Por Juan Medina Torres.- Antes de la ocupación española los pueblos originarios crearon diversas formas colectivas de ocupación del espacio que habitaban.
Aparecen entonces los pueblos y los caminos que los conectaban los cuales reflejaban sus intereses sociales, políticos y económicos.
Pero esta actividad colectiva prehispánica cambió radicalmente con la conquista española cuando un grupo minoritario externo a los habitantes originarios introdujo otra forma de creación de ciudades y la impuso, la cual significaba posición de tierras y sujeción de los pueblos que las habitaban.
Así, desde las nuevas ciudades se organizó la explotación social, política y económica de los territorios conquistados.
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Esta nueva forma de hacer ciudades por parte de los españoles se regía por la ordenanza fechada en 1526, del Emperador Carlos V, que estipulaba algunos principios para fundar ciudades en el nuevo mundo:
“Cuando hagan la planta del lugar, repártanlo por sus plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la plaza mayor, y sacando desde ellas las calles a las puertas y caminos principales, y dejando tanto compás abierto, que aunque la población vaya en gran crecimiento, se pueda siempre proseguir y dilatar en la misma forma”.
“Procuren tener el agua cerca, y que se pueda conducir al pueblo y heredades, derivándola si fuere posible, para mejor aprovecharse de ella, y los materiales necesarios para edificios, tierras de valor, cultura y pasto, con que excusarán el mucho trabajo y costos que siguen de la distancia…”
“En caso de edificar a la ribera de algún río, dispongan la población de forma que saliendo el sol de primero en el pueblo que en el agua”
Sin embargo, en nuestro país, el puerto de Valparaíso carece de esa partida de bautismo solemne. Nadie lo fundó.
La historia nos cuenta que el espacio territorial de Aliamapu, como se llamaba anteriormente, era habitado por un pueblo de indios que fue expulsado por los españoles.
Juan de Saavedra, uno de los capitanes de Almagro, le puso el nombre de Valparaíso en recuerdo de su tierra natal, un lugar de España.
De esta forma, la puerta de Chile permaneció deshabitada hasta que el 9 de enero de 1552 Francisco Núñez, procurador del cabildo de Santiago, le sugirió a Pedro de Valdivia la conveniencia de que alguien se estableciese en ese puerto deshabitado, para lo cual el Gobernador debía ceder un pedazo de su estancia.
Pedro de Valdivia respondió al escribano público:
“Que en el puerto de Valparaíso había aguas i tierras donde solía estar situado un pueblo de indios, que ahora estaba despoblado; que allí podía sembrar el cristiano que se situara en aquel puerto; i que no había lugar en la estancia de su señoría, porque él la había abierto i desmontado i quería gozar de ella”.
Luego de la negativa de Pedro de Valdivia, en 1575 el capitán Diego García de Cáceres y otros vecinos presentaron al Cabildo de Santiago solicitudes para obtener sitios en Valparaíso, las cuales fueron acogidas favorablemente, dando cuenta de la importancia que iba adquiriendo el puerto de Santiago, como se denominaba a Valparaíso.
El escribano del cabildo Nicolás de Garnica llamaba éstas “mercedes salares en la mar”.
El jesuita Miguel de Olivares describe en su Historia de la Compañía de Jesús en Chile el incremento de Valparaíso, indicando su causa: “El puerto de Valparaíso es el más frecuentado de todo este reino, donde arriban i echan anclas los navíos que del Perú”.
En efecto, principalmente el comercio, hizo que algunos buques recalasen en Valparaíso. Así, el pequeño villorrio, con el paso del tiempo, se convirtió en ciudad.
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