Por José María Vallejo.- Pobre Cisarro. Nació como un meme para un Chile indolente. Su miseria infantil y el prólogo de una vida de delito fueron el chiste para un país que no supo ver su destino inexorable: el niño delincuente bufón nacional. Una palabra mal pronunciada creó la broma que ocultaría su universo, sumido en la pobreza y en una realidad en la que no hay otro camino, sino el delito.
Después del chiste irónicamente cruel en que se convirtió su nombre, reflejo terrible de una sociedad insensible y narcisa, Cisarro se mantuvo durante toda su juventud de robo en robo, de hogar de menores en hogar de menores, siempre vulnerable, siempre solo. Aferrado a lo único que conoce, sin otra mano amiga que la de sus amigos de banda, sin otra ayuda provechosa que la de aquellos que también viven el mismo destino, el pequeño Cisarro sólo puede robar. Es lo único que conoce.
Y tras ser detenido, vivir preso. Como tantos miles, es el destino de muchos niños marginales (“vulnerables”, es el eufemismo que se usa hoy día), cuya realidad se repite de generación en generación. Cuando Víctor Jara escribió “Luchín” apuesto que no se imaginaba que la inocencia de la pobreza podría terminar así.
Fue un sistema social que se mira el ombligo el que lo puso en la cárcel y lo expuso a las puñaladas que casi le provocan la muerte. Un sistema social que se rió de él, que hizo mofa de su precariedad, así como se mofó de la señora que dijo “vístima”. Un sistema social basado en el meme y en el sticker.
Y después alguien habla de “rehabilitar” al pobre Cisarro. ¿Rehabilitarlo para qué? La palabra supone que alguna vez estuvo habilitado para algo, cuando en realidad nuestro sistema social nunca lo habilitó verdaderamente para nada. ¿Le dio la alimentación que necesitaba cuando pequeño? No. ¿Le dio la educación que necesitaba? No. ¿Las herramientas laborales? No. ¿Las redes de apoyo? No. ¿Se preocupó de las vulnerabilidad de sus padres? No.
En medio de tanta carencia, la única alternativa que tuvo Cisarro fue delinquir y creció pensando que era un camino bueno y legítimo. De modo que… ¿rehabilitarlo? Es sólo un autoengaño del sistema social, una frase devota para calmar las conciencias.