Por Gonzalo Martner.- El ministro de Hacienda Briones llama a condenar enérgicamente la violencia pues «los silencios, como los avales, la van normalizando». El problema, entonces, no es de quienes delinquen y del gobierno que no es capaz de controlarlos, sino de los que «no los condenan».
Esto, además, es falso, porque no hay quien -salvo alguna expresión muy marginal- no los condene. Penosa lógica para intentar esquivar su responsabilidad y, de paso, descalificar a la oposición, a falta de iniciativas que encaminen las demandas sociales de cambio estructural en las relaciones de poder en la sociedad. Frente a esas demandas, el gobierno y sus ministros no parecen tener ya nada qué decir ni proponer, salvo iniciativas legales de poca monta y/o cuestionadas, como la reforma constitucional que quiere involucrar a las FF.AA. en tareas de orden público. El propio Presidente, en un lapsus que lo retrata, no fue capaz de condenar ayer como corresponde las violencias hacia las mujeres e insinúa una confusa responsabilidad de las víctimas. Este ha sido siempre el argumento de los victimarios.
Blumel, por su parte, aseguró que “nosotros desde el 18 de Octubre hemos enfrentado dos mil 800 eventos graves como incendios y saqueos. Todavía estamos muy lejos de estar donde la ciudadanía aspira que estemos en materia de orden público». Pero no actúa para romper la inercia que describe.
¿Por qué mantienen Piñera y Blumel a un general director inepto e imputado por la justicia, a generales de Carabineros que desprecian públicamente los derechos humanos -como el que estuvo a cargo en el Festival de Viña- y a mandos que ordenan patear y disolver todo lo que se mueve, generando un enorme resentimiento de una parte creciente de la sociedad con la policía? Esto permite justamente a los delincuentes -y a los que se les suman ocasionalmente- que destruyen y saquean colarse en las legítimas manifestaciones de protesta.
En realidad, estas manifestaciones son lo que el gobierno no quiere aceptar, en las que se grita una y otra vez que Piñera renuncie, por lo que mantiene una lógica de represión y provocación a los manifestantes. En medio de la represión indiscriminada, y una falta de concentración de los medios policiales en las destrucciones y los saqueos, con increíbles demoras en su intervención, esta política termina por suscitar una tolerancia de una parte de la sociedad con los responsables de ellas. Y así en una espiral sin control.
El enfoque del ministerio del Interior y de Carabineros es un desastre reiterado. ¿No estarán a estas alturas tratando de manipular la situación para crear un clima de miedo generalizado para producir una alta abstención el 26 de abril? Si se observa, además, el discurso periodístico más que manipulado en los matinales televisivos, la pregunta a estas alturas es plenamente legítima.