Por Juan Medina Torres.- Al margen de la discusión sobre qué se considera playa en el Lago Ranco, la conducta del empresario Matías Pérez Cruz, ampliamente difundida, constituye un acto de extremada violencia de género que debe ser condenado como tal por la sociedad en su conjunto.
Pérez Cruz hoy es el portaestandarte de todo lo retrógrado de nuestra sociedad: machismo, falta de respecto, prepotencia, etc. Con ello pone de manifiesto su ignorancia sobre los principios por los cuales luchan hoy las sociedades modernas y se transforma en paladín del espíritu que encarnó la vida social de nuestro país en los siglos XVIII y XIX, donde el que mandaba era el patrón y la chusma inconsciente obedecía.
Ante los hechos, funcionarios del Ministerio de Bienes Nacionales, llegaron hasta el lugar donde se originó la discusión y, en primera instancia, el fiscalizador Claudio Sánchez, dijo que “preliminarmente podemos señalar que efectivamente las personas estaban disfrutando, gozando de un bien nacional de uso público, que es la playa”. Falta aún el dictamen final del Ministerio de Bienes Nacionales.
Ahora bien, insisto, al margen de lo que establezca dicho dictamen, el tema de fondo es la violencia de género que sufrieron las damas por el solo hecho de estar gozando de un bien de uso público. ¿Quién les paga el daño moral que sufrieron? El alcalde de Ranco anunció la presentación de una querella en los próximos días.
Finalmente, no está demás mencionar el tremendo daño que con este acto Pérez Cruz le provocó a la imagen corporativa de Gasco. El tema da como para ser analizado a nivel universitario.