En Chile, la esfera público-privada vive un proceso caótico: desorden, delincuencia, violencia, inmigración, corrupción y muros rayados (vidrios rotos), afirma Carlos Cantero.
Por Carlos Cantero.- La teoría de las ventanas rotas, es un clásico en las ciencias sociales, desarrollada por James Q. Wilson y George L. Kelling, en los años 80. La idea es que, la aparición de un vidrio roto -que no es atendido- denota despreocupación, desinterés e impunidad. Ese abandono acelera la ruptura de los códigos de convivencia, gatillando un rápido proceso de degradación de ese territorio, incrementando la delincuencia, la violencia y el desorden.
Esa señal de abandono de responsabilidades normaliza lo anormal (normosis): permisividad frente al irrespeto generalizado, pusilanimidad valórica, la banalidad institucionalizada, generando una espiral acelerada de incremento en la anomia social, desorden, vandalismo, abusos y comportamiento antisocial.
Por el contrario, se entiende que un ambiente de orden, disciplina, buen criterio y respeto a la ley, logra un efecto opuesto al del “vidrio roto”.
Hay múltiples ejemplos exitosos de la aplicación de estas ideas. Una de las más importantes fue en 1990 cuando el comisario de la policía de Nueva York, William Bratton y el alcalde, Rudy Giuliani, las usaron para validar sus políticas policiales, para contener el desorden, delincuencia y la violencia.
Otro ejemplo fue el Metro de Nueva York, donde se combatieron todo tipo de transgresiones: grafiti, suciedad, ebriedad, las evasiones de pago, incluso los pequeños robos, incrementando exitosamente la seguridad. Desde allí hay una gran variedad de experiencias, hasta llegar hoy a las del Presidente Nayib Bukele, en la República de El Salvador, donde aplica un efectivo y radical plan de seguridad.
En Chile, la esfera público-privada vive un proceso caótico: desorden, delincuencia, violencia, inmigración, corrupción y muros rayados (vidrios rotos). Nuestras ciudades muestran el impacto de estos flagelos, con asaltos, balaceras, saqueos e inseguridad. Rige la ley de la selva y las personas lo sufren en carne propia. Los medios son cómplices de esta normosis, en especial los tediosos matinales de TV. Pareciera que la mediocridad se extiende en Chile, como llamas en pasto seco.
La tensión va desde la petición de “Tolerancia Cero” a otros que promueven “Permisividad Total”. El espectro político se polariza, prima la banalidad en el quehacer público, la normalización de abusos, se impone la anomia de Estado, el cretinismo y banalidad gestional. Paralelamente, se despliega la “pandemética”, proceso estructural de degradación valórica y ética, corrupción y falta de probidad. Múltiples procesos judiciales dan cuenta de esto. ¿Cuánto años costará recuperar la institucionalidad?
La Moneda, el Congreso, los partidos políticos, muestran sus “vidrios rotos”. Organizaciones académicas, éticas, filosóficas y religiosas, muestran sus ventanales muy dañados. ¿Qué pasará con nuestra institucionalidad cuando el crimen organizado y el narcotráfico nos muestren su peor rostro?¿La democracia tendrá herramientas para este desafío? Hasta ahora los liderazgos están en deuda y el ciudadano elector no atina.
Carlos Cantero es geógrafo y Doctor en Sociología