Obviamente no se puede volver atrás en el tiempo, pero estoy seguro de que si lo hubieran sabido, no habrían firmado ese acuerdo.
Es evidente que la Asamblea Constituyente tuvo problemas serios para funcionar, con actitudes y declaraciones absurdas y destempladas de algunos constituyentes, ampliamente difundidas por los medios de comunicación como si fueran la expresión de la mayoría, que han perjudicado enormemente su imagen.
Esta es una realidad indiscutible y así lo reflejan las últimas encuestas, pero también hay que considerar que la AC debió navegar a ciegas desde un comienzo. Tuvieron que partir literalmente de cero. Salvo la norma de los 2/3 respecto a su funcionamiento, no había nada en el acuerdo del 15 de noviembre de 2019. Tuvieron que inventar todo, en medio de una campaña desenfrenada en su contra de la mayoría de los medios de comunicación. En ese contexto el resultado del trabajo ha sido plenamente exitoso. La derecha y los voceros del rechazo, siendo una pequeña minoría dentro de la AC, han tenido y tienen un acceso a los medios de comunicación escandalosamente desproporcionado.
Ahora bien, frente a la disyuntiva tan importante que como país enfrentaremos el 4 de septiembre, es válido preguntarse si el triunfo de cualquiera de las dos alternativas es indiferente para la estabilidad futura. Y, para mí, evidentemente no es así. Si gana el rechazo, dado que las condiciones que detonaron el estallido social del 19 de octubre de 2019 no solo se mantienen sino que se han agudizado, lo más probable es que las tensiones sociales nos lleven a momentos muy complicados.
Por último, como que ya estamos en campaña, hay que considerar que lo que las encuestas hoy reflejan es más bien una crítica al funcionamiento de la AC que a los contenidos de la propuesta de nueva Constitución. Esto significa que a partir del 4 de julio se debe informar de ellos por todos los medios posibles, movilizándose por el país. Que la nueva Constitución será realmente la casa de todos y no de unos pocos como es ahora. Ojalá, a pesar de la premura del tiempo, se lograra crear un Comando de Campaña por el Apruebo, con la participación de todas las organizaciones sociales y partidos que estén por esa opción. En el plebiscito de 1988 lo hicimos y logramos recuperar la democracia.
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