Por Alexis Kalergis Parra.- La inmensidad que ha demostrado este microscópico e invisible ser que es el coronavirus, nos ha enseñado durante este año a ser humildes y valorar la naturaleza social y colaborativa de nuestra especie humana. Ha sido por medio de la colaboración que la ciencia a nivel mundial, con Chile jugando un rol activo, que se han logrado avances sin precedentes a sólo un año de iniciada la pandemia.
En menos de 12 meses la ciencia ha generado varias vacunas que están en las últimas etapas de evaluación y algunas ya con aprobación para uso de emergencia en la población. En los próximos meses enfrentaremos el desafío de la manufactura y del abastecimiento equitativo para la población planetaria. Durante este proceso debemos procurar que impere una visión humanitaria y generosa, que entregue acceso a las vacunas a todas las personas que las necesitan. Estas herramientas de salud deben ser consideradas y tratadas como bienes públicos dado que son seguras, previenen enfermedades, salvan vidas y nos permitirán volver gradualmente a la normalidad. Por lo tanto, el acceso universal a vacunas seguras y eficaces debe ser una meta social de la ciencia, que a mí en lo personal me genera mucha preocupación.
En relación a la difusión, los científicos debemos también cumplir un rol social y comunicar de manera clara y transparente, basándonos en evidencia, los beneficios que conlleva el vacunarse. Sin duda debemos atender y responder a las muy entendibles inquietudes o dudas que pueda manifestar la ciudadanía respecto al desarrollo y eventual aprobación de vacunas u otros medicamentos para combatir el COVID-19.
El fundamento del funcionamiento de las vacunas radica en el bien común, a través de la inducción de inmunidad de rebaño en la comunidad. Además de proteger a la persona que recibe la vacuna, la inmunidad de rebaño evita que el virus circule y contagie a las personas que rodean a los vacunados. Por lo tanto, existe un elemento clave de generosidad hacia el prójimo, especialmente tratándose de personas que no pueden recibir la vacuna como es el caso de pacientes inmunocomprometidos. De esta manera, el vacunarse es una señal de amor a una(o) misma(o) y a los demás, por medio de la inmunidad personal y la inmunidad colectiva, respectivamente. Sin embargo, para que logremos la tan anhelada inmunidad de rebaño que necesita nuestra sociedad para recuperar la vida que vivíamos antes de la pandemia, la sumatoria de actos individuales de vacunarse debe alcanzar al 70-75% de la población. De esta manera, la inmunidad de rebaño es la máxima expresión del bien común, ya que cada persona que se vacuna, contribuye a la protección de la sociedad entera y no sólo para su propio beneficio.
Podemos evaluar cómo se comporta la vacuna en términos de seguridad, del tipo de inmunidad que confiere y su duración, así como su eficacia en población chilena. Estos datos de primera fuente nos ayudarán a mejorar las estrategias de inmunización y a comprender mejor el funcionamiento de la vacuna. Además, como parte del estudio que estamos desarrollando en la Universidad Católica en conjunto otras universidades y hospitales, hemos podido asegurar que el Estado de Chile cuente con la opción de acceso temprano, prioritario, preferente y directo de un número importante de dosis destinadas y, por otro lado, nos permite acceso a un mayor número de dosis y de esta forma proteger a la mayor población posible.
Ser parte de este proceso significa que Chile y su gente están en el mapa mundial de los desarrollos más avanzados de vacunas para controlar la pandemia. Quisiera también agradecer a las personas que han decidido participar en este estudio, porque con su voluntariado de manera altruista, generosa y desinteresada están contribuyendo al bienestar de nuestra población, permitiendo que las vacunas puedan ser evaluadas en Chile.
Alexis Kalergis Parra es inmunólogo y director del Instituto Milenio en Inmunología e Inmunoterapia, IMII