Por Alvaro Medina Jara.- Lo encontré en un local de libros usados. Había leído ya toda la obra conocida de Ray Bradbury y el hecho de encontrar este antiguo volumen desconocido me llenó de ansiedad. El dependiente me dijo: “No es lo que usted está pensando… no es ciencia ficción”.
Porque, claro, uno está acostumbrado a relacionar a Ray Bradbury con el futuro, y su visión dramática sobre lo que nos puede deparar. Ya era increíblemente visionaria su perspectiva de los futuros posibles (casi todos sombríos) en “El Hombre Ilustrado”, “Crónicas Marcianas”, “Las Doradas Manzanas del Sol” (con su cuento magnífico… “El Sonido del Trueno”) y “Fahrenheit 451”. Su forma de ver lo que iba a pasar, la forma en que las tecnologías o el encuentro con el universo podrían cambiar al ser humano o a las relaciones sociales escribiendo en los años 50 da cuenta de una capacidad de adelantarse a la historia comparable a Julio Verne.
Por eso, cuando el dependiente me dijo que este desconocido libro no era de ciencia ficción, me intrigó profundamente.
Y así fue. Me encontré con una colección de cuentos de una extraordinaria humanidad. Bradbury muestra en “Remedio para Melancólicos” una prosa rica en imágenes poéticas y recursos de todo tipo, y una capacidad de ver las cosas, hasta las más mínimas, como un detalle metafórico de algo más grande. Pero, al mismo tiempo, se trata de una lista de cuentos diversos ambientados en todas las épocas, incluso en el siglo XVIII, que se adentran en el espíritu humano rayando en el realismo mágico, casi 20 años antes de “Cien Años de Soledad”.
Plantea situaciones increíbles, luchas contra dragones, la curación de enfermedades a través de la luna, el encuentro de dos asesinos, la forma en que un traje blanco cambia la vida de un grupo de amigos… Hay un solo cuento ambientado en una situación futurista, en Marte, pero su aproximación al ser humano es tan intimista que es difícil calificarlo de ciencia ficción.
Esta colección es un crisol de imágenes tan vívidas y llegan a un nivel tan profundo, que su lectura -pese a la brevedad del volumen- se hace lenta. Al llegar al final de cada cuento, lo embarga a uno una sensación de honda reflexión y no se puede continuar con el siguiente sin haber hecho primero la catarsis de la anterior. Da la impresión de que Bradbury plasma aquí, en sentido simbólico, grandes descubrimientos sobre el alma humana.