Por Hugo Cox.- En una entrevista en el diario La Tercera, Carlos Peña sostiene que “el horizonte de sentido y las expectativas de los nacidos en cierto mundo social son muy distintos de los formados al amparo de otro contexto social. Eventualmente, el abismo entre generaciones puede ser tal, que se rompe el circuito de reproducción de la sociedad, que consiste en que los viejos transmiten a las nuevas generaciones una cierta conciencia moral, un cierto propósito de sentido, una memoria. El extremo opuesto se produce cuando los jóvenes ya no se comunican con los más viejos y los viejos tienen que empezar a aprender de los jóvenes”.
La generación nacida entre los 80 y 90 está sostenida por tres elementos: las redes sociales, la crisis de los grupos primarios de pertenencia -la familia, el Barrio, la Iglesia y la escuela… todas estas agencias donde uno empieza a adquirir cierta orientación normativa compartida, que hace posible la cooperación social- y la educación. Peña afirma, de hecho, que “estamos en presencia de la generación más escolarizada que nunca hubo en la historia de Chile”.
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El problema es que, debido a esos factores que la sostienen, esa generación presenta una falta de una orientación normativa: “La fuente de validez de esta generación, de sus demandas, de sus creencias, son sus convicciones subjetivas. Basta creer sin ninguna reflexión, sin ninguna deliberación”.
Los efectos que ocurren en el seno de la sociedad son profundos, cuando se produce la crisis de pertenencia a sus grupos primarios:
Falta de elementos normativos
La ausencia de reglas claras, valores compartidos o expectativas colectivas puede desencadenar:
Hay causas comunes para ambas crisis. Entre los factores frecuentes podemos contar:
Todo este panorama generacional nos lleva consecuencias sociales más amplias. Por ejemplo, notamos una desconfianza generalizada en la sociedad, porque en ausencia de normas claras y lazos primarios fuertes, las personas tienden a desconfiar más de los demás y de las instituciones.
Además, vemos una radicalización o polarización de los discursos. Y es que, en busca de pertenencia o estructura, algunas personas pueden aferrarse a grupos radicales o ideologías extremas.
En tercer lugar, notamos un severo impacto en la salud mental, pues ante la falta de redes de apoyo y referentes normativos puede aumentar los niveles de ansiedad, depresión y estrés.
En síntesis la actual generación en puestos de poder es producto del convencimiento de que bastan las convicciones y entendiendo la realidad concreta de sus propias subjetividades, rompiendo el dialogo con las generaciones que los anteceden.
Es urgente que la educación asuma un rol formador no centrado en la competencia, sino en el “nosotros”; es necesario el fortalecimiento del barrio; es necesario y urgente crear con voluntad integradora de instituciones políticas, que apoyan a instituciones económicas con carácter inclusivo. Es la clave para la superación del estado actual de las cosas.
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