En cada campaña presidencial surgen promesas urbanas, pero pocas se sostienen como políticas de Estado. El déficit habitacional, la salud mental y el diseño territorial exigen soluciones profundas y permanentes. Habitar bien no es un lujo, es una urgencia ética y política.
Por Uwe Rohwedder.- Las elecciones presidenciales suelen ser un momento propicio para que los distintos candidatos se acuerden de las ciudades y sus desigualdades. En un panorama global complejo y considerando la debilidad de los instrumentos de planificación territorial, los cambios de uso del suelo, las expansiones desmedidas sin consideraciones ambientales y el aumento de riesgos asociados a eventos climáticos se convierten en temas atractivos para buscar adeptos.
Recuperar la naturaleza de una ciudad mejora su biodiversidad y equilibrios ecológicos, además de su paisaje natural, generando espacios más saludables. Urge adoptar una mirada de solución ante un problema que se arrastra desde hace décadas y que empeora año a año: el déficit habitacional, tal vez el que más afecta nuestra calidad de vida y nuestra salud mental.
Entre tantos anuncios de mejora en movilidad, conectividad, aeropuertos, mega puertos, nuevos hospitales y cárceles, entre otras infraestructuras, es un deber ético preocuparnos de cómo y dónde vivimos. La deuda país en esta materia necesita de innovación y investigación aplicada para buscar soluciones, y por cierto, educar para empoderar a los ciudadanos respecto de qué significa habitar bien.
Ojalá las asesorías urbanas y arquitectónicas sean multiculturales y transversales, de modo que puedan transformarse en políticas de Estado que impulsen certificaciones no solo por eficiencia energética, sino también por su dimensión saludable en el cruce entre diseño y construcción de nuevos proyectos.
No es ningún misterio que muchas enfermedades mentales, episodios de agresividad y casos de violencia a temprana edad tienen, entre otras raíces, el vivir mal.
El llamado a la reflexión es a que estos temas no sean solo tópicos temporales y oportunistas, sino que se conviertan en estrategias permanentes, comprendidas por nuestra clase política como un desafío estructural, transversal y urgente.
Uwe Rohwedder es decano de la Facultad de Arquitectura, U.Central