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La cifras esconden la crisis de salud mental

Por Hugo Cox.- En algunos artículos he sostenido que la crisis producida por el COVID-19 dejó al descubierto las desigualdades que el país tiene. Un estudio reciente de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Santiago con respecto a las tasas de contagio, afirma que dependen de la densidad poblacional, de la pobreza multidimensional y del uso del transporte público y, finalmente, si se tienen dificultades para acceder a servicios de salud, estas variables son las condicionantes para que el contagio se multiplique.

Un ejemplo que demuestra la desigualdad profunda que hay en el país es la comuna de Lo Espejo con el mayor índice de pobreza multidimensional (un 39% según la CASEN). Aquí, la tasa mortalidad por COVID es de 145,4 cada 100 mil habitantes. En el otro extremo, Vitacura, con un índice de pobreza multidimensional de 3,1%, registra una mortalidad de 44,4 por cada 100 mil habitantes.

Pero detrás de las cifras que distintos estudios entregan o los informes diarios de contagiados y muertos mostrando la dimensión cuantitativa del fenómeno, se esconden procesos humanos de hondas repercusiones, vinculadas a las emociones y esto se expresa en, por ejemplo, la amenaza de la pobreza y el hambre al igual que la fragilidad y la muerte.

Producto de las condiciones sanitarias por las que atraviesa el país, no se han podido efectuar los duelos, dejando inconcluso el espacio necesario que toda sociedad necesita para despedir a sus difuntos. Los muertos producto de la epidemia no son solo cifra, no se habla de lo que significa la cercanía con la muerte y la experiencia colectiva de la fragilidad.

Estos temas no son expuestos ya que es más fácil esconder dicha situación que lacera a la sociedad en su conjunto, y esto será un tema demasiado complejo de abordar post epidemia. La sociedad deberá lidiar con lo económico, lo político y la salud mental, este último, un tema complejo que la sociedad en su conjunto deberá abordar, sobre todo en sectores en el COVID ha causado más estragos.

Pero, ¿cómo explicar esta disociación entre lo que ocurre en la sociedad misma y lo que nos informan las autoridades?

Franz Hinkelammert (quien dictó clases en Chile en el Instituto de la Realidad Contemporánea de la Universidad de Católica de Chile entre 1960 y 1973) en su libro “El nihilismo al desnudo. Los tiempos de globalización”, nos permite entender las nuevas conexiones en la cada vez más compleja realidad nacional, en que los discursos oficiales ignoran realmente lo que está ocurriendo en los procesos reales que vive la sociedad.

“Asistimos a un proceso de transformación económica en la cual las sociedades se transforman en sociedades de mercado. Es decir, van desapareciendo aceleradamente en todas las sociedades los límites políticos, sociales, humanitarios y éticos a la actividad mercantil. A la vez se amplían, diversifican y profundizan las relaciones mercantiles y los autores neoliberales, los organismos crediticios internacionales y muchos medios de comunicación difunden la utopía del “mercado total”, favorecida por el debilitamiento y las transformaciones del Estado”. Tal como lo propicia dicha teoría, el mercado se va transformando en el centro de la vida social, y por ello proporciona los criterios de discernimiento ético, organizacional, de producción artística, e incluso de constitución de los proyectos de vida, como lo han mostrado los propios análisis de Hinkelammert.

Estos procesos han estado acompañados de intensas y rápidas transformaciones culturales que han sido caracterizada de diversos modos: postmodernidad, advenimiento de la era digital, de la sociedad del conocimiento, la era del narcisismo, etc. En todo caso, es indudable que se ha instaurado con fuerza creciente el individualismo posesivo, basado la competencia, el logro individual sin limitaciones éticas, el hedonismo, el consumismo, el egoísmo y otros, los cuales se corresponden muy bien con el capitalismo desregulado, especulativo y “salvaje”.

En síntesis: una elite que abrazó con todo el modelo neoliberal es incapaz de entender la dimensión emocional que toda sociedad a tiene.