Chile necesita líderes valientes. No valientes para negar el pasado, sino para enfrentarlo con honestidad. Porque no hay futuro digno si no se construye desde la memoria, afirma Miguel Mendoza, aludiendo a las declaraciones de Evelyn Matthei.
Por Miguel Mendoza Jorquera.- Las palabras no se las lleva el viento. Sobre todo, cuando vienen de una figura pública con aspiraciones presidenciales como Evelyn Matthei.
Sus recientes declaraciones, en las que se refiere a las muertes ocurridas durante el Golpe de Estado de 1973 como “inevitables”, no sólo son desafortunadas: son profundamente alarmantes.
Chile ha recorrido un largo y doloroso camino en su búsqueda de verdad, justicia y memoria. No se trata sólo de mirar al pasado, sino de asumirlo con responsabilidad para no repetirlo.
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Minimizar o relativizar las violaciones sistemáticas a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura es una falta grave. Y cuando esa relativización viene de alguien que aspira a liderar el país, la falta se vuelve aún más preocupante.
Las muertes, las torturas, las desapariciones no fueron accidentes de la historia ni daños colaterales. Fueron el resultado de una maquinaria represiva consciente y planificada. Decir que eran inevitables es, de cierto modo, justificarlas. Y justificar lo injustificable es un acto político, no una mera opinión.
Como figura pública, Matthei tiene todo el derecho a tener su visión del pasado. Pero cuando esa visión blanquea las violaciones a los derechos humanos, también debe asumir las consecuencias de sus palabras. Porque no se puede aspirar a liderar un país democrático si no se está dispuesto a condenar, sin titubeos ni dobles lecturas, los crímenes de una dictadura.
La candidata de ChileVamos no es una ciudadana más. Es hija de un miembro de la Junta Militar. Es ex ministra, ex parlamentaria, ex alcaldesa y hoy una figura presidencial. Su historia está entrelazada con la de ese período oscuro del país. Justamente por eso, uno esperaría de ella una mirada más reflexiva, más empática con las víctimas, más consciente del poder de sus palabras.
El debate político puede y debe ser amplio, plural. Pero hay líneas que no se cruzan. La condena a las violaciones de los derechos humanos no es una bandera ideológica, es un principio ético mínimo. Cuando se intenta justificar la violencia estatal en nombre del orden o de la estabilidad, se erosiona la base misma de la democracia.
Chile ha vivido un largo, complejo y doloroso proceso para intentar reconciliarse con su pasado. Un proceso que, aunque incompleto, ha sido guiado por tres pilares fundamentales: verdad, justicia y memoria. Cuando un líder político relativiza los crímenes cometidos durante la dictadura, está haciendo tambalear esos cimientos. Y eso no es un simple desliz comunicacional. Es una falta grave.
También hay que hacer un paralelismo con Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista, que cuya colectividad no tienen parangón en criticar a la dictadura de Augusto Pinochet y sus violaciones a los DDHH. Pero admirar las dictaduras como la ex Unión Soviética, China, Nicaragua, Corea del Norte, Venezuela y Cuba, es no saber qué significan los Derechos Fundamentales de la Humanidad y la Libertad.
Es por eso que ambas candidatas se equivocan en relativizar sus posturas, ya que ninguna dictadura es buena y necesaria.
Chile necesita líderes valientes. No valientes para negar el pasado, sino para enfrentarlo con honestidad. Porque no hay futuro digno si no se construye desde la memoria. Y quienes aspiran a dirigir el país deberían saberlo mejor que nadie.
Miguel Mendoza Jorquera es Tecnólogo Médico, MBA, conductor del programa Manos Libres en ElPensador.io