Por Samuel Fernández Illanes.- Nancy Pelosi, Presidenta de la Cámara de Representantes, y tercera en la línea sucesoria de Estados Unidos, ha materializado su visita a Taiwán. Las consecuencias no han tardado, como también las interrogantes.
Toda autoridad que viaja al exterior, busca beneficios personales o para su país. En este caso, ninguno parece haberse obtenido. Si viajó con el beneplácito del Presidente Biden, lo dejaría con un doble discurso: uno con Xi Ying Ping, en lo externo, luego de su reciente conversación telefónica para aplacar las tensiones; y en lo interno, para mostrar mayor determinación en su política exterior considerada débil y vacilante, pero no requería robustecerla reiterando el apoyo norteamericano a Taiwán, que nadie ha puesto en duda. Si se opuso, lo ignoraron, y evidenciado que no la controla dentro de su propio Partido Demócrata, en el que Pelosi es figura de primer nivel, aunque invoque la división de poderes.
Frente a Rusia tampoco logra posicionarse, abriendo un segundo frente externo con China, quien la apoya, quedando enemistado con ambas potencias mundiales. Está imposibilitado de ir más allá de las sanciones y solidaridad política, con una opción bélica que sería impracticable, por catastrófica e incierta; si bien la guerra con Ucrania ya lleva cinco meses sin detenerse, ni crearse posibilidades de un alto al fuego, y menos una solución pacífica. Con China, al forzar su reacción desafiando su posición sobre Taiwán y “Una sola China”, la obliga a demostrar, de alguna manera, que sus consabidas amenazas no son teóricas, han sido advertidas, y pueden ser reales. Un nuevo punto de tensión adicional, innecesaria, mientras muchos siguen sin resolver, y se apartan, cada vez más, del sistema de mantenimiento de la paz al respaldar algunos a los infractores y no adherir a las sanciones.
En caso de obedecer el viaje a una agenda personal de Nancy Pelosi, no ha dado sus razones todavía, pero arriesga consecuencias internas, en caso que Estados Unidos debiera atender una nueva confrontación. El mismo Trump, su enemigo declarado y anunciado postulante republicano, aprovecharía de responsabilizarla. En lo externo, ninguna de las alternativas visibles ha resultado favorable. En definitiva, una visita que no contribuye al acercamiento entre las tres más grandes potencias, y que por la oportunidad, puede considerarse provocadora y temeraria.
Samuel Fernández Illanes es académico de la Facultad de Derecho en la Universidad Central
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