Por Juan Medina Torres.- Los tiempos constituyentes son tiempos de obrar, de hacer, de construir. Para ello es preciso acabar con los dogmatismos que impiden obrar, hacer, construir.
Ya decía Ortega y Gasset que las ideas políticas son antes que los políticos, pero hoy los actores políticos carecen de ideas frescas que reflejen los tiempos que vivimos y lo único que los mueve es la construcción de alianzas que les permitan alcanzar el poder político, todo lo cual empobrece la calidad política.
Las tensiones observadas en los últimos días ofrecen un panorama confuso cuando estamos ad portas de entrar a una etapa histórica, donde las miradas están puestas en la redacción de una nueva constitución, lo que obliga a pensar el Chile de los próximos cincuenta años.
Justo es reconocer que en los últimos años hemos tenido interesantes avances, teniendo como base algunos consensos, dando cuenta, con ello, que nuestra democracia es dinámica y cambiante en virtud de las demandas ciudadanas:
- Proceso constituyente
- Fin al sistema binominal
- Voto de los chilenos en el extranjero
- Reforma constitucional que permite la elección popular de gobernadores regionales
- Nuevas normas sobre el control y financiamiento de las campañas electorales
- Nueva regulación a los partidos políticos
- Mayores atribuciones al Servicio Electoral
Por ello, es urgente reorientar la política teniendo presente que nuestra democracia necesita de fuerzas renovadoras que permitan ampliar los espacios de participación ciudadana, creando procesos deliberativos democráticos plenos de ideas valóricas e ideológicas. Ello permitiría reducir las distancias entre las élites políticas y los ciudadanos y recuperar la confianza en las instituciones de representación, cuyos objetivos son el bienestar, el desarrollo económico y la justicia social.
Sin lugar a dudas, son muchas las tareas pendientes que deben consignarse en la nueva Constitución. Una de ellas es generar mayor participación ciudadana mediante mecanismos de democracia directa que permitan, por ejemplo, que los ciudadanos mediante firmas tengan la posibilidad de ingresar proyectos de ley en el Congreso para su discusión. Otra forma de participación desde abajo sería generar referéndums revocatorios de mandato mediante los cuales los ciudadanos puedan quitar el mandato popular a ciertas autoridades elegidas por situaciones específicas.
Otra tarea es que la nueva Constitución instituya mecanismos que permitan atacar la corrupción teniendo presente la situación de indefensión que provoca en los ciudadanos los cuales experimentan desconfianza en las instituciones públicas y un proceso de creciente de desafección política. Es cierto que eliminar la corrupción es difícil, por lo que es importante contar con mecanismos que permitan dar respuestas institucionales eficientes. Un mayor control de la sociedad o sea una mayor fiscalización.
También, en la nueva Constitución, deben estar presentes los derechos fundamentales de las personas asegurando que todos los órganos del Estado protejan el pleno ejercicio de los derechos humanos.
Los nombrados, juntos a otros temas, ofrecen la oportunidad histórica de cambios que la gran mayoría de los chilenos aspira, los cuales permitirán un nuevo modelo de Estado. Pero ello exige que la clase política asuma su responsabilidad en la elaboración de la Carta Fundamental cuyo proceso debe ser democrático, institucional y participativo.