Por Patricio González.- Después de analizar y reflexionar sobre los resultados de la pandemia en Chile, resulta evidente que -como en las guerras- hay vencedores y vencidos. Por un lado, los vencidos que, por extraños designios, son siempre los más desposeídos y, por otro lado, están los eternos vencedores, dueños del dinero y las empresas que, por una suerte de endogamia, son siempre las mismas familias que manejan los tiempos y las intensidades de los procesos sociales, cualesquiera que estos sean.
En el caso de la pandemia, tenemos 10 mil o más muertos, otra cantidad importante de recuperados, pero con innumerables secuelas de las que nadie habla, y un sinnúmero de externalidades asociadas al tema, pero que finalmente para conocimiento público se han transformado solo en números. Al principio de la pandemia aparecieron los primeros síntomas del mercantilismo desatado tan bien descrito por Naomi Klein en su libro La Doctrina el Shock en donde se plantea cómo la derecha económica aprovecha las coyunturas de desastres naturales, guerras, golpes de estado, etc., para acrecentar su patrimonio por la vía de usar económicamente esos desastres.
Es así como, a poco andar, las mascarillas, el alcohol gel y otros artículos de aseo subieron exponencialmente de precio produciéndose un desabastecimiento que obviamente afectaba a los más pobres. Frente a ello, el gobierno se negó a una fijación de precios. En seguida, se procedió a tomar medidas y no les quedo más remedio -en vista de la magnitud del problema- que adquirir ventiladores mecánicos que en gran parte fueron provistos por el empresariado en un acto de generosidad, pero que en la práctica fue un acto de realismo económico ya que los ventiladores citados serán considerados como afectos a la Ley de Donaciones o a la retrocompra por parte del Estado, pues obviamente los empresarios no se van a quedar con los ventiladores una vez que ya no se necesiten.
A renglón seguido, decidieron habilitar un lugar donde tratar a los enfermos ya que los hospitales públicos no iban a dar abasto, y arrendaron y equiparon el Espacio Riesco a un costo de arriendo de aproximadamente $90 millones mensuales, sin contar el costo de implementación, sin que haya tenido una mínima ocupación. Lo curioso es que fue por adjudicación directa, es decir, no hubo llamado a propuestas como la misma Contraloría ha cuestionado en dos oportunidades sin haber respuesta aún.
Después de lo anterior, viene el tema de las residencias sanitarias, que le ha permitido a algunos empresarios hoteleros mediatizar sus perdidas por la falta de turistas. El tema es que se han adjudicado discrecionalmente por la autoridad competente o designada para este efecto partiendo con un valor de $30 mil por habitación sin ocupar y $50 mil por habitación ocupada. Todos estos valores son, por supuesto, diarios por lo que una habitación ocupada genera un ingreso de $700 mil por 14 días. Por lo anterior se detectó que dos altos funcionarios del Minsal habían adjudicado en condiciones extrañas algunas residencias, lo que hoy día está en entredicho judicial.
En fin, estas son algunas muestras de cómo la doctrina del shock -en lo que se refiere a las crisis- les genera a los dueños del capital ganancias inesperadas y que los que se dicen de parte de los vencidos no han hecho ni siquiera un comentario. Cuando sea el plebiscito espero que los votantes se acuerden de esto y lo incluyan en su razonamiento al expresar su voto.
Patricio González es auditor
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